El síndrome del hombre alto, una forma de narcisismo
El síndrome del hombre alto no tiene nada que ver con la estatura. De hecho, tampoco se asocia con un género en concreto, ya que este tipo de comportamientos puede verse tanto en hombres como en mujeres. Esta designación describe a esas personas que, al alcanzar un estatus en la esfera que sea, empiezan a evidenciar una conducta arrogante, altiva y claramente narcisista.
¿Quiere decir esto, entonces, que alcanzar el éxito supone casi irremediablemente tender hacia el egoísmo y el carácter altivo? La respuesta es no. No en todos los casos y no en quienes siempre han demostrado una personalidad más afable, empática y compasiva. Ahora bien, hay un tipo de rasgo que se aprecia en algunas personas; son esas que, al lograr una posición de mayor relevancia, evidencian un desarrollo mayor de la propia arrogancia.
Podríamos decir, por lo tanto, que ya existía un componente de base, una tendencia. También hay otro aspecto llamativo que hemos visto en más de una ocasión: hay quien no gestiona bien el éxito. Es lo que en la Antigua Grecia definían como hibris, una conducta en la cual uno no controla los propios impulsos y evidencia una arrogancia desmedida. Es el héroe que acaba sometiendo al pueblo y a los inocentes. Profundicemos un poco más en este concepto.
El síndrome del hombre alto ¿en qué consiste?
El síndrome del hombre alto no describe ningún trastorno psicológico. Somos conscientes de que, a menudo, nos encontramos con un exceso de síndromes, de conceptos que intentan etiquetar comportamientos. En esta abundancia de definiciones no hay ningún intento de patologizar nada, se trata solo de poner en evidencia un tipo de conductas que se ven con frecuencia. Darles nombre nos ayuda a identificarlas.
La primera vez que nos encontramos con esta designación fue en el 2011. Fue la doctora Susan Heitlem, profesora de la Universidad de Harvad y autora de varios libros sobre psicología clínica, la que explicó en un artículo, cómo había un tipo de perfil con el que se encontraba con frecuencia: el hombre alto, un tipo de narcisismo surgido del éxito.
Asimismo, autores como Jim Collins, uno de los gurús más conocidos en materia de management también nos habló de esta idea en uno de sus libros denominado Empresas que caen y por qué otras sobreviven. Así, algo que se aprecia con frecuencia es cómo esas organizaciones que logran posicionarse en un mercado en concreto, acaban cayendo por sí mismas debido a una mala gestión, a los malos líderes y al comportamiento narcisista de muchos de ellos. Veamos las razones y las características que los definen.
He logrado el éxito por tener cualidades “superiores”
Gran parte de las personas alcanzan el éxito por méritos propios: por esfuerzo, talento, constancia y habilidades propias. Otros, en cambio, lo logran por el factor suerte o por ayudas de terceros. El síndrome del hombre alto se asocia a menudo a este último factor. Son esos perfiles en los que se conjuga la arrogancia de base pero que, al lograr un puesto de poder, se potencia de manera evidente un narcisismo más lesivo.
Es entonces cuando empiezan a verbalizar ideas como que su posición se debe a cualidades superiores y no a la suerte. Solo ellos son merecedores de esa esfera de poder por tener rasgos propios y distintivos para el éxito. A la larga dejan de atender las necesidades del entorno, aplican un enfoque inflexible en el cual, lejos de aprender, de innovar o de revitalizar el engranaje de una empresa, lo estancan.
Síndrome del hombre alto: soy el más atractivo, el más rico, el más poderoso
El síndrome del hombre alto aparece en hombres y mujeres que se conciben mejor que el resto por tener ciertos atributos. Es decir, no hablamos solo de esas empresarias o de esos líderes de una organización que se vanaglorian de su éxito laboral. Esta realidad psicológica define también a quien se siente superior por ser más atractivo, por ser mejor atleta, por ser más rico, por tener más éxito social, etc.
Todo ello tiene un coste. Esta conducta en la cual uno se siente superior por disponer de una cualidad de la que otros (a su parecer) carecen, da como resultado esa forma de relacionarse y de comunicar claramente narcisista. Es en ese momento cuando empiezan a aplicar comportamientos que se nutren del s oy mejor que tú y por eso tengo razón.
Lo que tú haces no sirve de nada en comparación con lo que hago yo, lo que tú digas o decidas no tiene relevancia en comparación con lo que yo digo o hago… El coste de estas dinámicas está claro: conflictos, malas relaciones sociales y afectivas, ambientes dañinos, desgaste emocional, estrés en las personas que les rodeen…
¿Dónde estaría el origen de la mujer alta o el hombre alto?
Hay muchas personas que gestionan mal el éxito. Abundan los hombres y mujeres que logran en un momento dado una posición de poder y al poco caen, por los excesos, por la mala gestión, por ese comportamiento narcisista que desgasta el clima, las relaciones, el proyecto de empresa. Otros líderes en cambio perduran y posicionan su organización por sus notables valías humanas y empresariales.
También vemos en exceso personas con las que es imposible convivir por la visión engrandecida que tienen de sí mismos. Ahora bien, si nos preguntamos por origen de esta conducta es fácil situar el foco en la infancia y en la educación recibida. Hay niños con el síndrome de emperador que acaban desarrollando en la edad adulta el síndrome del hombre alto o la mujer alta.
Son esos pequeños a los que sus padres endiosan y les consienten hasta el extremo Son niños tiranos y sin apenas empatía, niñas que viven en su trono de poder recibiendo atenciones y respuestas a cada deseo, a cada capricho. Cuando criamos personas sin límites claros no tardan demasiado en convertirse en hombres altos o en mujeres altas. Narcisistas, al fin y al cabo.
Tengámoslo en cuenta y evitemos estas pautas de crianza con el fin de que nuestra sociedad sea un espacio más habitable y respetuoso para todos.