Irnos a la cama enfadados o preocupados, una mala costumbre
Irnos a la cama enfadados o preocupados es una mala costumbre que practicamos con frecuencia. Lo hacemos casi sin darnos cuenta, porque cuando las emociones toman el control, solemos dejar caer la cabeza en la almohada pensando que quizá, al día siguiente, toda bruma se habrá escampado. Sin embargo, el amanecer rara vez resuelve algo por sí mismo; al final, los problemas siguen estando presentes.
A muchos nos ha pasado. Discutimos con nuestra pareja y lejos de solucionar esa desavenencia, recurrimos al reproche, a la palabra desafortunada y a ese silencio que llevarnos bajo las sábanas donde dormir espalda contra espalda, envueltos en el infantil orgullo y la desavenencia. Así, al propio desazón se le añade el mal descanso, y a menudo, hasta una larga noche de insomnio.
Dormir mal deriva casi siempre en una mala mañana, en un cuerpo agotado y una mente que no logra pensar con claridad. En este estado, resulta muy complicado hallar ánimo e ingenio para resolver con acierto esa diferencia con nuestra pareja. Irnos a la cama enfadados, tal y como señala el viejo refrán, no es lo más acertado.
Es más, estudios recientes nos indican que incluso logrando descansar unas horas, acostarse con el peso de las emociones negativas afecta a nuestro cerebro. Este es un dato curioso a tener en cuenta. Conozcamos más datos sobre el tema.
“Quien no puede dormir es porque cree que debe vigilar”.
-Bert Hellinger-
¿Por qué no deberíamos irnos a la cama enfadados o preocupados?
Irnos a la cama enfadados o preocupados provoca algo más que despertarnos malhumorados: perdemos incluso una buena parte de nuestro potencial cognitivo. Es decir, procesos como la memoria, la capacidad reflexiva, la creatividad y esa calma interna con la cual afrontar los problemas de manera más activa y proactiva se reduce.
Decía Sherlock Holmes que la solución a todo problema es un buen descanso. Sin embargo, tan buen consejo solo se cumple según los expertos si somos capaces de una cosa: de meternos en la cama siendo capaces de dejar esas preocupaciones a un lado. Recostar la cabeza en la almohada con la mente ligera, despejada y orientada solo a un objetivo, el de conciliar un descanso reparador sí ayuda y sí es saludable.
En caso contrario, si nos acostamos con la bruma de la presión, con la nieblina del estrés que carcome, de la ansiedad o de ese enfado que arrastramos desde hace unas horas con alguien en concreto, lejos de ayudar intensifica el malestar. Porque un estado emocional negativo no solo dificulta alcanzar un sueño reparador, además tiene un impacto en nuestro cerebro.
El cerebro y el impacto de las emociones negativas durante el descanso
La doctora Yunzhe Liu, de la Universidad Normal de Beijing realizó un estudio en colaboración con la University College London sobre este mismo tema. Quería saber qué efecto tenía el hecho de irnos a la cama enfadados o preocupados. Así, algo que en lo incide en primer lugar, es en lo importante de gestionar nuestras emociones y preocupaciones para lograr acostarnos en un estado más relajado.
Algo que se ha podido ver mediante resonancias magnéticas es que el efecto de dormir con una carga elevada de ira, de angustia y estrés, altera diversas áreas cerebrales. Ahora bien, se trata de un efecto acumulativo. Es decir, no por discutir con la pareja e irnos a dormir enfadados un día aislado y puntual vamos a notar algo. Los cambios se suceden cuando esto se convierte en una práctica común.
Lo mismo ocurre con el estrés laboral y la preocupación constante. El hecho de acostarnos con esa impronta negativa, semana tras semana, termina alterando al cerebro diversas maneras:
- El hipocampo, estructura relacionada con nuestra memoria y emociones, reduce su tamaño.
- Cuando estamos enfadados la actividad de nuestros lóbulos frontales, responsables del pensamiento más racional y de las tareas ejecutivas, se reduce. La mente asume entonces la clásica visión de túnel, es decir, solo vemos una parte de la realidad, la más negativa, somos incapaces de relativizar y fallan los recursos para resolver problemas de manera más reflexiva y creativa.
- Nuestra memoria empieza a fallar. El cerebro no puede llevar a cabo sus tareas con efectividad durante esas horas nocturnas, y ello se nota en la dificultad para consolidar nuevos recuerdos.
No te lleves tus problemas a la almohada
Siempre nos lo han advertido: irnos a la cama enfados o preocupados no es bueno. Sin embargo, a veces pasamos épocas en que los problemas oprimen más de la cuenta y la mente, empieza a llenarse de nudos, de arrecifes donde quedarnos largamente encallados. ¿Qué hacer entonces para no llevarnos esas tensiones a la almohada?
Lo primero es evitar que toda esa tensión y angustia se acumule. Los problemas que surgen hoy se resuelven lo antes posible, las desavenencias que aparezcan en nuestra relación afectiva o con cualquier otra persona, se afrontan en el momento. Porque todo aquello que se deja para mañana no siempre se resuelve por sí solo, sino que en la mayoría de las ocasiones se complica más aún.
Lo ideal es descansar la mente y el cuerpo en la cama lo más ligeros posibles de emociones negativas. Técnicas como la relajación, la meditación o la respiración profunda pueden ayudarnos. También un baño caliente, así como disfrutar de un buen rato de lectura en la cama mientras dejamos que el sueño nos venza por sí solo.
Una mente en calma duerme mejor y, por tanto, nos ayuda también a vivir de manera más plena, más saludable.
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- Liu, Y., Lin, W., Liu, C., Luo, Y., Wu, J., Bayley, P. J., & Qin, S. (2016). Memory consolidation reconfigures neural pathways involved in the suppression of emotional memories. Nature Communications, 7. https://doi.org/10.1038/ncomms13375