Funciones ejecutivas y obesidad: más que fuerza de voluntad
Las funciones ejecutivas se refieren al conjunto de procesos mentales comprendidos entre el desarrollo y el logro de una meta. En este sentido, la relación entre funciones ejecutivas y obesidad ha sido evidenciada en diferentes estudios.
Así, comprender el papel de las funciones ejecutivas en personas con obesidad es clave para comprender que su origen y mantenimiento va más allá de la fuerza de voluntad. Por eso, y a ello, hemos dedicado este artículo.
¿Qué son las funciones ejecutivas?
Las funciones ejecutivas pueden definirse como el conjunto de habilidades implicadas en el desarrollo, ejecución y reajuste de las conductas adecuadas para alcanzar determinados objetivos complejos. No obstante, su significado ha ido evolucionando con el paso del tiempo.
El término fue acuñado en 1982 por Muriel Lezak, una neuropsicóloga estadounidense que, por aquel entonces, las definió como “funciones reguladoras del comportamiento humano necesarias para formular metas, planificar cómo lograrlas y cumplir de manera eficaz el plan“.
Cinco años más tarde, Lezak añadió que toda conducta derivada de un desarrollo ejecutivo óptimo sería creativa y estaría aceptada socialmente. Además, en 2004, añadió que tal comportamiento debía ser intencionado y autorregulado.
Así, podemos decir que las funciones ejecutivas hacen referencia al conjunto de procesos mentales comprendidos entre el desarrollo de una meta y su logro, incluyendo tanto los relativos a la formulación de la meta como los relacionados con la planificación, ejecución y regulación de las acciones encaminadas a conseguirla, sin desconsiderar ni la ética ni la creatividad.
Las funciones ejecutivas evalúan el impacto de las posibles estrategias cuando aparece un problema para el que todavía no tenemos una solución. En términos generales, implican: concentración, reflexión, esfuerzo y control de impulsos.
¿Qué procesos cognitivos se incluyen?
Dentro de las funciones ejecutivas, se reconocen infinidad de procesos cognitivos: anticipación, atención, autorregulación, fluidez de pensamiento, memoria de trabajo, monitorización, organización, planificación, resolución, toma de decisiones, etc., pudiendo destacar:
- Control inhibitorio. Capacidad para detener una conducta en el momento apropiado, resistiendo a los impulsos. Supone estar atento e inhibir comportamientos automáticos e irrelevantes.
Una inhibición insuficiente conduce a la elección de una conducta inapropiada en lugar de aquella que es correcta.
- Flexibilidad cognitiva. Habilidad para cambiar rápidamente de una respuesta a otra. Implica el análisis de las consecuencias de la propia conducta y el aprendizaje a partir de los errores.
Quienes carecen de flexibilidad mental, comenten lo que se conoce como error de perseveración. El sujeto se queda atascado en una idea, pese a que de esta derivan consecuencias negativas.
- Memoria de trabajo. Capacidad para almacenar y manipular la información necesaria para realizar una tarea compleja. En condiciones óptimas, tenemos la capacidad de recordar dicha información cuando necesitamos realizar la tarea para la cual la almacenamos. Se trata de un tipo de memoria a corto plazo, porque la información retenida “se esconde” cuando la tarea ha finalizado.
Las personas que tienen alterada su memoria operativa, encuentran dificultades para volver a realizar con éxito tareas que ya habían realizado en el pasado.
Funciones ejecutivas y obesidad
La investigación disponible ha puesto de manifiesto la relación entre funciones ejecutivas y obesidad; quienes padecen obesidad encuentran alteradas sus funciones ejecutivas. En concreto, se ha observado una escasa capacidad para inhibir impulsos, menor flexibilidad mental, pobre planificación de problemas y dificultad para tomar buenas decisiones.
Las personas con obesidad manifiestan un perfil disejecutivo caracterizado por déficit de control inhibitorio e inflexibilidad del patrón conductual con reducción de la capacidad para tomar buenas decisiones. Además, estas personas muestran una menor coherencia central (capacidad para integrar la información y proporcionar una visión general dentro de un contexto realista). Esto podría explicar su predilección o falta de crítica hacia métodos convencionales que pierden sentido cuando se contextualizan.
Una coherencia central débil supone dar relevancia a los detalles por encima del procesamiento global.
Obesidad y toma de decisiones
Las personas con obesidad tienen grandes dificultades para tomar buenas decisiones. Esta falta de habilidad es consecuencia de un perfil disejecutivo con control inhibitorio insuficiente, inflexibilidad cognitiva y mala memoria de trabajo.
Esto explicaría la falta de adherencia de estas personas a los tradicionales métodos a los que son sometidos (dieta restrictiva y ejercicio); pese a que, a priori, son conocedores de las consecuencias de lo que ocurre y quieren solucionarlo, se resisten al cambio sin saber cómo abordarlo.
La falta de adherencia a los programas de cambio tiene un origen que va más allá del concepto de fuerza de voluntad, tal y como lo conocemos.
Estrés y obesidad
De forma independiente, el estrés crónico es capaz de reducir la red de control ejecutivo y perturbar el comportamiento, también en lo que se refiere a la alimentación. De hecho, parece que son las primeras funciones cognitivas que se alteran cuando las personas están estresadas.
En este sentido, las tareas de atención y control inhibitorio están alteradas en personas con elevados niveles de estrés, tales como las que cuidan de personas con demencia, quienes son pobres y/o aquellas que son maltratadas.
Esto podría explicar la relación entre el estrés y la ganancia de peso más allá del efecto lipogénico del cortisol (hormona del estrés). De hecho, la falta de recursos económicos y un entorno social inestable, ambos estresantes, son algunos de los principales factores de riesgo de obesidad.
Funciones ejecutivas y patrón alimentario
Como ya hemos dicho, las funciones ejecutivas participan en la elección de la conducta más adecuada para lograr el objetivo buscado. Es por ello que se relacionan directamente con la capacidad para elegir alimentos saludables en las cantidades óptimas.
Las funciones ejecutivas están detrás de las dificultades que tienen las personas con obesidad para controlar la ingesta de alimentos en cantidad y calidad.
Al respecto, un estudio elaborado por Wyckoff, Evans, Manasse, Butryn y Forman (2017) en el que participaron 190 sujetos, evidenció que las personas con mejor control inhibitorio y capacidad de planificación consumieron más frutas y verduras.
En la misma línea, otro estudio con 204 estudiantes (Jesinka et al., 2002) asoció una alta impulsividad con una mayor tendencia a comer en exceso en respuesta a emociones negativas. También con una mayor afinidad con alimentos no saludables. Por su parte, Privitera, McGrath, Windus, Privitera, McGrath, Windus y Doraiswamy (2015), asociaron patrones ricos en grasa y azúcar con una menor capacidad para inhibir interferencias.
De acuerdo con lo mencionado, parece que las personas con obesidad tienen dificultades para tomar buenas decisiones en pro de un proceso de cambio que busca potenciar su salud, como consecuencia la alteración de sus funciones ejecutivas. Así, estaríamos ante un reto que, para ser superado, requiere más que fuerza la voluntad.
En el abordaje de la obesidad, las funciones ejecutivas tienen mucho que decir y, por tanto, deben constituir una de las áreas de trabajo.
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