¿Es tan importante la belleza exterior?
Vivimos en una sociedad donde se promueve mucho la estética. Los famosos, actores y modelos casi siempre son retocados con Photoshop en las revistas, de cara a perfeccionar aún más su imagen. Y, sin darnos cuenta, de esta forma nos hacen creer que lo más importante es tener un cuerpo perfecto. La belleza exterior se está convirtiendo en sinónimo de éxito.
¿Por qué tantas mujeres se preocupan en exceso por su aspecto físico? Estamos en una época donde el número de personas que recurren a operaciones estéticas aumentan considerablemente. Intentamos presentarnos ante los demás lo más agraciados posible. ¿Realmente es verdad que nos arreglamos para sentirnos bien nosotros mismos? ¿O lo hacemos para gustar a los demás consciente o inconscientemente?
Algunos, sin darse cuenta, se obsesionan con el aspecto físico. Todo su bienestar gira en torno a si se ven presentables o no. Pasa el tiempo y no aceptan que, con la edad, pueden salir esas primeras arruguillas, que el cuerpo ya no esté tan terso como en la juventud, etc.
La belleza exterior no lo es todo
En un primer momento, es en el exterior en lo que todos nos fijamos. Es lo que llama la atención. Pero, al final, lo que te hace o no enamorarte de otro son una serie de aspectos de su personalidad: valores, actitudes, trato personal, atención, etc. Sin embargo, muchas personas basan su felicidad en su cuerpo solamente, tratando de que sea lo más “perfecto” posible.
¿Cómo aceptar el paso de los años? ¿Cómo dejar de darle tanta importancia a la estética? No es nada fácil en esta época, en la que los anuncios publicitarios y los medios de comunicación nos empujan a valernos de la imagen. No se pone tanto en valor la esencia interior, la importancia de conocer profundamente a las personas y de no dejarnos llevar meramente por su apariencia física.
El valor de las personas está siempre en su esencia, en sus valores, en su forma de tratar a las personas, en su manera de comportarnos. En todas esos rasgos que forman nuestra personalidad.
Si somos capaces de darnos cuenta de que lo más importante se encuentra en el interior, podremos dejar atrás esa dependencia de querer gustar a los demás continuamente. De buscar halagos, de querer estar siempre guapos, de frustrarnos cuando nuestro aspecto no nos agrada o se nos vaya deteriorando con los años.
¿Cómo saber si dependemos de nuestra imagen?
Todos tenemos días en los que nos vemos más favorecidos físicamente que otros. Hasta los modelos y personas que catalogamos como guapas sienten que a veces tienen mala cara. En esos días es cuando podemos ver si nuestra prioridad está en el físico o en nuestro bienestar interior.
A nadie le gusta tener mala imagen, pero las personas con dependencia a gustar, si se ven mal aspecto, automáticamente se arruinan el día. No son capaces de disfrutar, ni de socializar con normalidad y aparece la frustración con uno mismo. En cambio, quien tiene como prioridad el interior, puede sentir que tiene mal aspecto, pero lo acepta y eso no le impide para nada disfrutar del día y de las relaciones sociales. Su belleza exterior no le condiciona a la hora de interaccionar con los demás.
La adolescencia: etapa compleja
La mayoría de los adolescentes le dan una altísima prioridad al físico, de manera que cualquier defecto se magnifica en exceso y son capaces de negarse a salir de casa. Además, si no consiguen verse como desean, son excesivamente autocríticos, se autocensuran y, en consecuencia, su autoestima desciende. En esa etapa parece que casi todo ronda en torno a la estética.
Esto se debe, en parte, a que todavía con esa edad no se ha desarrollado una identidad personal definida, de modo que la única referencia que tienen es la de sus iguales, que, a su vez, también le dan una gran importancia al aspecto exterior.
El físico en la adultez
No obstante, una vez pasada la adolescencia y entrada la etapa adulta, esta importancia social al físico puede no continuar. Es decir, algunas personas no superan esa dependencia a estar lo más presentables posible. Así, su autoestima está construida con base en su apariencia, ropa, complementos… Y esto, en múltiples ocasiones, origina vacíos, conflictos o problemas de autoestima.
Por eso, lo mejor es aceptarse a uno mismo tal cual se es, con lo que has venido al mundo. Que quieres hacerte un retoque estético, ¡pues perfecto! Pero que tu autoestima no dependa de ello, ni del qué dirán. Lo ideal sería bajar las exigencias estéticas con uno mismo y aumentarlas en cuanto a la forma de ser.
La mayoría de personas se peina todos los días, se viste elegantemente, cuida su olor… Pero, ¿hacemos lo mismo con nuestro interior? Nutrimos nuestra piel para que luzca bella, pero ¿nutrimos nuestra alma?
Al final lo que más felicidad aporta es una salud emocional y mental bien desarrollada. Una identidad estable, con valores adecuados.
Conecta con tu esencia interior
Aferrarse a la belleza exterior es aferrarse a un concepto pasajero, caduco y subjetivo. El cuerpo no estará siempre a nuestro gusto, ya que no depende de nosotros. Cuando conectamos con nuestra esencia interior, comenzamos a llenar un vacío existencial. Ese llenado nos hace buscar la felicidad fuera de nosotros mismos, lo que se ve reflejado en una menor necesidad de aprobación externa.
¿Te preocuparías tanto de tu apariencia en una isla desierta? Un lugar en el que nadie te ve, en el que nadie emite un juicio sobre tu aspecto, ¿realmente te arreglarías tanto? Esta cuestión nos hace pensar hasta qué punto creemos que nos arreglamos para nosotros mismos, cuando en realidad lo estamos haciendo para agradar y sentirnos aceptados y aprobados por los demás.
¿Qué es la belleza?
Un debate muy interesante que podría llevarnos horas y horas es el concepto de “belleza”. ¿Por qué algo nos parece bello? ¿Algo bello en España es considerado igualmente bello en Nueva Zelanda? ¿Algo bello en el siglo IV sigue siendo bello en el siglo XXI? Una cuestión interesante, sin duda, es profundizar sobre este concepto y ver si realmente algo bello hoy lo será dentro de unos años. Con esto podemos llegar a la conclusión de que la belleza tiene un componente social y es subjetiva.
Hace años llevar piercings y tatuajes no era precisamente sinónimo de atractivo o de belleza exterior. Sin embargo, hoy en día el concepto ha cambiado. Los cánones de belleza cambian con el tiempo y hemos de ser conscientes que lo que hoy se considera belleza, mañana puede no serlo. Esto es importante para no obsesionarnos con nuestra imagen ni aferrarnos a modas pasajeras, porque si no siempre seremos esclavos de ellas.
En un artículo muy interesante de David Konstan (2012) repasa el concepto de belleza, su relación con el mundo del arte y el término en sí de belleza según el idioma que utilicemos. Para no destripar el artículo, dejaré que el lector sea el que se sumerja en él y saque sus propias conclusiones.
El físico atrae, pero la personalidad enamora.
“Lo esencial es invisible a los ojos” – El Principito
Imagen cortesía de Alba Soler