¿Es la cirugía estética la solución?
Es posible que alguna vez hayas pensado en recurrir a la cirugía pensando que esa sería la solución definitiva a ese complejo que te lleva incomodando desde hace bastante tiempo e incluso quizás lo hayas hecho ya.
Si es así, me gustaría que pensaras por un momento si por el hecho de haberte operado o haber intervenido alguna parte de tu cuerpo, tus complejos e inseguridades han desaparecido. Realmente no lo creo ya que no es lo que suele ocurrir.
Si aun no has dado el paso de meterte en un quirófano para arreglar una parte de tu cuerpo que supuestamente es un defecto -o así lo ves tú- me gustaría que siguieras leyendo.
Es de respetar el hecho de que cada cual haga con su cuerpo lo que le plazca; se añada, se reduzca o se modifique lo que le venga en gana, pero no está de más saber que desde un punto de vista psicológico las inseguridades no se solucionan por medio de un bisturí.
¿Necesitas ser bello?
A todos nos gusta estar físicamente bien, gustar a los demás, que nos hagan cumplidos o nos brinden halagos y no creo que sea distinto para nadie. Defiendo el hecho de que haya que cuidarse a nivel físico y mental, comer bien, hacer deporte y mantenerse sano.
Pero, ¿dónde se encuentra el límite entre desear lo que acabamos de comentar y necesitarlo? Es importante esclarecerlo, pues necesitar ya implica que tenemos que poseerlo sí o sí y que haremos lo que sea para tenerlo porque si no es así, nuestra felicidad puede caer en picado.
El problema existe cuando nuestra autoestima está condicionada seriamente por un complejo físico. Cuando pensamos que si nos operamos vamos a ganar en amor hacia nosotros mismos o incrementar el que nos profesan los demás, de manera que indirectamente crezca nuestro nivel de felicidad.
Nada más lejos de la realidad: si no eres feliz con lo que ya tienes, tampoco lo vas a ser con lo que te falta, aunque pienses que esa es la solución.
En psicología nos encontramos con el trastorno dismorfofóbico corporal. En este trastorno la persona mantiene una preocupación importante y fuera de lo normal por algún defecto percibido en las características físicas. Esta preocupación excesiva por el cuerpo o por algún defecto específico hace que quien la sufre viva en un continuo estado de insatisfacción.
Una preocupación, que por otro lado, no es raro que termine siendo tratada por un cirujano plástico en vez de por un psicólogo, haciendo que el paciente derive la preocupación a otro lado del cuerpo o que la fije en el mismo, albergando unas expectativas respecto a las operaciones que son imposibles de cumplir.
El problema es que estas personas nunca encuentran un limite a partir del cual conformarse. Incluso, aunque su cirujano les aconseje que no se realicen más operaciones, si los recursos económicos se lo permiten no dudan en invertir en cirugía.
Finalmente, tras tantas operaciones e intervenciones de carácter estético, acaban empeorando su físico, el cual carece ya de naturalidad y humanidad. Es la paradoja de la psicología: lo que temo tanto lo acabo consiguiendo, encontrándome con ello.
Un ejemplo claro lo tenemos en la famosa estrella Michael Jackson, pero existen multitud de casos, quizás menos extremos pero que basaban su felicidad en un físico bonito.
Cirugía vs Terapia
¿Cuándo está bien recurrir a la cirugía y cuando a la terapia psicológica? Un buen límite sería cuando empiece a estar implicada nuestra autoestima, cuando un aspecto de nuestro cuerpo nos genere tal preocupación que ocupe uno de los lugares más altos en nuestra escala de prioridades.
Si yo soy una persona con una alta autoestima, que no necesito la aprobación de los demás, que no necesito un físico perfecto y que soy consciente de que mi felicidad no depende de ser más o menos bello, pero tengo un defecto puntual que me gustaría mejorar, es sensato recurrir a la cirugía.
Sin embargo, si soy una persona insegura, con baja autoestima, con miedo al rechazo o a la no aprobación y que pienso que ser guapo es muy importante en la vida e incluso necesario para ser feliz, entonces has de ir a terapia.
No te estás aceptando a ti mismo con tus defectos y estás actuando desde la emoción, desde el miedo y precisamente desde ahí es desde donde nunca tendríamos que actuar.
Puedes operarte hoy y a corto plazo sentir cierto placer o gratificación, pero te aseguro que mañana estarás preocupado por otro defecto y así hasta que aprendas a aceptarte incondicionalmente. El problema no está en tu físico sino en lo que piensas sobre tu físico y sobre ti como persona.
Respondas más o menos a un canon de belleza, obtengas puntuaciones en los test de inteligencia altas o bajas o tengas más o menos dinero en tu cuenta, en terapia aprenderás a amarte porque darás valor a lo que verdaderamente importa: nuestra capacidad de colaborar, de disfrutar los unos con los otros, de vivir la vida y apreciar lo que tenemos.
El resto de cosas no son auténticos valores, son simplemente cualidades o características que podemos o no poseer, pero no determinan para nada la felicidad como podemos comprobar en infinidad de casos, tanto famosos como anónimos.
Nadie es más feliz por ser guapo, inteligente, exitoso o millonario. De hecho, a muchas personas estas cualidades les convierte en esclavos y se pasan su vida buscando más y más de lo que ya tienen porque no han aprendido que la auténtica felicidad se encuentra en las pequeñas cosas. Pero, sobre todo, en como apreciamos lo que poseemos y no nos quejamos de lo que nos falta.