El mechacortismo o síndrome de la mecha corta
Furiosos, encolerizados, enojosos, intemperantes, explosivos, agresivos y violentos son parte de la fauna del mechacortismo o síndrome de la mecha corta. Estas personas son las que tienen algunas frases prototípicas como: ¡Siempre se la toman conmigo! ¿Quién se cree que es este estúpido? ¡Esto es intolerable! ¡Cómo me van a tratar de esa forma! ¡Cómo se atreven a hablarme así! ¡La vida siempre me pone trabas! ¿No hay nada que me sea fácil? entre otras expresiones que alimentan la bronca y arman una escalada, muchas veces hacia la violencia.
El mechacortismo
Una de las seis emociones básicas y universales que discriminó Charles Darwin conjuntamente con la tristeza, el asco, el miedo, la sorpresa y la alegría es la ira. Esta es una emoción compleja y primitiva, como todas las que nos acompañan a lo largo de la vida. Surge principalmente en situaciones problemáticas, por ejemplo, ante las injusticias o en respuesta a la agresión, de cara a dificultades. Aunque el calentón no necesita demasiados motivos para escalar en bronca y rabia.
La descarga de ira puede dirigirse hacia el entorno, mediante explosiones conductuales hacia otros, agresiones verbales o violencia física, o hacia sí mismo, al propio cuerpo, lo que promueve múltiples enfermedades.
Sí, la ira es una emoción que produce diferentes efectos fisiológicos, como el aumento de la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea, que activa el eje hipotálamo-hipofisoadrenal e incrementa la secreción de adrenalina y noradrenalina. También fracasa el control que debe hacer el área prefrontal del cerebro, que es la que se encarga del manejo de los impulsos, la pauta moral y la regla de cómo se debe proceder.
La explosividad de la ira se caracteriza por una activación fisiológica en la que el cuerpo reacciona para la defensa o el ataque. Por ello, la persona se transforma en un bárbaro a punto de ir a contienda contra el ejército romano: los músculos se tensionan, las narinas se abren en búsqueda de más oxígeno, el ritmo cardíaco aumenta la frecuencia al igual que la respiración, el flujo de sangre se dispara y hasta se muestran los dientes resaltando los caninos y apretando las mandíbulas.
Además, en el enojo, el cuerpo libera colesterol y catecolaminas que aceleran el desarrollo de depósito de grasa en el corazón y las arterias.
La ira hiere porque la persona explosiva ataca frente a la supuesta agresión del otro hacia él. Es decir, la respuesta depende de la manera de interpretar la situación. Detrás de cada calentón hay una especie de paranoico que piensa que conspiran contra él, que lo descalifican o desvalorizan. Las interpretaciones siempre rondan en torno a esa interpretación.
Entonces, frente a esa imagen de energúmeno, hay un “patito feo” que necesita reconocimiento. Por tales razones, los mechacorta no necesitan únicamente interlocutores que los contrapunteen para que ellos inicien la trepada hacia el estallido. Ellos solos pueden darse los motivos para hacer la escalada de la ira.
Alguien que trata de arreglar un artefacto y se le pierde el tornillo que justo tiene la medida para darle el toque final o que usó un cuchillo como destornillador y se cortó o se martilló un dedo en una distracción, y explota en ira por ello puede estar varios minutos pensando y sintiendo que el mundo se ha puesto en su contra.
Por supuesto que no son pocas las oportunidades en que el enojón termina pateando, aplastando o revoleando el artefacto, para tiempo después arrepentirse de su acto.
Sin embargo, la ira no necesariamente termina en un ataque de violencia. Esta es solo una de las posibilidades dentro de tantas formas en la que puede terminar una escalada de ira. En realidad, hay tres formas básicas de mechacortismo:
- Un grupo se caracteriza por explotar, es decir, descargar el ataque de bronca hacia el exterior;
- El segundo grupo se caracteriza por implotar, o sea, descargar la ira hacia sí mismo generando diferentes afecciones orgánicas desde trastornos psicosomáticos como dermatitis, úlceras, hemorroides y diversos trastornos gastrointestinales, etc. hasta procesos de mayor gravedad.
- Un tercer grupo tiene la energía suficiente para desarrollar el doble juego de explotar e implosionar: este grupo no solo tira la granada hacia el exterior, sino también se la traga. Este es un grupo de extrema gravedad porque no solo mantiene relaciones hostiles con el entorno, sino también se autoproduce enfermedades.
Rasgos prototípicos de las personas con mechacortismo
Quienes sufren de mechacortismo (los mechacortas) son aquellos que suelen hacer chistes a los demás, pero cuando ellos reciben o son blanco de las bromas de los otros hacia ellos se enojan rápidamente. No toleran y lo demuestran para que así se levante la presión rápidamente.
Como tienen fama de enojosos y de que escalan con facilidad, la gente que los conoce teme a sus reacciones y se vuelven hipercuidadosos y medidos en las actitudes para no desencadenar los estallidos catastróficos.
Los mechacortas también se caracterizan por nunca asumir la culpa ni la responsabilidad de los hechos, siempre la depositan en el entorno.
Además, se caracterizan por ser impacientes. Cuando las cosas no se producen rápidamente, la espera les da tiempo para procrear ideas autodesvalorizantes, como sentirse postergados, no respetados, pudiendo llegar a pensar que la espera es un ataque hacia su persona; lo que a su vez los lleva, inexorablemente, a construir la escalada hacia la explosión. Este cuadro se letaliza cuando le sumamos la intolerancia.
La intolerancia es la incapacidad de soportar opiniones diferentes. Por ello, es sinónimo de testarudez, intransigencia y obstinación, hacia las personas que pueden tener ideas diferentes por ejemplo, en la política, religioso, sexual, racial, etc.
La ecuación mechacortista es:
Ira+Impaciencia+Intolerancia = Explosión.
La gente se encoleriza, se enoja, no tolera, es impaciente: este proceso, si se da de una manera esporádica, forma parte de la coreografía actitudinal de todas las personas, el problema es cuando se convierte en un comportamiento absolutamente sistematizado. Este cuadro determina tal nivel de estrés por explosividad que daña psicológica, emocional y orgánicamente a la persona.
Una emoción que surge después de la explosión es el arrepentimiento. Durante los calentones, los mechacortistas sienten que no pueden controlarse y vociferan algunos improperios hacia su entorno, pero después de producirse el momento álgido se sienten culpables.
Entonces, desarrollará conductas como pedir disculpas explícitamente o tener una actitud o un gesto que complazca al receptor de su bronca. La culpa, la vergüenza y el consecuente arrepentimiento son parte del cierre de los estallidos de quienes sufren de mechacortismo.
6 sugerencias para resolver el síndrome de la mecha corta
No es fácil romper el automatismo del mechacortismo, pero las siguientes recomendaciones pueden ser muy útiles:
- Preguntarse “¿Porque estoy enojado? ¿Qué es lo que me hace calentar?”. Esto ya implica un factor de freno sobre la escalada. ¡Y no hacer trampa colocando la culpa en el otro! es un ejercicio autoreflexivo que ayuda a asumir la propia responsabilidad.
- Pensar: “el otro no me desvaloriza porque opina diferente a mí”. Es decir, el hecho de que el otro piense diferente no significa que esté insultando mi inteligencia o tratándome de estúpido porque pienso de otra manera.
- Dar vuelta a la manzana o salir del cuadro. Es importante cuando se detecte la escalada, salir del campo minado y dar una vuelta a la manzana para tomar aire y refrescar las ideas. Otra forma es cambiar de habitación o darse una ducha. La cuestión es lograr cortar la escalada y para esto es importante salir del entuerto comunicacional cambiando de ambiente.
- Ponerse en el lugar del otro. Incrementar la empatía es logra entender al otro y darle un mínimo de crédito a sus pensamientos. Hay que repetirse “el otro puede pensar diferente que yo”.
- Hacer deporte también es una forma de canalizar saludablemente toda esa energía que se descarga en la ira. El deporte es una actividad saludable que aparte de brindar los beneficios tradicionales cardiorrespiratorios y musculares, activas las endorfinas y mejora el humor.
Como hemos podido ver, la ira no es un rasgo de personalidad sino es un estado emocional que se puede sistematizar en la vida de la persona, pero es importante trabajarlo en terapia para rectificarlo. Cuando se lleva bien, como emoción adaptativa, la ira permite colocar límites, es decir, tomar impulso en la puesta de límites.
Gestionar el mechacortismo no trata de pretender ser un maestro zen, ni tampoco estar serotoninérgico siempre, ni estar permanentemente realizando ejercicios de respiración autorrelajantes, estilo Rabi Shankar; sino de aprender a corregir aquello que pueda conducir a la explosividad y al daño del entorno y de uno mismo.