El lenguaje de los besos

El lenguaje de los besos
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Raquel Aldana

Última actualización: 18 agosto, 2019

Besamos por placer y por compromiso, besamos de forma apasionada lenta y suavemente, besamos para calmar los ánimos, besamos con calidez, besamos con frialdad, nos envolvemos con un beso y nos despedimos con él. A través de nuestros labios transmitimos una inmensa cantidad de emociones y sensaciones, los labios y los besos son las armas más potentes del ser humano.

Si bien es incierta la razón por la que los labios evolucionaron de la forma en que lo han hecho, hay investigadores como Gordon G. Gallup que consideran que los labios pudieron evolucionar de esta forma para facilitar la selección de la pareja.

En relación a esto, este investigador afirmó en una entrevista para la BBC en setiembre de 2007 que “besar implica un complejo intercambio de información: información olfativa, información táctil y ajustes posturales que son utilizados como mecanismos inconscientes fruto de la evolución que permiten que la gente determine su grado de compatibilidad genética”.

En estos círculos de investigación se llega a afirmar que incluso besarse revelaría cuál es el grado de compromiso de la pareja, lo que resulta clave a la hora de tener descendencia. Además, un beso mal dado podría determinar la evolución de la relación  e incluso acabar con ella.

Prueba de esto son los descubrimientos de Gallup en los que la mayor parte de las mujeres y los hombres encuestados afirmaron haberse sentido atraídos en alguna ocasión por alguien que fulminó esa atracción con un beso. No es que esos “besos malos” tengan algún defecto en especial, simplemente es que no gustan y son suficientes para poner el punto y final a una relación.

Además, este mismo autor afirma que besarse es crucial tanto para hombres como para mujeres pero que cada uno le otorga un significado distinto. Así, parece que es más común entre los hombres valorar un beso profundo como un paso hacia una relación sexual. Sin embargo, “las mujeres utilizan el beso para obtener información sobre el nivel de compromiso cuando tienen una relación duradera”.

Por lo tanto, parece que el beso es un barómetro emocional y que cuanto más profundo y entusiasta sea, más saludable se percibe la relación. Lo cierto es que nuestra fisiología evoluciona muy lentamente y, aunque racionalmente nos cueste entender que en ciertos aspectos nos guiamos por instintos o impulsos inconscientes, en verdad desarrollamos una infinidad de patrones de acción derivados de estos hechos.

De todas formas, aunque desde la perspectiva evolutiva se considere el beso como un barómetro de las relaciones en el ser humano,  no parece que sea estrictamente necesario para nuestro desarrollo. Así, hay cantidad de animales que no andan besuqueándose para mostrarse afecto ni como un primer mecanismo o índice para reproducirse. Incluso hay seres humanos que no lo hacen; a principios del siglo XX el científico danés Kristoffer Nyrop describió tribus finlandesas cuyos miembros se bañaban juntos pero consideraban indecente besarse.

En 1897, el antropólogo Paul d´Enjoy indicó que los chinos entendían el beso en la boca como algo tan horrendo que se podría hasta considerar canibalismo. Otro ejemplo lo tenemos en Mongolia: hay padres que no besan a sus hijos varones pero les muestran su afecto oliéndoles la cabeza.

No obstante, en nuestra cultura, besar a la persona de la que estamos enamorados activa el centro cerebral del placer, el área tegmental ventral. Para que nos hagamos una idea, esta zona se activa con el consumo de drogas, por lo que a partir de aquí se explica el alto potencial adictivo que tiene besar.

Otra curiosidad sobre el arte de besar es que cuando lo hacemos tendemos a hacerlo ladeando la cabeza hacia la derecha, independientemente de que seamos zurdos o diestros. Esto parece que puede explicarse en parte porque la mayor parte de las madres acunan a los niños hacia arriba y sobre la izquierda, por lo que el niño debe volcarse hacia la derecha para mamar o acurrucarse. Así, la mayor parte de nosotros hemos podido aprender a asociar la calidez, el amor y la seguridad con inclinarnos hacia la derecha.

Parece, de hecho, que percibimos menos amor y calor cuando nos besan con la cabeza hacia la izquierda. Esto se intenta explicar por la contra-lateralización cerebral; así es que inclinarse hacia la derecha deja al descubierto nuestra parte izquierda, parte controlada por el hemisferio derecho que a su vez es el más emocional.

De todas formas, aunque hay numerosos estudios que verifican esta idea, hay otros que plantean que la preferencia de besar ladeándonos hacia la derecha puede ser una preferencia más motora que sentimental. Quién sabe, quizás es un futuro se aporte algo más de luz a esta cuestión.

De todas formas lo importante e incuestionable es que, al margen de todas las explicaciones, a través de los besos llegamos a transmitir una inmensidad de mensajes neuronales y químicos que percibimos en forma de sensaciones táctiles, excitación sexual, intimidad, cariño…; pero, tal y como afirma Chip Walter, el beso se resiste aún hoy a una disección científica completa y es que el aparentemente sencillo y natural acto de besar oculta complejidades insospechadas. Así es que la búsqueda de los secretos que albergan la pasión y el amor no ha finalizado aún. El romance renuncia a regañadientes de sus misterios; y esto quizás sea, en cierta manera, porque nos gusta que sea así.

 

Imagen cortesía de Melpomene


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