El miedo a perder personas queridas
El miedo a perder personas queridas es una mezcla de temor racional e irracional. Este temor se replica porque tiene una función muy concreta para nuestra supervivencia. Pero, ¿quién no ha quedado en más de una ocasión paralizado ante la potencia del miedo? Y de entre todos los posibles temores, uno de los más difíciles de sobrellevar es precisamente el que nos genera el pensar que alguien a quien queremos pueda desaparecer de nuestras vidas en un viaje sin retorno.
Fisiológicamente, experimentar miedo activa ciertas partes de nuestro organismo y desactiva otras para que podamos centrar toda nuestra atención en el peligro que nos amenaza, que en este caso es la fobia a perder personas queridas.
El miedo modifica por tanto al organismo en virtud de esta función defensiva y lo prepara para soportar un importante desgaste -para nuestro cuerpo, nos hallamos frente a una amenaza a nuestra integridad-. Así, parte de estos cambios pueden ser nocivos para el organismo si se convierte en algo crónico o repetitivo.
Características del temor a la pérdida
El miedo a perder personas queridas enraíza en el temor a ser privado del afecto que le ata a uno a esos seres queridos e implica una necesidad de esfuerzo por protegerlos de cualquier amenaza que ponga en peligro su vida o la relación existente. Este tipo de emoción puede tornarse insoportable, opresiva, ansiosa… Puede, en definitiva, generar sintomatología propia y claramente fóbica.
Por norma, la ansiedad ante la muerte de un ser querido engloba un cúmulo de pensamientos anticipatorios sobre algo que es estadísticamente posible, pero que no es real en el momento presente. Estos pensamientos adoptan muchas veces forma de preguntas existenciales, del tipo “¿Cómo será mi vida sin su presencia?“, que se nos presentan intrusiva y repetitivamente.
Sin duda este miedo es una incertidumbre humana que nos acompaña desde nuestro nacimiento. Muchas personas no temen a su propia muerte, pero sí a la de sus seres queridos, lo que realmente significa que no quieren sufrir al tener que pasar por ese momento de pérdida.
Los efectos del miedo a perder a personas queridas
Nuestros pensamientos generan emociones y el miedo es una de las más poderosas. En concreto, es un tipo de emoción que activa nuestro sistema límbico con el propósito de fijar la atención en una amenaza, que en este caso es la de perder a nuestros seres queridos.
A su vez, los lóbulos frontales -que son los encargados de cambiar nuestra atención de forma consciente y voluntaria- ven su funcionalidad reducida ante esta situación de temor y nuestro sistema fisiológico nos prepara de inmediato para atacar o huir.
En algunos casos, incluso, esta reacción fisiológica que acompaña a la emoción de temor es tan intensa y repentina que se puede llegar al desmayo o al estado de estupor sin la capacidad de realizar ningún tipo de movimiento.
Por tanto, el miedo a perder a un ser querido es totalmente contraproducente en la relación mantenida con dicho ser, ya que su efecto dista mucho de permitirnos generar los pensamientos y conductas apropiados para querer, valorar y apreciar más a la persona que tan importante es para nosotros.
A veces, y debido a cierta inmadurez emocional, que le concede a las emociones la habilidad de dominar, alguien puede amenazar a una persona a la que quiere con abandonarla como reacción directa de dicho miedo, en un intento de que la persona reaccione, recapacite, cambie, valore, etc.
Las pérdidas
Cualquier pérdida implica un proceso de duelo que por definición es diferente en cada persona. Un ser querido puede morir, pero también podemos perderlo por otros motivos, como una ruptura en la relación. En el duelo, el fondo sigue siendo el mismo: la pérdida.
Las personas no nos pertenecen y por tanto nunca podremos estar seguros de hasta cuándo se prolongará la relación con ese ser amado; esta idea resulta dolorosa e hiriente para muchas personas, y les obliga a vivir en un perpetuo estado de miedo.
Para realizar un buen manejo de estos pensamientos, la clave está en disfrutar tanto como podamos con la persona que queremos, viviendo el momento presente, pero sin olvidar que la capacidad de amar y de ser amado es humana; por tanto, imperfecta y limitada.
En casi cualquier situación de pérdida, el reto para la superación radica en aprender a dejar ir. Esto se ve muy claramente ejemplificado en momentos como aquellos en los que un persona deja de amar a su pareja o cuando un miembro sufre una enfermedad muy complicada y dolorosa sin posibilidad de curación.
El duelo es siempre doloroso, y no podemos esperar de él que se nos presente amablemente. A cambio, al avanzar en él, ganaremos la posibilidad de abrirnos verdaderamente a la posibilidad de querer y confiar; una vez más, las veces que hagan falta.
El duelo es un proceso personal; el luto es un trabajo interior. Hay tantos duelos como pérdidas. Preguntarse por el sentido de la muerte, es preguntarse por el sentido de la vida.
Los celos y el miedo a perder a la pareja
Los celos hablan de un sentimiento que surge como reacción ante el miedo a la pérdida del amor en competencia con un tercero, real o imaginario, que no forme parte de la pareja. Todas las personas sentimos celos, de una manera u otra, y con mayor o menor intensidad; eso sí, la manera en la que los manejemos hará que nos ayuden o nos perjudiquen.
La emoción del miedo es un proceso psicofisiológico y, como tal, se apoya en respuestas cerebrales ante estímulos; estas respuestas son acciones desencadenadas automáticamente que han sido aprendidas a lo largo la vida.
Sin embargo, sentimientos como los celos suelen aparecer tras una evaluación consciente que hacemos de nuestro estado interno durante una respuesta emocional. Así, en ellos suele haber un “importante componente racional” y voluntario sobre el que se puede trabajar.
Pensemos que los intentos de reducir el miedo patológico de perder a la pareja acaban retroalimentando dicho temor y en algunos casos el resultado lógico es aquello a lo que más recelo se tenía: la pérdida final del ser querido.
Cuando esta dañina emoción nos invade, ofusca la capacidad de empatía y puede desencadenar un pánico que nos hará actuar de manera impulsiva, algo de lo que más adelante tendremos tiempo de arrepentirnos si, sobre la relación, las consecuencias son negativas.
Relación entre miedo y amor
El miedo a perder seres queridos no es, aunque a veces pueda parecerlo, una muestra de amor. El temor a perder el vínculo con el ser amado es una respuesta innata e inevitable; es hasta cierto punto coherente y, por ello, lo que nos resta es tratar de vivir esa emoción de manera inteligente.
Reflexionar sobre el miedo a perder seres queridos nos invita a conectar con la vida, con el momento presente -que compartimos con quienes amamos-, con la familia, los amigos, los compañeros, etc.
A veces, ciertas emociones, sentimientos y pensamientos, como los que acompañan a este temor, no nos permiten disfrutar de nuestras relaciones; nos impiden realizar actos tan humanos como amar, compartir, y valorar lo bueno que tenemos. Por ello es tan importante su gestión.
Disfrutemos de cada momento junto a las personas que queremos, fabriquemos esos recuerdos que después, al memorarlos, dejan una sonrisa en los labios. Esos que titularían un capítulo de nuestra vida a pesar de uno extenderse más de una hora, una tarde, un minuto, un segundo o un instante.
Quizás tomar conciencia de la importancia de disfrutar de ellos sea la clave para encontrar aire donde cuesta respirar: cuando el temor a la pérdida, en forma de sombra nos deja sin luz.