El voluntariado: la hidratación emocional
¿Por qué hacer un trabajo no remunerado -para el que necesitamos invertir tiempo y esfuerzo- pudiendo hacer otro o ese mismo recibiendo una dotación económica? Quizá muchas personas se planteen esta pregunta antes de realizar un voluntariado. Y muchos posiblemente decidan al final no hacerlo porque no encuentran razones para ello.
Sin embargo, si eres una persona a la que le gusta ayudar a los demás y te encuentra motivado para hacerlo, ser voluntario es una muy buena manera de desarrollar esta motivación. Además de ser una actividad que por sí misma produce una recompensa, también hidrata nuestras emociones porque reporta grandes beneficios tanto a nivel personal, emocional, afectivo como laboral y social.
Descubre nuevas realidades
Para poder vivir integrados en sociedad, es necesario que levantemos la mirada de nosotros mismos. Si nos quedamos absortos compadeciéndonos de nuestros problemas, quizá no seamos capaces de apreciar y valorar lo que tenemos a nuestro alrededor. Ahí fuera, y no necesariamente a mucha distancia, se encuentran personas que han caído en el ostracismo social.
Son niños, adolescentes o adultos que padecen algún tipo de enfermedad estigmatizada, que sufren de múltiples adicciones, son familias desamparadas, indigentes o incluso niños huérfanos. Hay algo que todos ellos tienen en común: la necesidad de nuestra solidaridad.
Ayudar a los demás, como generosidad, es una de las conductas más valoradas por los demás y por uno mismo. Pero, a veces, cuesta horrores apartar otros intereses y poner el foco en el otro. No lo olvidemos: vayamos donde vayamos hay gente necesitada, por lo que contribuir al bien común no solo es posible, sino urgente e ineludible.
Efectos positivos sobre la salud
Estar satisfecho con uno mismo es gratificante. Por eso, los beneficios que reporta a la salud pueden ser en muchos casos equiparables al ejercicio físico o al descanso. Muchos voluntarios que trabajan en grupo sienten que son parte de algo mucho más grande. Las tareas o actividades asignadas refuerzan la autoestima, ya que sirven para mejorar la calidad de vida y el día a día de otras personas o colectivos.
Estas sensaciones, de prolongarse, hacen más fuerte a nuestro sistema emocional. Así, será más complicado que caigamos en una depresión o que terminemos siendo víctimas del estrés. De la misma forma, es más difícil que caigamos en esa sensación de soledad no buscada que tantos estragos está causando en la actualidad.
Conocerte a ti mismo
El aburrimiento constituye una gran oportunidad para explorar nuestro lado más creativo. En muchas ocasiones, el cansancio por hacer siempre lo mismo nos lleva a explorar nuevas vías, en contra de esa ley de economía cognitiva por la que se suele regir nuestra planificación.
En este sentido, las personas que realizan un voluntariado son aquellas que han descubierto una manera de trabajar no remunerada que les interesa. Les llama la atención ser el apoyo de otras personas y eso les anima a invertir tiempo en esa actividad destinada al bien común.
Aumenta tu proyección profesional
Normalmente, los voluntarios tienen inquietudes que van más allá de lo inmediato. Es decir, se preocupan por el bienestar colectivo y, en general, muestran iniciativa, pensamientos e intenciones orientados a mejorar algún aspecto del ámbito social o cultural.
Por eso son tan apreciados por los headhunters. Estos cazatalentos buscan incorporar a sus filas gente que sepa trabajar en grupo y no tema aceptar desafíos. Trabajadores que sean proactivos, comprometidos, serios e implicados. Y si además ese voluntariado se encuentra dentro de tu rama de especialización académica, la experiencia puede doblar su valor.
Adquisición de nuevas habilidades
Tener otro tipo de responsabilidades, alejadas de las habituales, te permitirá ganar experiencia y desarrollar nuevas habilidades emocionales, sociales e intelectuales. Incluso hay ONG’s que te ofrecen la posibilidad de realizar cursos o formaciones de gran aplicabilidad práctica que nunca estorbarán en tu repertorio de destrezas.
Por ejemplo, una persona tímida podrá aprender a comunicarse con los demás de manera gradual y efectiva. Un adolescente impaciente entenderá que en ocasiones saber esperar es la mejor de las estrategias. Alguien intolerante podrá vivir toda una lección de humildad o alguien extremadamente sensible comprenderá que la empatía también se puede racionar.
Como vemos, los beneficios que reporta el voluntariado son variados y tangibles. Y ¡aún queda lo mejor! El efecto contagio. Ver que personas de tu alrededor están implicadas en una causa aumenta el valor subjetivo de esa causa. Normalmente, los voluntarios confiesan que reciben mucho más de lo que dan porque es una experiencia única que te hace crecer como persona. Entonces, ¿por qué no probarlo?