El fenómeno de la adolescencia eterna
Actualmente en España, el 65,1% de los jóvenes de entre 16 y 34 años sigue viviendo en casa de los padres. Es decir, más de la mitad aún no han asumido las responsabilidades que conlleva la vida adulta. Por ello, hoy en día se habla de la adolescencia eterna.
En otras épocas, la mayoría de las personas que rondaban los 30 años de edad habían conseguido terminar los estudios, emanciparse del hogar familiar, ser económicamente independientes, casarse y tener, al menos, un hijo. Pero, ¿por qué la juventud actual no alcanza estos objetivos? ¿Qué está pasando? En este artículo analizamos las posibles causas de este fenómeno.
El fenómeno de la adolescencia eterna
Cuando hablamos del fenómeno de la adolescencia eterna, nos estamos refiriendo a todos aquellos jóvenes que se aproximan a la treintena y que, todavía, no han abandonado el hogar familiar ni han asumido su independencia económica. De modo que, en cierto modo, viven y se comportan como si siguiesen siendo adolescentes.
En este sentido, hay que plantearse la siguiente cuestión: ¿por qué actualmente los jóvenes tardan tanto en superar la etapa de la adolescencia? Pues, hay varios elementos que podrían estar alimentando esta tendencia, que cada vez es más frecuente en la sociedad.
Posibles causas del fenómeno de la adolescencia eterna
Los años dedicados a los estudios pueden ser uno de los factores que influyan en el fenómeno de la adolescencia eterna.
Muchos jóvenes dedican gran parte del tiempo a formarse como futuros profesionales. Incluso, se ha llegado a hablar de la generación mejor preparada, en cuanto a estudios se refiere. Pero, el hecho de invertir tantos años en alcanzar un alto nivel de formación, hace que la juventud retrase su entrada en el mundo laboral, y, por tanto, sigan dependiendo económicamente de los padres.
Además, una vez finalizan los estudios, nadie les asegura un empleo digno o un buen sueldo. Ya que la precaridad laboral y el paro juvenil están a la orden del día.
Así, Derek Thompson, en su artículo La Madurez Retrasada: ¿Cómo la Recesión ha afectado a los Millennials?, afirma que el 49% de las personas entre 18-34 años han aceptado un empleo simplemente para poder pagar las facturas, 35% han regresado a la escuela por presión económica y 22% han pospuesto tener un bebé a causa de la recesión. Estas estadísticas corresponden a la juventud de Estados Unidos, sin embargo, está claro que algunos aspectos y la tendencia general pueden ser perfectamente extrapolados a muchos otros países.
Asimismo, el aumento del precio de la vivienda contribuyen a que se desvanezca el anhelo tradicional de tener casa propia y comenzar una familia.
La madurez y el desarrollo cognitivo en la juventud
Algunos profesionales argumentan que actuar como un adolescente hasta más allá de la mayoría de edad, es biológicamente normal. Por ejemplo, la psicóloga infantil Laverne Antrobus, afirma que el desarrollo cognitivo de la persona continúa después de los 18 años y que la madurez emocional, el concepto de sí mismo, y su juicio se verá afectado hasta que la corteza prefrontal se haya desarrollado plenamente.
Por ello, muchos psicólogos actualmente reconocen que la etapa de la adolescencia abarcaría hasta la edad de 25 años, aproximadamente, siendo tal edad el nuevo punto de corte para la edad adulta.
Además, esta inmadurez entre los jóvenes, también puede estar provocada por el aumento de los padres sobreprotectores, quienes tratan a sus hijos como a niños pequeños, aunque estos ya sean prácticamente adultos.
Asimismo, hay otro aspecto relevante en este asunto es que, la esperanza de vida del ser humano ha incrementado en los últimos años. Lo cual, junto a los demás factores, puede haber ocasionado que la madurez de las personas sea cada vez más tardía.
Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.
- Barraca, J. (2007) ¿Eternos adolescentes? Psychologies, (26), pp. 102-105.