Eres dueño de tu propio destino
Cuando escuchas que eres el dueño de tu propio destino, posiblemente te suene a una manida frase de superación personal. Frecuentemente nos animan a perseguir nuestros sueños y a sentirnos poderosos, pero nadie nos explica como hacerlo. Por ello, terminan convirtiéndose en expresiones vacías que no tomamos muy en cuenta.
Pero la realidad es mucho más profunda y compleja de lo que imaginas. Hacerte dueño de tu destino no es únicamente cumplir tus metas y deseos. Por el contrario, implica mirar tus partes más oscuras, aceptar tus fallos y tomar responsabilidad.
Sal del papel de víctima
Desde pequeños nos enseñan a adaptarnos al papel de víctimas. No en el sentido de dramatizar y regodearse en el sufrimiento, sino en la percepción de que yo no dirijo mi vida, las cosas me pasan a mí. Crecemos dando gracias a la suerte cuando algo nos sale bien y sintiéndonos indefensos y desdichados cuando ocurre al contrario.
Aunque no seamos totalmente capaces de percibirlo de forma consciente, sentimos que nuestra vida va a la deriva de los acontecimientos. Si tenemos un buen trabajo nos sentimos afortunados, y cuando nuestras relaciones personales no son sanas permanecemos en ellas por inercia, porque es lo que hay.
Exactamente lo mismo ocurre con nuestro desarrollo personal. Si sentimos que somos demasiado tímidos, inseguros o incapaces de mostrarnos vulnerables, no hacemos nada. “Yo soy así”, pensamos, y continuamos adelante convencidos de que esas son las cartas que nos han tocado y con ellas hemos de jugar.
Lo que nadie nos cuenta es que podemos repartir de nuevo. No nos explican que podemos cambiar de hábitos, de relaciones, de lugares. Que es, realmente, nuestro pleno derecho hacerlo. Nadie nos empodera y nos afirma que tenemos control real sobre nuestras circunstancias, que si no nos gusta donde estamos, podemos movernos. Que si no nos gusta cómo somos, podemos cambiar.
Hazte adulto
Sin embargo, para tomar las riendas de nuestra destino es necesario hacernos cargo de nuestro pasado, presente y futuro. Todos nos hemos escudado alguna vez en las difíciles circunstancias que nos ha tocado vivir. Unos padres que no lo hicieron del todo bien, unos compañeros crueles, una pareja despiadada.
Sí, es cierto, nuestro pasado influye enormemente en quienes somos hoy en día. Pero debemos recordar que ya no vivimos ahí, que ya no somos ese niño que tanto sufrió. Hoy somos adultos, y los únicos responsables de sanar esas heridas para que dejen de condicionarnos. Cuando verdaderamente te haces adulto, dejas de necesitar culpables, porque entiendes que todo está en tus manos.
Para hacerte adulto has de mirar de frente la oscuridad de tu pasado, sentir el dolor que no quisiste afrontar en su momento y sanar. Extraer la lección que cada experiencia te ha dejado y utilizarla para salir fortalecido. Para comprender mejor quién eres, qué quieres y qué no estás dispuesto a tolerar.
Sanar no es una tarea fácil, muchas veces requiere de ayuda profesional, sin embargo es el mejor regalo que puedes hacerte a ti mismo. Cuando te liberas de las cargas pasadas, te sientes libre para comenzar de nuevo. Se abre ante ti un mundo de posibilidades, donde ya no te riges por lo que hicieron de ti, sino por lo que tú deseas ser.
Sé el dueño de tu propio destino
Ahora que sabes el secreto, comienza a trabajar. Dedica un tiempo a la introspección para saber qué aspectos necesitas sanar y cuales deseas modificar. Recuerda que no tienes porque conformarte, mereces calidad en cada ámbito de tu vida. Aunque eso suponga abandonar personas, empleos o tradiciones que no te permiten despegar el vuelo.
El cambio da vértigo, pero es lo único que te saca de dónde estás y te conduce a donde quieres ir. No temas probar cosas nuevas, no temas cambiar de opinión. Quizá en un principio te resulte forzado pero al final, guiarte por tus propios valores será tu única forma de caminar por el mundo.
Ya no habrá lugar para quienes tratan de definirte, de limitarte o de tirarte por tierra, pues tú has descubierto tu poder. Si deseas algo, traza un plan para lograrlo. Fórmate, cambia tus pensamientos y tus conductas. Tú eres el único artífice de tu realidad.
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