Ictus: ¿cuáles son las alteraciones emocionales y conductuales derivadas?
Un ictus es un trastorno que puede dejar tras de sí graves secuelas y un nivel de discapacidad entre moderado y grave. Sin embargo, hay otro tipo de secuelas a las que quizá les demos menos importancia, pero que son igualmente importantes, llegando a ser también muy incapacitantes. Son las alteraciones emocionales y de conducta, de las que hablaremos en este artículo.
Lo cierto es que la neurorehabilitación se centra más en la recuperación de las secuelas motoras, como pueden ser la hemiplejía, alteraciones en la marcha, la afasia, los deterioros cognitivos, etc. Estas secuelas son las más frecuentes dentro de un abanico amplio y requieren mucha atención. La realidad es que si no se atienden también las alteraciones emocionales y de conducta, quizá la rehabilitación física no avance como se espera.
¿Qué es un ictus? Datos que deberíamos conocer
Un ictus es un trastorno brusco de la circulación sanguínea cerebral que genera una combinación de síntomas físicos y alteraciones mentales que pueden persistir en el tiempo.
Afecta a 130 000 personas al año y se estima que más de 300 000 presentarán limitaciones funcionales como consecuencia del ictus. Es una enfermedad muy prevalente que va en aumento. Sin embargo, debemos saber que el 90 % de los ictus se pueden prevenir.
Es la segunda causa de muerte en España. Siendo la primera causa de muerte en mujeres. Es la primera causa de discapacidad en el adulto y el 35 % de los afectados estaba en edad laboral, lo que significa que no es un problema que afecte solo a las personas mayores.
Entre todas las consecuencias derivadas, algunas muy graves, encontramos que, en la mayoría de los casos, las personas que se han recuperado de un ictus presentan psicopatología derivada de la percepción de pérdida de capacidad funcional. Estas alteraciones pueden llegar a ser incluso más incapacitantes que las secuelas físicas del ictus.
Alteraciones emocionales más frecuentes
- Emocionalidad patológica o risa y llanto patológico: se refiere a reacciones de llanto o risa desproporcionada con respecto a los estímulos que desencadenan dicha reacción.
- Incontinencia emocional: muy relacionado con lo anterior, podemos encontrar dificultad para regular y expresar las propias emociones. Las manifestaciones pueden ser desproporcionadas o inadecuadas en cuanto a frecuencia, intensidad y duración, o no adecuarse al contexto.
- Fatiga postictus: cansancio intenso ante mínimos esfuerzos mentales o físicos. Puede ir acompañado de sensación subjetiva de agotamiento y de dificultad para iniciar tareas que requieran algún tipo esfuerzo, por mínimo que sea.
- Reacción catastrófica: puede ir acompañado o no de otros síntomas depresivos.
- Apatía: pérdida de interés y placer por casi todas las cosas.
- Anosognosia: falta de conciencia sobre la propia enfermedad. Lo más llamativo es la indiferencia emocional que acompaña a discapacidad.
- Irritabilidad y agresividad: es una de las manifestaciones más comunes. Pueden ser de tipo verbal, físicas hacia objetos y hacia personas.
- Ansiedad o depresión: los síntomas ansioso-depresivos son muy frecuentes por el propio daño cerebral. Sin embargo, un ictus supone una pérdida (de capacidad, de funcionalidad…), lo que supone un proceso de duelo, que también puede derivar en síntomas de ansiedad y depresión.
Son síntomas muy variables de una persona a otra y pueden ser difíciles de diagnosticar y detectar. Sin embargo, se deberían dedicar recursos que favorezcan una adecuada detección e intervención.
Alteraciones conductuales secundarias a un ictus
- Cambios en la conducta social: es la alteración principal y que podría englobar a las demás. Las personas cercanas al paciente suelen referir que su familiar “ya no es el mismo”, que ha cambiado su carácter, su personalidad, su forma de tratar a los demás…
- Infantilismo: es la tendencia a actuar de forma infantil, en cuanto a irresponsabilidad e ingenuidad se refiere.
- Rigidez: la rigidez en el comportamiento es otro de los síntomas principales. Se refiere a la incapacidad para cambiar planes preestablecidos. Esto puede ocurrir por una reducción o déficits en la memoria de trabajo.
- Egocentrismo: es muy habitual en estos pacientes e implica incapacidad para ponerse en el lugar de los demás.
La conducta social adaptativa requiere entender la visión de los demás, su forma de ver el mundo y entender su perspectiva. Esta capacidad es lo que se conoce como teoría de la mente.
La carencia o el deterioro de la capacidad de mentalizar puede provocar que no seamos capaces de entender a las personas de nuestro alrededor y no seamos sensibles a sus necesidades, lo que dificulta bastante las relaciones sociales.
La importancia de atender a estas alteraciones
Como hemos visto, las alteraciones emocionales y conductuales son reacciones naturales derivadas del propio ictus. Pero pueden tener consecuencias negativas en la recuperación del paciente. Una buena predisposición y motivación son fundamentales para que la rehabilitación avance de manera positiva y para que la recuperación del paciente sea lo más rápida posible.
Por ello, lo ideal sería que, en paralelo a la neurorehabilitación y la rehabilitación neuropsicológica, los pacientes y sus familias reciban ayuda psicológica para manejar de manera adecuada estas alteraciones y no supongan una traba a la recuperación.
También es importante atender al estado emocional de la familia o los cuidadores principales de los pacientes.
Cuidar de personas dependientes es un trabajo heroico que muchas veces puede afectar al estado psicológico de los cuidadores. Y si los cuidadores no se encuentran bien, la calidad de los cuidados puede verse mermada. No hay mejor forma de cuidar a alguien que cuidarnos primero a nosotros, para poder ofrecerles ayuda valiosa.