En la vida hay tiempo para todo, menos para rendirnos
No importa qué camino elijamos, el más corto o el más largo. Carece de importancia si ese sendero atraviesa un bosque, una montaña o si bordea una playa. En todos ellos encontraremos obstáculos. Porque la vida es un trayecto en zigzag con épocas de calma, con días soleados e instantes de nevadas. Pero, aun así, somos incapaces de rendirnos, nuestra voluntad es inflexible y rara vez nos echamos atrás.
Señalaba William Shakespeare que las personas somos jardines y nuestra voluntad es el jardinero que nos cuida. Es una gran verdad.
Dentro de la psicología de la motivación sabemos que ningún motor es tan poderoso como esa energía que aúna emociones, pensamientos y comportamientos hacia un mismo propósito. Porque no hay obstáculo que se nos resista si actuamos con confianza, recordando lo que merecemos.
Aunque admitámoslo, no siempre es fácil actuar con este enfoque mental. A veces, nos olvidamos de nuestras capacidades y fortalezas psicológicas.
Hay épocas en que nos encontramos con giros inesperados en nuestro destino, esos en los que sentimos que ya no tenemos el control sobre nuestra realidad y la mente, casi sin saber cómo se llena de miedos. ¿Cómo manejar esas situaciones? ¿Cómo recordar esa obligación vital que es no rendirnos jamás?
Cuando elegimos no rendirmos, brillamos
En la vida, tenemos tiempo y oportunidades para casi todo. Para ser felices e infelices. Para reír y caer desconsolados. Amamos y odiamos, admiramos y desconfiamos.
Nuestros pies viajeros y nuestra mente curiosa nos han llevado a múltiples lugares, a países nuevos para experimentar sensaciones inesperadas. Aprendemos y desaprendemos. Corregimos errores y cometemos nuevos.
En ese discurrir de ciclos y etapas vitales hay una compañera que va de copiloto junto a nosotros: la fuerza de voluntad. Es ella la que nos anima a no rendirnos, ella la que toma el volante en las situaciones difíciles para sacarnos a flote.
Sin embargo, como bien nos dicen en un estudio llevado a cabo en la Universidad de Maastricht, en los Países Bajos , la fuerza de voluntad en ocasiones se debilita.
Esta dimensión psicológica se vincula directamente con las emociones. Y, como es evidente, el ánimo no siempre acompaña. Hay días en que la angustia pesa en exceso, al igual que el ovillo de la tristeza y el laberinto de la frustración.
En esos instantes, es fácil rendirnos, decirnos a nosotros mismos que nada vale la pena y que es mejor quedarnos quietos, dejar que sobre nosotros caiga la tormenta.
No es lo adecuado. No hay que dar espacio a la rendición en -casi- ningún momento de nuestra vida.
Hay que alimentar esa fuerza de voluntad que nos impide rendirnos
Según nos explica la APA ( American Psychological Association ), la mayoría de los investigadores definen la fuerza de voluntad que nos impide rendirnos del siguiente modo:
- Capacidad para comprometernos con nosotros mismos y con nuestro bienestar.
- Habilidad para desactivar pensamientos poco útiles (como, por ejemplo, la idea de que voy fracasar) para dar fuerza, en cambio, a aquellos que nos permiten focalizarnos hacia un logro.
- Implica a su vez, saber regular las emociones. Entender que los miedos, por ejemplo, actúan como vetadores a la hora de intentar superar un obstáculo, una adversidad.
- Es entender que la fuerza de voluntad es un recurso que se agota. No siempre nos sentimos motivados. Es responsabilidad nuestra despertar y alimentar a diario esta dimensión psicológica.
Piensa que puedes: la clave de la autoeficacia
Un mantra que resulta de utilidad para no rendirnos en momentos complicados, es repetirnos que podemos hacerlo. Tenemos recursos internos para sobreponernos, para actuar, para resolver, para afrontar. Bien es cierto que nadie nos ha enseñado a ser fuertes, pero en ocasiones, descubrimos que no cabe otra opción que la de levantarnos y abrirnos paso.
Albert Bandura ya destacó la importancia de trabajar nuestra autoeficacia. No es otra cosa que la confianza en la propia capacidad para lograr algo, para superarnos y salir airosos. El propio Bandura dio un ejemplo muy ilustrativo sobre cómo puede ayudarnos esta dimensión psicológica.
Imaginémonos en una habitación donde solo hay una salida. Se trata de una puerta muy vieja y oxidada cerrada con llave. Nosotros tenemos cien llaves, viejas y oxidadas también y, entre todas ellas, está la que nos permitirá salir de ahí.
La autoeficacia es la seguridad de que tarde o temprano, daremos con esa llave. Puede que tardemos y puede también, que nos toque probar 99 de ellas hasta dar con la acertada. Pero, aun así, no nos rendimos…
Las personas que no se rinden huelen a esperanza
En ocasiones es necesario asumir la realidad. Hay veces en que rendirse, en que dar un paso atrás o retirarnos de ciertas batallas no solo es lo más adecuado; puede ser incluso lo más saludable. Es verdad. Sin embargo, en el 99% de las ocasiones estamos obligados a seguir avanzando, a despertar corajes y esperanzas para no rendirnos.
Como bien suele decirse, la peor batalla es aquella que no nos atrevemos a librar. La vida nos regala momentos inolvidables, pero en ocasiones, pasamos de la calma a la tormenta en pocos segundos. Y en esos instantes, no hay más opción que vestirnos con el impermeable de la esperanza y bailar bajo la lluvia para esperar a que el sol nos abrace por la mañana.
Porque siempre hay un mañana cuando no nos rendimos, cuando somos audaces y despertamos nuestro coraje. Tengámoslo presente.
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- Martijn, C., et al. (2002). Getting a grip on ourselves: challenging expectancies about loss of energy after self-control. Social Cognition, 20, 441-460.