Estrés infantil: causas, síntomas y estrategias
Ciertamente como adultos nos puede parecer que los más pequeños no tienen preocupaciones. Sin embargo el estrés infantil es una realidad que afecta cada día a un mayor número de niños. Esta condición es realmente perjudicial para la salud en cualquier franja de edad. No obstante, su presencia en las primeras etapas del crecimiento puede tener un impacto aún más negativo.
Recordemos que es durante nuestra niñez cuando establecemos los patrones de pensamiento que nos acompañarán durante toda la vida. Crecer sumergido en una constante sensación de tensión y temor afectará al desarrollo de nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Por ello es necesario reconocer la existencia del estrés en los infantes y tomar medidas para atajarlo cuanto antes.
¿Cuáles son las causas del estrés infantil?
La mente de los adultos puede no llegar a comprender que los niños experimenten estrés. Ellos no han de enfrentar una larga jornada laboral, ni deben hacerse cargo de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. No cargan a sus espaldas con responsabilidades y obligaciones con las que nosotros nos enfrentamos a diario.
Sin embargo, piénsalo un momento. Seguro que muchos de los asuntos que a ti te estresan difieren de los que causan esta sensación en otras personas que conoces. Tal vez lo que para ti es un mundo para otros resulte insignificante. Y esto es porque cada uno contamos con unos recursos personales diferentes para hacer frente las situaciones.
Con los niños sucede lo mismo. Los pequeños sentirán estrés cuando los recursos personales de los que disponen no les permitan adaptarse adecuadamente a una situación exigente. Una situación que no esperan y para la que todavía no han desarrollado estrategias de afrontamiento.
Así, las principales causas de estrés infantil suelen provenir de tres ámbitos:
- Familia. Cuanto más pequeño es un niño mayor impacto tiene en él el ambiente que se respira en el hogar. Situaciones como mal entendimiento con los padres, la llegada de un hermano, un cambio de residencia o discusiones maritales frecuentes pueden causar una gran tensión en el infante.
- Salud. Las enfermedades y problemas de salud del niño pueden generarle estrés. Especialmente si estas implican un episodio de hospitalización.
- Escuela. Especialmente a partir de la educación primaria la escuela puede ser una fuente de tensión para el niño. Surge el miedo a no ser aceptado por los compañeros, así como la preocupación de sacar malas calificaciones y no alcanzar las metas al mismo ritmo que los compañeros. Igualmente los exámenes y el exceso de tareas suman presión a la situación del niño.
Síntomas principales del estrés infantil
Para detectar si nuestro hijo está sufriendo estrés hemos de fijarnos en las manifestaciones que se producen a varios niveles. A nivel cognitivo pueden aparecer pensamientos y verbalizaciones que muestren baja autoestima, sentimientos de fracaso e incapacidad. Por ejemplo: “no voy a poder pasar de curso”, “no seré capaz de encestar la pelota en el patio”, o “los demás niños de mi clase ya han aprendido a leer pero yo no”. Además el niño puede experimentar dificultades de concentración y de memoria.
Igualmente, a nivel fisiológico se presentarán diversos síntomas como alteraciones en el sueño y en el apetito. Además pueden aparecer reacciones psicosomáticas como problemas estomacales o dolores de cabeza que no respondan a ninguna causa orgánica.
A nivel conductual hemos de fijarnos en los comportamientos del pequeño que resulten novedosos o extraños. Puede volverse más retraído e irascible, y es posible que ocurra la aparición de tics nerviosos y hábitos compulsivos.
Estrategias de prevención y afrontamiento
Lo más eficaz siempre será evitar o eliminar la fuente que genera tensión en el niño. Para ello procuremos mantener un buen ambiente en casa y tratemos de no cargarle con actividades extraescolares innecesarias: jugar es importante.
Además hemos de esforzarnos por proporcionar a los niños recursos personales con los que afrontar el estrés. Por ello ayudémosles a forjar una autoestima sana y un concepto positivo de sí mismos y sus capacidades.
Una vez que el estrés ha aparecido puede resultar muy beneficioso que los pequeños adopten el hábito de practicar algunas técnicas de relajación adaptadas. Realizar algún deporte también puede ayudar. Pero, sobre todo, como padres mostrémonos disponibles para escuchar las preocupaciones del pequeño y ayudarle a manejarlas.
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