El miedo pesa, por eso te hundes
Cuando algo desagradable nos ocurre, cuando nuestra vida parece no avanzar, tendemos, muchas veces, a culpar a la mala suerte. En otras ocasiones, nos castigamos y flagelamos a nosotros mismos por no ser lo suficientemente aptos, válidos o capaces. Pero, en la mayoría de las ocasiones, no es ninguno de estos factores el causante de nuestro “fracaso”, es simplemente nuestro temor el que nos lastra hacia el fondo. Y es que el miedo pesa.
Ya lo afirmó Miguel Delibes en su obra La partida: “¿Por qué si uno sabe nadar flota sin moverse y si no sabe se hunde?“ La respuesta es el miedo. Él opaca y sepulta nuestra capacidades y habilidades, impidiéndonos alcanzar la superficie. Es momento, entonces, de soltar el peso y salir a flote.
No es tu falta de capacidad, es tu miedo
Este fenómeno es fácilmente observable en numerosas situaciones de nuestra vida cotidiana. ¿No te ha ocurrido que sabes hacer algo a la perfección, y a la hora de mostrar tu habilidad en público la torpeza se apodera de ti? Es algo que se repite en muchos ámbitos de nuestro día a día.
Personas amables, encantadoras e interesantes que, a la hora de socializar, parecen incapaces de mirar a los ojos y articular una frase completa sin sonrojarse o tartamudear. Individuos inteligentes, atractivos y dispuestos a comprometerse que fracasan en cada intento de mantener una relación. Hombres y mujeres preparados y capaces, que cometen errores en trabajos y tareas para los que están sobradamente cualificados.
¿Qué ocurre entonces? No es la falta de habilidades sociales, una incapacidad personal para el amor grabada en el ADN ni una carencia de formación para el empleo, es simplemente miedo. Miedo a ser rechazado o ridiculizado, miedo a ser engañado o abandonado por la pareja, temor a parecer inepto o insuficiente.
Profecía autocumplida
Es apabullante el modo en que el miedo pesa, terminando por hundirnos. Y lo hace, principalmente, a través de un mecanismo conocido como “profecía autocumplida“.
Esa persona interesante y encantadora teme profundamente hacer el ridículo en sus interacciones sociales, está convencida de que los otros la juzgarán negativamente. Así, sus propias creencias, su propio miedo, la conducen a actuar de forma torpe, rígida y poco natural. Provocan su incapacidad para desplegar las habilidades sociales que posee y mostrarse como es. Por ende, su desempeño social es pobre y su temor termina haciéndose realidad: obtiene interacciones vergonzantes y poco satisfactorias.
Lo mismo sucede con quien teme que su relación termine, que su pareja lo engañe o no lo considere suficiente. Es posible que su compañero sienta amor, respeto y compromiso. Pero la persona, con sus comportamientos inadecuados -generados por el temor-, puede conducir al fin de la relación. Reproches, control, peleas generadas por la inseguridad… todos estos actos, que no estarían presentes en ausencia de miedo, terminan desgastando el vínculo.
Del mismo modo, quien experimenta un gran temor a no ser capaz de superar una entrevista o realizar un trabajo verá sus miedos materializados en su realidad. La ansiedad y el nerviosismo nos paralizan, nos impiden explotar al máximo las capacidades que poseemos.
El miedo pesa, suéltalo y flotarás
Así, es necesario que detengamos la mente por un momento. El objetivo es ser capaces de detectar ese temor que nos mantiene inmóviles e impide el despliegue de nuestras habilidades. No obstante, el miedo es un enemigo poderoso, cuya mejor arma es hacernos creer real ese posible escenario futuro catastrófico.
De nada sirve intentar no temer, “no tengas miedo” no es un consejo adecuado, pues este en muchas ocasiones es irracional y nos responde a ninguna lógica ni a hechos tangibles. De este modo, para salir adelante has de recordar lo siguiente: “eres responsable de lo que haces, no de lo que sientes”.
Es decir, tus emociones son válidas en tanto que son reales para ti, no te culpes ni te desgastes tratando de eliminarlas. Acepta su presencia, pero hazte cargo de tus actos. Aunque sientas temor, anímate a relacionarte con otros, escoge confiar en tu pareja y atrévete a realizar ese trabajo. Tal vez en las primeras ocasiones el resultado no sea el deseado; sin embargo, con cada momento de convicción, el miedo perderá poder y tú lo ganarás. El miedo pesa, suéltalo y comprobarás que siempre supiste flotar.
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