El pensamiento de Salman Khan, Princesa de Asturias de Cooperación Internacional
Si miramos el temario que se estudia en colegios, institutos e incluso en algunas carreras y universidades nos daremos cuenta de que en las últimas décadas no ha cambiado demasiado. Sí lo ha hecho la sociedad, sí lo han hecho los medios, pero el contenido casi no ha sufrido cambios. Así, el mundo docente va por un lado y el real parece ir por otro. Por eso, entre otros motivos, hoy nos queremos acercar al pensamiento de Salman Khan.
Hace poco murió una niña en un recreo porque se atragantó con un trozo de jamón y ninguno de sus compañeros supo hacerle la maniobra oportuna para ayudarla. Los teléfonos están prohibidos en muchos institutos, porque prohibir es más sencillo que educar en el uso. En muchas carreras se siguen enseñando modelos y formas de proceder que hace años que no utiliza ninguna empresa.
Salman Khan: una estrella en un cielo oscuro
Frente a esta oscuridad, de vez en cuando emergen iniciativas particulares que tienen éxito. En muchos casos, de manera accidental o insospechada, como le ocurrió a Salman Khan. Nacido en Estado Unidos e hijo de madre india y padre bangladesí, se graduó en el MIT y empezó a trabajar como analista de fondos de riesgo. En estas se encontraba cuando aceptó el reto, allá por el 2004, de enseñar matemáticas a su prima ¡por teléfono!
Un reto sin duda complicado, pero en el que tuvo éxito. Tanto es así, que pronto empezó a aceptar más encargos similares. La bola fue creciendo hasta que decidió abrir un canal en la famosa plataforma de vídeos YouTube. Imaginaros las posibilidades que le abrió este medio, frente a un teléfono… En la actualidad, es director de una compañía sin ánimo de lucro con 200 trabajadores y más de 50.000.000 millones de alumnos.
Apenas quedan horas para que le sea entregado el Premio Princesa de Asturias a la Cooperación Internacional y hoy hemos querido conocer un poco más sobre lo que piensa sobre la educación actual. Lo haremos siguiendo los cinco principios que para él son vertebradores.
Cada alumno tiene su ritmo… y su tiempo
Diez minutos en una clase son suficientes para entender que cada alumno aprende a su ritmo. También que cada alumno se siente más cómo con unas materias o una manera de enseñar.
Vemos aquellos que necesitan un profesor muy directivo, pero muy autónomos a la hora de buscar la información. Otros que disfrutan más cuando el contenido es cerrado y explicado con pausa. Chicos con dificultades, otros que se aburren porque el ritmo es demasiado lento para ellos.
Por eso, optimizar la educación significa individualizar en la manera posible la ruta docente de cada alumno. Por otro lado, para Salman Khan sería más correcto hacer los cursos por niveles o velocidad de aprendizaje antes que por edad.
Por otro lado, vemos que la mayoría de colegios e institutos se dan las clases por la mañana. También vemos que para muchos niños esta no es la mejor hora para aprender. Una contradicción quizás difícil de resolver, pero que en muchos casos mejoraría de manera sustancial el rendimiento.
Clases cortas: no somos capaces de mantener la atención durante mucho tiempo
La mayoría de clases actuales, en casi todos los campos, duran más o menos una hora. Sin embargo, los vídeos de la mayoría de los canales didácticos en plataformas como YouTube no duran más de 20 minutos.
Pues bien, si vamos a los estudios que hay publicados sobre atención sostenida, parece que lo segundo encaja mucho mejor con el funcionamiento y rendimiento de este proceso psicológico básico. Por otro lado, vemos una gran ventaja en este tipo de canales: el alumno puede detener el vídeo cuando quiera y volver a reproducir aquellas partes que no ha entendido.
Son muchos los alumnos que sí entenderían a su profesor si pudieran ver la misma explicación dos o tres veces. Al cambio, cuando no tienen esta posibilidad, desconectan y se pierden el resto de la clase. La tecnología podría ayudar a que esto no sucediera.
La tecnología puede mejorar la didáctica sin aumentar el gasto
Son muchos centros los que todavía miran a la tecnología con recelo, como una competidora que es mejor mantener fuera de las aulas. Sin embargo, al hilo del punto anterior, bien utilizada puede ser una gran aliada para el aprendizaje.
Antes hablábamos de los vídeos y sus ventajas para aquellos alumnos que necesitan, para comprender, un discurso más lento. Otra vertiente en la que podría ser una gran ayuda por su capacidad de dar refuerzos, aumentando o consolidando la motivación a través de la gamificación. Sí, acercarnos a esos que muchos han defendido, convertir al aprendizaje en un juego; o, mejor dicho, mantener esta filosofía más allá de la más tierna infancia.
Aprendizaje asociativo: la fragmentación es el olvido
Quizás, para el que escribe, este punto sea el más importante. Recuerdo a un alumno que me decía hace poco tiempo una frase muy triste: “Mis profesores no hablan”. Recuerdo a mi profesora de física, hace años, preguntándonos en clase si habíamos visto integrales con su compañero de matemáticas. El panorama ha cambiado poco.
En este sentido, la filosofía que prima y se proyecta es que cada asignatura es una especie de cajón, totalmente disociado del resto. Lo que sabemos de nuestra memoria es que es, en esencia, asociativa y sintética; es decir, que recuerda mucho mejor aquellos conocimientos que puede asociar, que pude guardar, de alguna manera, como una unidad.
El cinco, en la vida real, no sirve
Un arquitecto no puede entregar una casa con la mitad de las habitaciones. Un cirujano no puede dejar una operación a medias. En la mayoría de las profesiones, un trabajo medio bien, con errores, carece de valor.
Salman Khan, en este sentido, piensa que los alumnos deberían asentar perfectamente las bases antes de seguir acumulando conocimiento nuevo. Dicho de manera sencilla, apuesta porque el alumno aprenda mejor aquello en lo que ha sacado un cinco, en esa mitad que no sabe y que ya se ha dado, antes de que siga avanzando en la materia. De esta manera, como pasa en la vida real, hasta que el “trabajo no se ha terminado”, no se empieza el siguiente.