¿Es distinta la inteligencia de los hombres y la de las mujeres?
Numerosos estudios coinciden en que la inteligencia general de hombres y mujeres es muy similar. Sin embargo, sucede algo distinto cuando hablamos de aptitudes específicas: los datos señalan diferencias relevantes y sistemáticas en capacidad verbal, aptitud numérica y aptitud viso-espacial. Las mujeres obtienen puntuaciones superiores a los hombres en aptitud verbal y en aquellas pruebas en las que el lenguaje es importante. Los hombres destacan especialmente en aptitud numérica y en aptitud espacial (evaluada incluyendo tareas de visualización y rotación mental).
En cualquier caso, en cuanto a la capacidad de manejo de la información hay numerosos estudios que no reflejan diferencias. Deary et al (2007) han llevado a cabo un estudio en el que comparan hombres y mujeres que son hermanos y sus resultados evidencian que las mujeres destacan en pruebas de asociación de palabras, comprensión y velocidad de codificación. Los varones, sin embargo, presentan puntuaciones superiores en las pruebas de ciencia, aritmética, comprensión mecánica e información electrónica.
Podemos plantearnos la posibilidad de que estas diferencias se deban a factores culturales o de educación. A este respecto, Feingold (1988) analiza si las diferencias entre hombres y mujeres son constantes con el paso de las generaciones o no. Los resultados muestran que estas diferencias tienden a descender con el paso de las generaciones y, suponemos que podemos inferirlo, de la igualdad en la educación.
Además, en concordancia con la hipótesis de la variabilidad, hay que decir que existen diferencias intragrupales. Es decir, no se puede afirmar que la pertenencia a uno u otro género nos haga más aptos en unas tareas u otras, sino que la variabilidad es la norma. La mayor parte de los individuos se encuentra en la media y la media para hombres y mujeres es la misma; las diferencias se dan en la dispersión. Los datos actuales en inteligencia muestran que existe un porcentaje mayor de hombres que sitúan en el extremo superior de la distribución de la inteligencia, pero también existe un mayor porcentaje en el extremo inferior. Sin embargo, en el sexo femenino hay una mayor homogeneidad.
Otra cuestión a añadir a la consideración contextual de estos datos es el llamado efecto Flynn, fenómeno que se define por un constante aumento en las puntuaciones de inteligencia general con el paso de las generaciones. Este efecto, que se observa a nivel mundial, se constató por primera vez en EEUU entre los años 1930 y 1980. Posteriormente, se hizo un análisis sistemático de este fenómeno en otros países y se pudo comprobar que, con independencia de la procedencia, una persona de 50 años que en el año 1942 obtenía una puntuación por encima del 95% de la población, en el 2000 se situaba sólo por encima del 25%.
Como hemos comentado anteriormente, ¿Podríamos explicar estos resultados por la mejora en la nutrición, educación y/o en la estimulación cognitiva? Al parecer, como hemos comentado al respecto de las diferencias de género, Feingold destacó que estas se mantienen a lo largo de las generaciones. Sin embargo, en concordancia con el efecto Flynn, los datos obtenidos en estudios como Teasdale y Owen (1989), muestran que la hipótesis de la educación no justifica todas las situaciones, pero que incluso se producía un incremento en la medición de inteligencia incluso en los niveles educativos más bajos.
En cuanto a la justificación del efecto Flynn, se ha analizado si la nutrición puede tener algo que ver en la evolución generacional y los resultados obtenidos parecen concluyentes aunque con ciertas reticencias. Varios autores, por ejemplo Eysenck y Schoentale, han analizado esta cuestión y determinan que:
– Los niveles de vitaminas, minerales y proteínas en los niños son indispensables. Los niveles bajos en vitaminas y minerales, reducen el nivel de inteligencia en los jóvenes.
– Los suplementos de vitaminas y minerales parecen incrementar de manera significativa la inteligencia no verbal en las personas jóvenes.
– Cuanto más temprana es la edad a la que los niños reciben los suplementos alimenticios, mayores son los efectos observados.
– Estos suplementos no tienen efecto en los niños con niveles adecuados de vitaminas y minerales. Este efecto se observa pasado más de un año.
– Los déficits en vitaminas son igual de importantes para el rendimiento intelectual que los déficits en minerales.
No obstante, No podemos dejar de cuestionarnos qué es lo que estos datos nos quieren decir y debemos tomarlos en cuenta desde una postura crítica. El planteamiento principal que se deriva es: ¿estamos midiendo correctamente la inteligencia? ¿Es la inteligencia un concepto artificial? Al parecer, actualmente, los datos apuntan a que la inteligencia general, como tradicionalmente la comprende el inconsciente colectivo, no tiene mucho sentido y que debemos concebirla como múltiples inteligencias que nos permitan adaptarnos y evolucionar en la vida. A pesar de esto, cada enfoque es complementario y no debemos desestimarlo.
Es decir, resulta importante una inteligencia analítica y lógico-matemática para desarrollar nuestras habilidades académicas o en otros campos; sin embargo, la inteligencia creativa, musical, verbal, artística y un largo etcétera se consideran igual de indispensables para la evolución personal y humana. De hecho, lo normal es que se destaque en uno u otro ámbito pero no a nivel global.
En suma, está claro que cada uno de nosotros somos genuinos en algo y que la inteligencia no es algo inmodificable y estructural, si no que podemos y debemos descubrir nuestro potencial y favorecer el crecimiento y desarrollo de nuestras habilidades y destrezas, independientemente de nuestro género y condición social.