¿Por qué ser introvertido no significa ser tímido?
En el lenguaje popular, «introversión» y «timidez» son, a menudo, sinónimos. Sin embargo, ser introvertido no significa ser tímido. Si bien es común ver ambas características juntas, sería una falta de correlación enlazarlas.
¿En qué se diferencian? Eso es lo que responderemos en este espacio, además de explorar con mayor profundidad las consecuencias de las dos particularidades. ¡Comencemos!
Ser introvertido no significa ser tímido: ¿por qué?
Es cierto que tanto las personas tímidas como las introvertidas tienen ciertas reservas a la hora de abordar la interacción social. No obstante, hay una disimilitud crucial: se entiende por timidez la sensación de ansiedad o malestar a la hora de interactuar con los demás o participar en ciertos escenarios, como una fiesta multitudinaria.
La timidez conjuga sentimientos de temor al juicio ajeno o miedo al rechazo.
La introversión, en cambio, es un rasgo de personalidad determinado por preferir la soledad y la tranquilidad. Al contrario que alguien extrovertido, estos individuos recargan su energía en su mundo interior.
Por tanto, la diferencia principal se basa en la motivación para socializar: la persona tímida lo evita por miedo y la introvertida abraza la soledad con el fin de recargarse.
De hecho, los estudios indican que las bases neurales son diferentes. Tal y como se advierte desde Social Neuroscience, las personas tímidas, ante la presentación de caras con expresiones de enfado o ira, reclutan redes neuronales en la corteza cingulada anterior dorsal derecha, relacionada con el miedo y las respuestas de monitorización del conflicto.
Por otro lado, el eje de personalidad extroversión-introversión se vincula con activaciones en regiones de la corteza cingulada anterior, la prefrontal dorsolateral, la circunvolución temporal media y la amígdala. Así nos lo hacen saber un grupo de investigadores a través de Neuroscience Bulletin.
¿Rasgos de personalidad o trastornos mentales?
Ser introvertido no significa ser tímido. Es importante resaltar que ambas características son rasgos de personalidad y no trastornos. Si bien existen en un continuo y podrían considerarse trastornos, en caso de llegar a polos donde se ve afectado el desempeño diario, es un error patologizar a las personas que no disfrutan en gran medida del contacto social.
Consecuencias perjudiciales de la timidez y la introversión
Aunque ser introvertido no significa ser tímido, sí es cierto que ambos rasgos de personalidad acarrean algunas consecuencias negativas, sobre todo cuando son excesivos. En este sentido, trastornos como la ansiedad social o desarrollar problemas de autoestima podrían volverse reales.
Debido a ello, muchas personas se lanzan a mejorar sus habilidades sociales. De esta manera, se aumenta la satisfacción en las relaciones de todos los tipos. No se busca ser la persona más sociable del mundo, sino aprovechar esos momentos de compañía y crear recuerdos agradables.
Técnicas útiles para mejorar en las relaciones sociales
La terapia más utilizada en esos casos es la cognitivo-conductual. McManus et al. (2000) comprobaron la efectividad de tal técnica para mejorar en los síntomas de la ansiedad social, la falta de autoestima y aumentar la satisfacción en las relaciones.
Cuando no se habla de patología, también hay estrategias que favorecen las habilidades sociales. Una de las más empleadas es el mindfulness, una forma de meditación de atención plena que arroja buenos resultados para ayudar a desarrollar el autoconcepto, la empatía y las relaciones.
A nivel personal, siempre es bueno desarrollarse en el establecimiento de límites y aprender a gestionar mejor el tiempo. El objetivo de todo ello siempre será encontrar un equilibrio entre ratos en soledad y el disfrute de la participación social.
El entrenamiento en habilidades sociales también es una buena herramienta para aquellas personas que, sin sufrir ningún trastorno, quieren mejorar la satisfacción en sus relaciones.
Ser introvertido no significa ser tímido… y eso está bien
Vivimos en una cultura donde se fomenta la socialización, pues es un aspecto indivisible de nuestra naturaleza gregaria. No obstante, socializar no puede convertirse en una ley ni idealizarse, ya que de lo contrario se estigmatiza y presiona a las personas que disfrutan de su tiempo a solas.
Aparte, siempre se debe prestar atención a los síntomas de un trastorno que afecte a las relaciones, como la ansiedad social. En estos casos, tampoco se buscará que el individuo se vuelva extrovertido, sino que viva sin sufrimiento psicológico y disfrute de sus seres queridos.
Reconociendo y valorando la variedad de personalidades lograremos una sociedad más pacífica e inclusiva. Para ello, no solo hay que recurrir al trabajo de profesionales de la psicología, sino también revisar los propios valores y desarrollar la empatía. Sin una sociedad tolerante y que aprecie lo bueno de cada persona, nunca nos podremos desviar de la norma sin sentir presión.
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