El hackeo del cerebro
Mientras la preocupación por la política aumenta a la par que surgen nuevas ideologías u otras más extremas ganan apoyos, la tecnología pasa desapercibida. Pero, quizás, deberíamos temer más a la tecnología que puede posibilitar el hackeo del cerebro.
Si bien puede sonar como una historia de ciencia ficción, el hackeo del cerebro, en cierta medida, ya es posible. Tenemos la creencia del libre albedrío, asumimos que nuestros sentimientos y pensamientos surgen de la libertad individual y, por tanto, también nuestras acciones. Sin embargo, esta idea es falsa. Existen muchos condicionantes que van a determinar cómo pensamos, sentimos y actuamos. Entonces, si nuestras decisiones no son libres, ¿qué las condiciona?
Las elecciones no son libres
Las decisiones que tomamos van a depender de condiciones biológicas y sociales que no podemos controlar. Por ejemplo, puedo elegir qué voy a comer hoy. Esta decisión, aunque a priori parece libre, está condicionada por mis genes.
Solo puedo comer aquello que mi cuerpo tolera. Además, la elección va a depender de los recursos que posea. No puedo comer un bistec de ternera si no tengo dinero para comprarlo. Incluso van a existir factores culturales. Si mi cultura no tolera el consumo de carne de perro, no voy a elegir esta carne para comer.
“Los aficionados hackean sistemas, los profesionales hackean gente”.
-Bruce Schneier-
Otro ejemplo lo encontramos en el amor. ¿Elegimos de quién nos enamoramos? Normalmente no. Estos ejemplos bien ponen de manifiesto que, si valoramos las decisiones que tomamos en el día a día, nos daremos cuenta de que la mayoría escapan a nuestro control. En consecuencia, no decidimos libremente qué pensar, qué sentir ni qué querer. Existen unas limitaciones.
Esta creencia en el libre albedrío tiene una gran consecuencia. Si las empresas o gobiernos logran hackear el cerebro, aquellos más fáciles de manipular van a ser quienes creen en el libre albedrío. Así, a fin de conseguir el hackeo del cerebro, se necesitan tres cosas: sólidos conocimientos de biología, muchos datos y una gran capacidad informática. Con estos tres elementos sería posible predecir las decisiones que tomamos e incluso manipular nuestros sentimientos.
“El miedo es el camino hacia el lado oscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento, el sufrimiento al lado oscuro”.
-Yoda, Star Wars-
El hackeo del cerebro
Las fake news o noticias falsas son otro caso de libertad coartada. Cuando leemos una noticia que es falsa, sin saberlo, y nos la creemos vamos a pensar que somos libres de creerlo o no. Pero la verdad es que alguien nos ha hacheado. La persona que ha creado la noticia está hacheando a nuestro cerebro para que creamos que algo falso es verdadero. De esta forma es posible hackear el cerebro.
De forma más elaborada, con toda la información que compartimos en las redes sociales se pueden crear algoritmos que predigan nuestras preferencias. En base a esas preferencias pueden crear noticias falsas que van en línea con lo que pensamos. De esta forma, se pueden crear mensajes falsos personalizados, los cuales pueden llegar a ser muy convincentes.
Evidentemente, esto no es nuevo. La publicidad lo lleva haciendo desde siempre. La diferencia es que ahora, con el auge de internet y las redes sociales, existen más datos sobre las personas y los mensajes se pueden personalizar más. Además, ahora sabemos algunas de las claves. Por ejemplo, el uso del miedo, el odio y la codicia. Así, si odiamos a una persona o grupo, todo lo malo que nos digan de ellos nos lo vamos a creer.
Qué nos depara el futuro
Pero la cosa no se queda ahí. En la actualidad, el uso de dispositivos que miden la frecuencia cardíaca está más extendido. ¿Qué pasa si se correlacionaran los datos del ritmo cardíaco con las búsquedas que hacemos por internet? ¿Y si fuera con el gasto de la tarjeta de crédito? Podrían llegar a vendernos cualquier producto o ideología política. En esta situación, ¿sabe el votante realmente lo que conviene y tiene siempre la razón el cliente?
La reacción está siendo el retroceso. En vez de enfrentar el reto, nos refugiamos en ilusiones aún más remotas. Recurrimos a fantasías religiosas y nacionalistas cada vez más alejadas de la realidad científica de nuestro tiempo.
Sin embargo, existe una salida que reside en conocer los puntos débiles. Los ordenadores se piratean porque existen líneas de código defectuosas, los humanos a través de miedos, odios, prejuicios y deseos. Los piratas no pueden crear el odio y el miedo de la nada. Pero, cuando descubre que existe en una persona, es más fácil que sepan qué teclas tocar para incrementarlos.
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- Harari, Y. N. (2016). Homo deus: Breve historia del mañana. Madrid: Debate.