Fracasar antes de intentarlo: la parálisis por el miedo a la derrota
El ideal de éxito nos mantiene en permanente competencia por miedo a la derrota. Hay que sobresalir cueste lo que cueste. Nos miden de acuerdo a nuestros logros profesionales, la cantidad de dinero que alcancemos y nuestras posesiones materiales. Lo anterior va de la mano con esta sociedad consumista que no solo compra y vende bienes y servicios.
También el ser humano entró en ese frío mercado de la oferta y la demanda. Cualquier actividad, relación, expresión de la creatividad no escapa a ser medida y cuantificada. ¿Qué tiene que ver esto con la parálisis por miedo a la derrota? Muchísimo porque es precisamente ese afán de competencia lo que termina por afectarnos.
“Enterémonos bien: una derrota nunca es un fracaso. Fracaso habrá, si acaso, cuando no somos capaces de asumir la derrota”.
-Jorge Luis Borges-
Desde niños nos exigen ser los mejores y a cada rato nos compraran con los demás. Casi que no podemos dar el siguiente paso sin antes ver cuándo y cómo lo dieron otros. La parálisis por el miedo a la derrota es uno de los bloqueos característicos de nuestro tiempo. Puede desencadenar depresiones y otros estados mentales delicados.
La parálisis por el miedo a la derrota y al qué dirán
En muchas ocasiones ser diferente es considerado una anomalía. Si alguien va en contra de cualquier comportamiento llamado normal, se hace acreedor de cuestionamiento y rechazo. De ahí que algunas personas no se decidan a intentar algo sin antes haber obtenido la aprobación de sus personas de confianza.
Lo que para unos es una locura, para otros podría ser una gran oportunidad en su vida. Sin embargo, prima la opinión de familiares y amigos sobre la iniciativa propia. De esta manera, es muy probable que existan personas condenadas al fracaso sin siquiera intentarlo, debido a su falta de confianza y al no contar con la aprobación de su círculo social.
Cada uno somos un universo particular. Aunque vivimos en comunidad y es aconsejable el intercambio de apoyo, también es necesario cultivar y proteger nuestra individualidad. Es en ese punto donde juega un papel imprescindible la autoestima -para creer- y la asertividad -para expresar-.
Temor a enfrentar una derrota
¿A quién le gusta fracasar? A nadie, ¿verdad? Esta pregunta tan obvia tiene, sin embargo, profundo significado para establecer las razones por las cuales hay personas que no se arriesgan. La derrota anticipada se convierte en obstáculo insalvable. Una sensación de impotencia tan demoledora que paraliza e nos impide crecer.
“Quien no arriesga un huevo, no obtiene un pollo”, dice la sabiduría popular. El problema es que muchas personas no piensan así y dejan que muchos trenes se marchen porque se quedan parados a la puerta de la estación. Y esto sucede porque creen que no van a poder. La parálisis por el miedo a la derrota así, aunque suene paradójico, ha triunfado y se ha cobrado una nueva víctima.
De nada les sirven los testimonios de miles de emprendedores alrededor del mundo que han visto realizados sus sueños. Gente que empezó con lo mínimo hasta alcanzar verdaderos emporios. Es verdad que a veces se exageran las historias de superación personal, pero existen y deberíamos aprender de ellas.
La seguridad en uno mismo es uno de los factores que contribuyen a sacar adelante las ideas. La reflexión sería: si otros pueden, ¿por qué yo no? Cada uno conoce sus límites y posibilidades; no obstante, es probable que el miedo a dar el primer paso termine por dejarnos fuera de combate antes de presentar batalla.
Falta de actitud positiva
La derrota es una posibilidad tan real como el triunfo. Las dos opciones están presentes en cualquier desafío que enfrentemos. Por supuesto alguien que pretenda sacar adelante una iniciativa, tendrá que hacer una planificación, saber con qué recursos cuenta y a qué se va a enfrentar.
Lo anterior es indispensable, pero si la empresa no se toma con actitud positiva, existen muchas posibilidades de no lograr lo que te propones. Esa falta de positivismo puede conducirnos a la parálisis por miedo a la derrota. Así, el compromiso llega hasta donde el miedo lo permita.
La autoestima se cultiva con el paso del tiempo. La derrota, como posibilidad latente, no tiene por qué dar al traste con los sueños. La actitud positiva deriva de ese amor propio, de esa confianza en uno mismo, y ante el fracaso saca a relucir tus mejores esencias. Entonces la derrota será tomada como una experiencia que fortalecerá a quien la sufre.
Imágenes cortesía de Alexander-Yakovlev y Flora Borsi