Hércules Poirot: aprendiendo a utilizar las células grises

Hércules Poirot es el eterno detective belga que logró cautivar a un sinfín de lectores de todos los rincones del planeta. Este detective, pintoresco y cómico, consiguió jugar con los lectores y demostrar que, utilizando nuestras células grises, podemos convertirnos en grandiosos detectives.
Hércules Poirot: aprendiendo a utilizar las células grises
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Escrito por Leah Padalino

Última actualización: 16 enero, 2019

Cuando pensamos en novela negra y detectivesca, con frecuencia, la asociamos a la novela, principalmente británica, de principios del siglo XX. Inevitablemente nos vienen a la mente sus protagonistas, detectives pintorescos como Sherlock Holmes o Hércules Poirot. Y, precisamente, el pequeño hombrecito belga es el núcleo de este artículo.

Agatha Christie fue la encargada de darle vida a este singular personaje. Hércules Poirot hizo su primera aparición en la novela El misterioso caso de Styles (1920); a partir de este momento, se convertiría en uno de los personajes más recurrentes de la escritora, llegando a protagonizar 33 novelas y unos 50 relatos breves.

La reina del crimen mantuvo una relación de amor-odio con su personaje, sobre él, llegó a decir: “¿Por qué? ¿Por qué tuve que dar vida a esta pequeña criatura detestable, grandilocuente y tediosa? Sin embargo, confieso que Hércules Poirot ha vencido. Ahora siento un cierto afecto que, aunque me cueste, no puedo negar”.

La fama de Christie creció como la espuma y, al mismo tiempo, lo hicieron personajes como Poirot o Miss Marple. Algunos de sus libros han sido catalogados como los mejores de su género y su obra ha sido traducida a más de 100 idiomas, convirtiéndose en la autora más traducida del mundo. Las ventas la sitúan tan solo por debajo de autores como Shakespeare y obras como La Biblia o El Quijote.

El éxito entre el público no siempre va unido a la adoración de la crítica, por esta razón, para muchos, la obra de Christie no debería catalogarse como literatura, sino como subliteratura o paraliteratura; en otras palabras, una literatura pensada para el público de masas. De lo que no cabe duda es de que se trata de una autora fácilmente identificable y, en especial, esto es gracias a Hércules Poirot.

“La verdad tiene la costumbre de revelarse”.

-Hércules Poirot-

Descubriendo a Hércules Poirot

Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes, era uno de los autores favoritos de Christie. En sus primeras novelas, identificamos un Poirot que sigue la tradición del Sherlock de Doyle y de Auguste Dupin de E.A. Poe. Pero con el tiempo, Christie logró dotar a su personaje de una identidad propia, alejándolo de sus influencias y desvinculándose de la tradición de Doyle.

No sería justo comparar a Poirot con otros detectives del género ni tratar de encajar su sombra en el perfil de Holmes; sino que, por el contrario, merece un análisis a parte. Poirot es un personaje fácilmente reconocible por el público en general, posee un gran número de rasgos distintivos que lo hacen único y lo convierten en un excepcional y peculiar detective; detestable y adorable a partes iguales.

Hércules Poirot

Vanidoso, perfeccionista, metódico, extremadamente organizado, amante de las formas cuadradas y de la simetría, un maniático que roza la pedantería y, sobre todo, belga, muy belga; así podríamos describir a Hércules Poirot. Christie le otorgó la nacionalidad de Tintín a su detective como consecuencia de su contacto con los refugiados belgas durante la Primera Guerra Mundial.

Ese perfeccionismo que caracteriza a Poirot se refleja en su apariencia física. Hércules Poirot es descrito como: bajito, regordete, con un peculiar bigote puntiagudo. Su bigote se encuentra tan perfecto y cuidado que resulta cómico; todo en él está perfectamente calculado, incluso una mota de polvo en su vestimenta lograría perturbarlo y no hay nada que moleste más a Poirot que un cuadro ligeramente torcido.

Un sinfín de manías y extravagancias llevarán a Poirot a situaciones verdaderamente cómicas, que alivian el marco trágico y macabro por el que se mueve el personaje. Esta idea de lo risible en Poirot rompe, de algún modo, con el tópico del tonto burlesco; se aleja del hombre patoso y bonachón que produce la risa, como Sancho Panza. Poirot es un detective sumamente inteligente, capaz de desenmascarar al más atroz de los asesinos tan solo con la observación y la ayuda de sus “pequeñas células grises”. Nadie logra escapar de Poirot, un detective capaz de adentrarse en la psicología del criminal.

Poirot y el crimen

Su obsesión por la perfección conduce a la búsqueda de la misma en cualquier situación, incluso, en la escena del crimen. Las obras de Christie siguen todas una misma estructura: presentación de personajes, crimen, investigación y resolución. Los personajes suelen ser de clase alta, los espacios reducidos y los crímenes motivados por las pasiones o el dinero. Poirot resuelve los crímenes sin ensuciarse, manteniendo el orden y la calma, observando e interrogando, utilizando la psicología y la razón.

De este modo, se sumerge en la mente de los criminales, conecta con el lector y con la psicología. Christie nos propone un juego: ella ha dejado todas las piezas repartidas a lo largo del libro y nosotros, como Poirot, debemos organizarlas para que todo cobre sentido. Y así fue como Christie logró conjugar las claves de “lo que gusta” o “lo que vende”; supo conectar con el público, pero no tanto con la crítica.

Hércules Poirot en el cine

Este tipo de obras, con una estructura sencilla y de temática atractiva, suelen ser susceptibles de llevarse a la gran pantalla. Por ello, no es de extrañar que hayamos visto a numerosos actores luciendo el puntiagudo bigote del detective belga. Adaptar una novela de Christie suele ser sinónimo de éxito en taquilla, pero en realidad, se trata de un arma de doble filo que solo puede salir muy bien o convertirse en un completo fracaso.

¿Por qué iba a fracasar una versión cinematográfica de un personaje tan conocido y querido? Precisamente por su fama, por su singularidad y por la facilidad que tenemos para reconocer al personaje. Si en la pantalla el Poirot que vemos difiere demasiado del de los libros, la sensación va a ser de profundo rechazo. Esto es lo que le sucedió al pobre Kenneth Branagh en 2017 con su Asesinato en el Orient Express y es que, si no has leído el libro, la película puede tener su encanto, pero si conoces al personaje, el detective de Branagh te parecerá de todo menos Hércules Poirot.

Mucha acción, muchas licencias y, sobre todo, un Poirot demasiado ágil, demasiado delgado y poco creíble. Poirot jamás habría recurrido a la violencia, jamás se habría visto envuelto en situaciones con demasiada acción. Es un personaje metódico, tranquilo y pausado, como las novelas de Christie. Igualmente, los hechos que se narran en Asesinato en el Orient Express se dan en un espacio reducido, claustrofóbico, con poca acción y mucho diálogo.

La clave de la obra de Christie es ir descubriendo de forma progresiva y deductiva, moverse por espacios pequeños, bien decorados y lujosos… Algo que, tal vez, no encaja demasiado en el cine de masas del siglo XXI y, por esta razón, la versión de Branagh no termina de cuajar. Al mismo tiempo, la sombra de otra adaptación pesaba en el recuerdo de muchos, la versión de 1974 en la que Albert Finney encarnaba a un gran Poirot (aunque con cierta tortícolis).

Quizás, el paso del tiempo no le ha jugado una buena pasada a este detective; por ello, nos quedamos con las interpretaciones clásicas de Peter Ustinov y, por supuesto, con la magistral de David Suchet que, durante años, ha dado vida a Poirot en televisión. No está mal reinventar una obra, pero ante personajes tan singulares, puede no ser un gran acierto. A veces, es mejor mantener un buen recuerdo que tratar de llenar de luces un lugar ya bien iluminado.

Christie siempre quiso acabar con el personaje que la catapultó al éxito, con el insoportable y adorable Hércules Poirot, por ello, escribió Telón, para “asesinar” al personaje. La escritora guardó la obra en un cajón durante años hasta que, llegado el momento, las células grises de Hércules Poirot tengan que descansar para siempre. Tal fue la popularidad del personaje y el impacto de su muerte que The New York Times publicó el único obituario que se ha dedicado al fallecimiento de un personaje.

“En las pequeñas células grises del cerebro se halla la solución a todo misterio”.

-Hércules Poirot-


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