El éxito llama al éxito
Lo que diferencia a las personas de éxito es saber que están preparadas para logara sus retos. Cuando nos proponemos realizar una tarea, si sentimos que podemos hacerlo, que nos avalan éxitos anteriores, nos lanzamos con el entusiasmo de quien sabe que puede lograr sus objetivos. Esto es lo que se llama el efecto ganador.
Es ese sentimiento de poder lo que nos permite romper todos los obstáculos que se ponen en nuestro camino y, a diferencia del miedo que nos paraliza, el sentimiento de fuerza que produce el éxito garantiza su logro.
Con esto no quiero decir que sea fácil – las cosas fáciles no necesitan de tanto impulso-, quiero decir que, aunque sea difícil, verdaderamente complicado, en nuestro interior tenemos una seguridad que nos permite no desviarnos del camino hacia el objetivo.
El deseo de ganar aparece en edades muy tempranas; primero en los juegos y luego se extiende a casi cualquier cosa que nos ocurre en la vida. Deseamos salir ganadores, pero ¿por qué tenemos tantas ganas de ganar? Pues porque nos hace sentir bien. Es como una droga: genera en nuestro organismo un aumento de la dopamina, una sustancia que nos produce un gran bienestar, activando, a su vez, los circuitos de recompensa y deseo, haciendo que cada experiencia sea más satisfactoria.
Los triunfadores se centran en las posibilidades, jamás en las amenazas. Cuando tenemos miedo, hacemos justo lo contrario: nos centramos en los problemas, en lo que nos impedirá salir airosos de la situación y, eso, nos paraliza.
El impulso de competir nos lleva a evolucionar, al deseo de ser más, de saber más, de logar mejores resultados, de ir más allá…, éste ha sido y será el mecanismo que hace crecer a los sujetos individuales y, por ende, a la especie.
Pero es necesario ser capaces de compaginar este impulso con el de colaborar, porque, si sólo actuamos en función a nuestras necesidades, dejando de lado las del colectivo al que pertenecemos, ese deseo de éxito puede llegar a ser negativo: nos podríamos obsesionar con el deseo de ganar por ganar, haciendo que se redujera la empatía y aumentara el egocentrismo. Para crecer armónicamente y con las mayores posibilidades, necesitamos de los otros, de sus formas distintas de afrontar y ver la vida que nos complementan y nos hacen mejores.
El éxito destierra al miedo, a la ansiedad, a la depresión y aumenta nuestras capacidades cognitivas.
Aprendamos a crecer apoyándonos en nuestros aciertos, los grandes, los importantes, pero sin olvidar los pequeños, los insignificantes, porque si aprendemos a valorar lo pequeño y a considerarlo un éxito, los otros, los grandes, vendrán como su consecuencia.