Según la ciencia, nos volvemos más introvertidos con la edad

Reflexivos, reservados, introspectivos y amantes de los instantes de soledad. Parece que, a medida que vamos cumpliendo años, el mundo exterior deja de tener tanto interés para nosotros... ¿Te está pasando lo mismo? Te explicamos la razón.
Según la ciencia, nos volvemos más introvertidos con la edad
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 11 abril, 2024

Stephen Hawking solía decir que «las personas silenciosas tienen las mentes más ruidosas». Es cierto que los que orbitan por un universo personal más introvertido se deleitan de un cosmos privado de pensamientos más profundos, más imaginativos, quizá. Sin embargo, no todos somos totalmente introvertidos o extrovertidos.

Aunque cada uno de nosotros tenemos un estilo de personalidad y de comportamiento, es común manifestar en ciertos momentos matices de ambos polos. Estamos, por tanto, dentro de un espectro, rondando a menudo en ese punto intermedio en el que manifestar ambas características según qué circunstancias. Y que esto sea así es bastante normal.

Ahora bien, la ciencia y los expertos en esta materia, como la psicóloga Susan Cain, nos señalan un dato de lo más interesante. A medida que maduramos y cumplimos años, los factores asociados a la introversión se van quedando en nosotros. A este fenómeno lo ha llamado «maduración intrínseca». Veamos en qué consiste.

«Su visión se aclarará solo cuando pueda mirar dentro de su propio corazón».

-Carl Jung-

Chico caminando entre montañas representando que nos volvemos más introvertidos con la edad
Nuestras personalidades se atemperan y se vuelven más tranquilos, con menos necesidades de socialización.

¿Por qué nos volvemos más introvertidos con la edad?

Podríamos decir que es una percepción casi general. A medida que soplamos velas en nuestros cumpleaños, hay aspectos de nosotros mismos que van cambiando. Se liman matices, se recorta la impulsividad, abrimos espacios para la reflexión y hasta dejamos de poner la mirada de forma tan constante en nuestro exterior. Importa más lo que sucede dentro, también en nuestras esferas sociales más íntimas.

Al fin y al cabo, la juventud, seamos o no introvertidos, sitúa casi siempre nuestra atención en socializar, en trazar relaciones, en acumular experiencias. Porque los introvertidos, no son tímidos ni asociales, también ellos disfrutan de esos instantes -puntuales- de efervescencia y de conexión con los demás.

En nuestras primeras décadas de vida abrimos demasiados nuestros filtros dejando entrar a todo tipo de personas. Crecer, madurar, nos convierte también en figuras más selectas que cuidan a quien permiten entrar al umbral de su corazón. Nos retrotraemos un poco más a las circunvoluciones de nuestra soledad para descubrir que ese, es un espacio muy gratificante…

«Los altos niveles de extroversión probablemente ayuden con el apareamiento, razón por la cual la mayoría de nosotros somos más sociables durante nuestra adolescencia y juventud». 

-Susan Cain-

La estabilidad emocional y la maduración intrínseca

Susan Cain es una conocida escritora y conferenciante que ha popularizado lo que se define como la «revolución silenciosa». Libros como The Power of Introverts in a World That Can’t Stop Talking destacan el valor de esta personalidad en medio de una sociedad que, tradicionalmente, siempre ha valorado más el carácter extrovertido.

Hace unos años publicó un artículo argumentando por qué nos volvemos más introvertidos con la edad. Cumplir años nos permite, por término medio, ganar en estabilidad emocional. Ya no necesitamos de esas dosis de dopamina y de adrenalina con las que «sentirnos vivos»; dejamos de ser dependientes de esos chutes emocionales para apreciar más la calma, la serenidad.

El Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, de Baltimore, destacó también en una investigación este dato. Por ejemplo, llegar a la mediana edad nos acerca a lo que en psicología definimos como maduración intrínseca. Es decir, se eleva la amabilidad, la conciencia, el equilibrio y la introspección. Muchas de esas tendencias más impulsivas, por ejemplo, se disuelven para dar paso a la templanza.

La introversión en la madurez tiene sentido evolutivo

Las personas no somos entidades invariables. La ciencia ya nos ha demostrado que podemos cambiar, que ciertos elementos de nuestra personalidad pueden dar paso a unos nuevos y así, evolucionar. Bien es cierto que no todo el mundo lo hace, es decir, no todos alcanzan esa madurez intrínseca, quedándose en esa fase inmadura y, a menudo, disfuncional.

Lo que nos señala la doctora Susan Cain es que, si nos volvemos introvertidos con la edad, es por un hecho muy concreto. Desarrollar una mayor introversión tiene un sentido evolutivo y es alcanzar un sentido a nuestra vida. Mientras en la primera mitad somos como exploradores en busca de experiencias y aprendizajes, la madurez nos promueve a otras conductas.

Ya no sentimos el deseo casi constante por acudir a eventos sociales. Hay una mayor necesidad de estar en casa, con nuestros hijos y pareja (si las tenemos). La impulsividad se reduce para dar paso a esa introspección desde la que encontrar significados vitales más profundos y favorecer una madurez y un envejecimiento más satisfactorios.

«Si la tarea de la primera mitad de la vida es exponerse, la tarea de la segunda mitad es dar sentido a dónde has estado».

-Susan Cain-

Pareja de adultos mayores simbolizando que nos volvemos más introvertidos con la edad
Ciertos rasgos de introversión nos pueden permitir tener un envejecimiento más significativo.

La personalidad puede cambiar, el temperamento no

La mayoría nos volvemos más introvertidos con la edad, es cierto. Si ya lo éramos, esos matices no hacen más que cristalizarse, que asentar ese modo de ver el mundo, de orientar nuestra energía, de relacionarnos y de adaptarnos a nuestro entorno. En caso de que seamos extrovertidos, esa esencia no varía, pero se le añaden esos matices que, como nuevos ingredientes, enriquecerán nuestra existencia.

Esto es así porque, aunque nuestra personalidad puede variar, el temperamento no lo hace. Recordemos, el temperamento es esa predisposición emocional congénita que orquesta nuestro humor y motivación. Por lo que el perfil extrovertido seguirá siendo alguien muy sociable y muy hábil en su interacción con el entorno.

Sin embargo, percibirá como, poco a poco, ya no tiene tanto interés en conocer gente nueva. Se deleitará de los momentos en soledad y su energía, su motivación, ya no estará tan centrada en lo externo, sino en los espacios más íntimos de sí mismo y de las personas que forman parte de su vida. Es un proceso de gran interés y que no está exento de beneficios para nuestra salud mental.


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