El lenguaje corporal de la culpa
El lenguaje corporal de la culpa no es fácil de detectar, y no lo es por varias razones. La primera es que la culpa no es una emoción básica. Solo las emociones básicas se reflejan nítidamente en las microexpresiones del rostro y en la postura corporal. La culpa, en cambio, es una formación más compleja que implica la participación de la reflexión y puede involucrar varias emociones a la vez.
Por otro lado, no siempre una persona que es culpable reconoce su culpa. Es posible que, por ejemplo, alguien robe sienta que tiene derecho a hacerlo, pues, según él, el otro no necesita ese objeto del que lo despojó o lo adquirió de manera injusta. Por lo tanto, no se sentirá culpable y obviamente no lo reflejará en el lenguaje corporal de la culpa.
Así mismo, en las emociones básicas hay movimientos y posturas que son imposibles de controlar voluntariamente, al menos durante unos segundos. En cambio, en la culpa hay un fuerte componente de racionalidad, así que también es posible ejercer un control deliberado sobre los movimientos que delatan ese sentimiento. En conclusión, el lenguaje corporal de la culpa es más difícil de detectar, aunque no imposible. Estos son algunos de los rasgos que lo caracterizan.
“Digo que cualquiera que tiemble en este momento es culpable; pues la inocencia nunca teme la vigilancia pública”.
-Fred Vargas-
El gesto esencial en el lenguaje corporal de la culpa
Una persona que se siente culpable, pero que no quiere asumir la responsabilidad por lo que hizo mal, suele pasar a vivir en un estado de alerta. Es consciente de que está ocultando tanto el daño que hizo como el remordimiento derivado. De ahí que en esos casos tenga un control relativamente amplio sobre su lenguaje corporal.
Sin embargo, según el antropólogo Desmond Morris, sí hay un movimiento inconsciente e involuntario que formaría parte del lenguaje corporal de la culpa. Se trata del parpadeo. Por más que la persona pretenda tener todo bajo control, cuando se le pregunte o se haga alusión a un aspecto relacionado con ese sentimiento de culpa, aparecerá un parpadeo intermitente y rápido.
El incremento de la frecuencia de parpadeo es considerable y resulta notorio, pero quien se siente culpable no lo nota inmediatamente. Este gesto denota que la persona se siente vulnerable y que tiene un deseo intenso de recuperar el control de la situación. Es habitual que esté acompañado por movimientos de cabeza en diferentes direcciones.
La mirada y la expresión
Otro de los aspectos a mirar en el lenguaje corporal de la culpa es la mirada. Resulta muy usual que cuando una persona sabe que ha actuado en contra de sus convicciones y sus valores, tenga dificultades para mirar a la cara. Lo más habitual es que vea hacia otra parte, siempre con la mirada gacha. La barbilla no necesariamente se inclina hacia abajo, pero la mirada sí.
Esto, sin embargo, es relativo. No siempre ocurre porque algunas personas saben que este gesto los delata. A veces también hay una fuerte convicción de que lo que se hizo era malo, pero necesario o conveniente. Por lo tanto, la persona no experimenta la culpa como tal, aunque sabe que infligió un daño.
En ese segundo caso, lo común es que la persona muestre un excesivo control sobre la expresión de su rostro. Lo que quiere es, precisamente, no revelar nada con él, por eso mantiene tensos los músculos y procura gesticular lo mínimo posible. No aparta la mirada del otro, porque quiere estar al tanto de este. Busca mantener el control sobre la situación.
Cubrimientos y dificultad para hablar
Haciendo la salvedad de que esto no aplica en todos los casos, otro de los gestos habituales en el lenguaje corporal de la culpa es la tendencia a cubrirse la boca o la cara. A veces, la persona se pone la mano sobre los labios o sobre parte de la cara. No quiere delatarse y, sin ser consciente, trata de cubrirse.
De la misma manera, pueden aparecer algunas dificultades notorias en el habla. La persona culpable se aclara la voz con excesiva frecuencia o tartamudea un poco. La tensión y el estrés por mantener su papel hacen que la boca se le seque y por eso bebe con frecuencia. También puede tener dificultades para construir frases coherentes.
Por otro lado, no todo el mundo experimenta la culpa de la misma manera. A algunos les atormenta, mientras que otros se las arreglan para que no les incomode. Influyen factores individuales y también culturales. Por eso la lectura de estos gestos debe ser relativizada.
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- Pease, A., & Pease, B. (2010). El lenguaje del cuerpo: cómo interpretar a los demás a través de sus gestos. Editorial Amat.