Si queremos niños creativos, propongamos una educación que valore la creatividad

Con la creatividad se nace, no se hace. Sin embargo, hay que ejercitarla para que se convierta en un aspecto importante en nuestras vidas.
Si queremos niños creativos, propongamos una educación que valore la creatividad
Sergio De Dios González

Revisado y aprobado por el psicólogo Sergio De Dios González.

Última actualización: 19 diciembre, 2022

La creatividad es una cualidad bien vista y mejor valorada, siendo una de las razones de este aprecio su escasez. Cada día, en las escuelas, las dinámicas de aprendizaje van relegando esta aptitud que todos atesoramos en algún grado. ¿Cómo podemos exigir o recuperar lo que nos arrebatan desde bien pequeños?

Esta incoherencia provoca que, poco a poco, perdamos nuestra capacidad para reflexionar y para opinar de forma original sobre lo que ocurre. De esta manera, se produce una amputación del Yo. Ya no somos seres únicos, sino meras copias los unos de los otros. Algunos de los que se atreven a desviarse del camino son también aquellos que logran el éxito, pero ¿a qué precio? Pagando, por ejemplo, con el rechazo de sus seres queridos: incapaces de comprender cómo alguien puede complicarse la vida de ese modo.

Hoy en día cada vez más se valora la creatividad en los trabajos, pero ¿no debería cambiar algo en la forma de enseñar para que esto en vez de escasear fuese abundante?

La creatividad: luz en un mundo de personas grises

¿Qué hay de aquel niño al que le encantaba dibujar? ¿Y a aquel otro que hablaba por los codos? Al crecer y convertirse en adultos estas inclinaciones se inhiben o se normalizan. Hablamos de personas totalmente diferentes. Reservadas, metódicas y muy eficaces en su trabajo, pero… ¿felices? El siguiente corto reflejará mucho mejor a lo que nos estamos refiriendo con todo esto:

Es cierto que en las escuelas hacen bien en mantener un grado de pragmatismo y de unificación, por llamarlo de alguna manera. Una educación que también nos dicta reglas y límites comunes que todos tenemos que respetar. Sin embargo, esto debería estar en equilibrio con otra parte, la parte en la que nos descubrimos a nosotros mismos, desarrollamos lo que nos gusta y perseguimos nuestros sueños.

A la protagonista del corto le encanta dibujar. Sin embargo, su disposición es censurada. Es cierto que la ortografía es importante, pero no es necesario cortar, limitar y enclaustrar aquello que anima y hace feliz a un niño. Se puede conseguir el equilibrio, buscar aquello que compense esa actividad tan tediosa como es copiar y memorizar. Incluso podríamos buscar una manera de enseñar que fuera más acorde con los intereses del pequeño.

Los niños aprenden a copiar y a memorizar en la escuela, pero ¿dónde ha quedado el espacio para la creación?

En las escuelas, y el sistema educativo en general, harían bien en encontrar y sostener este equilibrio. Clases que inculquen conocimientos, pero que también permitan a los niños crear y expresarse, buscar quienes en realidad son. La educación a la que estamos acostumbrados no tiene en cuenta a la persona, sino al grupo. De esta forma, se aprende que hay que acatar normas y comportarse de determinada manera para ser aceptado, respetado y querido.



Padres y profesoras que orientan

Los padres y los profesores tienen un papel preponderante a la hora de orientar a los niños, muy alejado de imponerles cómo deberían ser y qué deberían ser. Hay una frase muy conocida de Einstein que dice “No se puede juzgar a un pez por su habilidad para trepar a un árbol. De ser así, viviría toda su vida creyendo que es un inútil”. Eso pasa con los niños, piensan que son tontos por no ser como los demás o por no seguir el camino que los adultos (ciegos y sordos) refuerzan, pero es que ellos ¡son únicos!

Actualmente, hay algunas escuelas que han emergido como pioneras con un modelo de educación diferente, que favorece la creatividad y que intentan plantarle batalla al aburrimiento que inspira la didáctica tradicional. Sin embargo, siguen siendo escasas y no tienen la visibilidad que merecen. Hablamos, por ejemplo, de la escuela Sadako (Barcelona) y o del colegio O Pelouro (Pontevedra).

Pero, aún se pueden escuchar en las aulas o por parte de los padres frases del estilo “eso no tiene sentido”, “no digas burradas”, “sé realista”, etc. Los sueños de los niños se van apagando, ya no aspiran a ser astronautas. Se limitan a pensar en cómo trasformar su futuro en un dinero que les permita sobrevivir y no en una pasión que les permita vivir. Porque eso, según sus padres y profesores, es un objetivo más cabal y realista, cuando la realidad todavía no se ha manifestado y el pasado no necesariamente predice el futuro.

Sin embargo, hay quien, a pesar de esta educación, termina alejándose de toda esa aceptación social y busca sus sueños aunque tenga que pagar el precio de la soledad. Personas como Steve Jobs o Bill Gates se alejaron del aburrimiento de las clases para hacer lo que querían, incluso con el enorme riesgo que eso entrañaba. Lo más curioso es que no ocurrió nada de eso, sino que lejos de lo que cualquiera pudiera creer, fueron capaces de pensar que se podía trabajar con una tecnología mejor de la que entonces existía.

La creatividad es confiar en el instinto, es ser auténtico, es arriesgar, es atreverse. Quien no se atreve se vuelve gris, como en el corto que vimos. Personas que se mueven casi por inercia, a las que les pasa el tiempo sin sentido. Pero, ¿para esto vivimos? En los niños está la clave. No pidamos lo que desde pequeños les arrebatamos. La creatividad hay que potenciarla en las escuelas, pero también en los hogares. Es un trabajo de todos, porque todos somos responsables, como sociedad, del futuro de las generaciones que nos sigan.

“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.

-Albert Einstein-


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  • Summo, V., Voisin, S., & Téllez-Méndez, B. A. (2016). Creatividad: eje de la educación del siglo XXI. Revista iberoamericana de educación superior7(18), 83-98.
  • Restrepo, K. J. G., Arias-Castro, C. C., & López-Fernández, V. (2019). Una revisión teórica de la creatividad en función de la edad. Papeles del Psicólogo40(2), 125-132.

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