Este emotivo corto te dará una lección sobre la generosidad
Dice la leyenda que los espantapájaros no pueden tener amigos. El hombre los suele crear con un aire entre siniestro y esperpéntico alzándolo en los inmensos campos para que con su presencia, con su cabeza de calabaza, su cuerpo de madera y sus manos de paja, espanten a los pájaros.
El viento es el único compañero que acaricia la soledad de nuestro espantapájaros, inmerso siempre en sus horas eternas de vacío, viendo cómo dan vueltas las aspas de los molinos, como se arrullan y murmullan los campos de trigo cómo mares dorados. Los pájaros pasan sobre su cabeza como quien evita a las criaturas extrañas. A los monstruos.
El protagonista de este corto es un solitario espantapájaros que va en contra su propia naturaleza. Ansía tomar contacto con los pájaros, y para ello, no duda en practicar pequeños actos de generosidad cada día esperando captar su atención…
El poder de la generosidad
Esta pequeña y maravillosa producción de animación no puede dejar indiferente a nadie. En cierto modo, nos sirve también para reflexionar sobre nosotros mismos y sobre el sentido de la soledad, de la generosidad y de esa esencia a veces incomprensible, que caracteriza a la humanidad.
Son muchas las veces en que también nosotros nos hallamos “enclavados” en nuestros solitarios campos de maíz, actuando con nobleza cada vez que nos es posible, dando voz a nuestros corazones sin que nuestros actos, nuestros ruegos, sean reconocidos…
¿Debemos quizá cambiar de actitud para sufrir un poco menos? En absoluto. Quien deja de practicar la generosidad cierra las puertas de su corazón y deja de ser él mismo. Reflexionemos sobre ello.
La leyenda del espantapájaros
Si te atrae el universo de Tim Burton encontrarás muchas similitudes en la estética de este corto. Árboles de ramas ondulantes, esos colores de matices grises y oscuros que nos obligan a reflexionar, a entrar en contacto con nuestros propios miedos internos…
Cuando el espantapájaros tiene la oportunidad de ofrecer su ayuda a un cuervo ciego, tras haberlo atendido y salvado no puede evitar preguntarle por qué nadie quiere ser amigo suyo. A lo cual, el animal le responde que todos los espantapájaros son malvados y despreciables. Cumplen aquello para lo que fueron creados.
A nuestro protagonista lo crearon, tal y como le desvela el cuervo ciego, con la función de ahuyentar a todo animal, y en especial a los pájaros. Estaba pues condenado a vivir en una soledad eterna regida por los ciclos del cultivo, y las directrices de los hombres.
Vería el trigo crecer, vería las nubes descorrerse sobre él y a la noche convertirse en mañana. No obstante, de nada le servía a nuestro espantapájaros ofrecer cada día en un acto de sencilla generosidad todo el grano que podía para que los cuervos de detuvieran. Para que comieran, para que lo reconocieran como un amigo.
La generosidad invisible
Son muchas las veces en que nuestros propios actos y esfuerzos tampoco son reconocidos.
Nos esforzamos cada día en hacer las cosas bien no solo por los demás, no por aparentar o por encontrar algún tipo de beneficio. Los actos nobles están unidos a un corazón sincero que no sabe latir de otra forma, puesto que es así como entiende su propia existencia.
Nuestro espantapájaros ni siquiera es consciente al principio de cuál es su función. Él se limita a estar, a alzarse regio cada mañana frente a su campo viendo el tiempo discurrir, como si él mismo no formara parte de aquel mecanismo basado en ahuyentar a los cuervos. En propiciar su propia soledad.
Aceptar para poder cambiar
Es así como nos sentimos en algún momento a lo largo de nuestro ciclo vital. Pensamos que nuestro camino está claro, que lo que nos rodea nos define, e incluso llegamos a aceptar las tristezas, las decepciones.
- No obstante, siempre llega un instante en que nos vemos obligados a reaccionar. Nuestro espantapájaros “sale de su zona de confort” cuando el cuervo le hace ver cuál es la finalidad para la cual, lo crearon. Y reacciona, se rebela: escapa del campo de maíz y pide a su amo tener otro oficio.
- Todos nosotros nos vemos obligados también a tener que cruzar los límites e ir más allá de ese molde que otros, e incluso la propia sociedad, ha creado para nosotros. Al igual que el espantapájaros, elegimos arrancar raíces pero sin perder jamás nuestra esencia, nuestra nobleza, nuestra generosidad.
En este delicado y maravilloso corto creado por Marco Besas y Olivier Nakache, y dirigido por Marco Besas en el 2005, vemos lo que ocurre en ese momento en que nuestro dulce y desgarbado personaje decide desprenderse de sus esencias, es decir de esas palabras que en un principio definían lo que era: “espanta-pájaros”.
Lo que ocurre después es toda una reflexión que te hará emocionarte, llorar y dibujar una tibia sonrisa con el vuelo final de los cuervos que como no podía ser de otra forma, terminan reconociendo la generosidad del que siempre deseó ser su amigo.