La culpa, uno de los mayores enemigos de la felicidad
La culpa es por encima de todo, una emoción. Sigmund Freud ya señaló en su momento que pocas dimensiones eran tan complejas para aceptar como este estado. De ahí que alcemos toda una serie de mecanismos de defensa para no afrontarla como merece, de ahí que derivemos en muchas ocasiones en situaciones donde la ansiedad y la angustia acaban haciendo mella en el bienestar.
Decía Concepción Arenal, una de las principales fundadoras de la acción social que “cuando la culpa es de muchos, la culpa no es de nadie”. Así, quería dar a entender que el valor de la culpabilidad está principalmente ligado al marco cultural en el que nos encontramos y, en concreto, al valor moral en el que se nos ha educado.
De hecho, antropólogos y sociólogos han propuesto también numerosas hipótesis sobre este tema, que como vemos, trasciende a menudo el territorio de la psicología. Lo cierto es que las causas de ese sentimiento de culpa está relacionado a menudo con una lucha entre los valores establecidos. También a la oposición con el propio sentido común, que empuja a actuar de una manera determinada.
“El hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.”
-Oscar Wilde-
La culpa, la emoción que destruye poco a poco
Una persona puede sentirse culpable por algo que hizo, por algo que no hizo, por algo que pensó que hizo, o por no hacer lo suficiente por alguien. Pocas emociones resultan tan problemáticas y a la vez peligrosas. No podemos olvidar, por ejemplo, que quien carga con este lastre, a menudo acaba haciendo daño a otros proyectando sobre los demás la propia culpa.
Así, estudios como los llevados a cabo por June Price Tangney y Jeff Stuewig, de la , Universidad George Mason, Fairfax, Virginia, nos señalan algo interesante. A menudo, al sentimiento de culpa se le añade otra dimensión: la vergüenza. Nos avergonzamos de nosotros mismos por no haber actuado en un momento dado como deseábamos.
La culpa y la autoestima
Las implicación de la culpa puede socavar la autoestima. Distorsionamos nuestra realidad, tenemos un diálogo interno negativo y desarrollamos una visión sobre nosotros mismos muy desgastante.
- El desgaste emocional que se experimenta, cursa con fatiga, indefensión y a menudo hasta con rabia. Nos odiamos a nosotros mismos y en ocasiones, hasta proyectamos este malestar en los demás.
Los tres componentes de la culpa
El ciclo de la culpa se alimenta de tres dimensiones básicas: falta de autoaceptación, vergüenza y malestar. No importa lo que hagamos o dejemos de hacer, en el día a día todo acto o nos llevará a ese punto donde reside el sentimiento de culpa. Todo pensamiento, toda dinámicas en la que estemos inmersos, acabará orillando en esa herida interna que no reparamos o afrontamos como es debido.
La falta de aceptación hacia nosotros mismos y esa visión crítica nos va carcomiendo de manera inevitable. Más tarde aparece la vergüenza, que no es más que el rechazo hacia la propia persona. Estos dos componentes intensifican en el día a día un mayor malestar.
Terapia para afrontar la culpa
La Terapia de aceptación y compromiso (ACT) es un buen marco terapéutico para afrontar este tipo de situaciones. Nos permitirá lo siguiente:
- Reconocer los pensamientos negativos, aceptarlos como parte de lo que somos en este momento.
- Comprometernos a generar cambios.
- Abrazar y aceptar nuestros errores, ser más compasivos con nosotros mismos y fortalecer la autoestima.
Asimismo, también será adecuado tomar las siguientes medidas.
- Poner distancia de personas que no dudan en alimentar el sentimiento de culpa sobre nosotros. Hay individuos con una habilidad especial para elevar nuestra ansiedad, para desgastarnos, para vulnerar autoestimas.
- Ejercicios mentales de relativización del conflicto: mediante esta técnica aprendemos a visualizar la situación desde un prisma externo, ahí donde controlar las emociones y tener una mayor sensación de control.
- Liberarse del sentido obsesivo de responsabilidad. El escritor Fiodor Dostoievski aseguraba que “es culpa mía, culpa mía personal, si el mundo va mal”. Este atormentado autor en cuyas obras se desvela un gran valor psicológico dio con esta frase la clave principal para no sentirse culpable por todo. La persona aquejada de culpa constante debe aprender a aceptar el mundo tal como es independientemente de como quiera que sea.
Para concluir, aunque en muchos casos podemos gestionar la culpa por nosotros mismos cambiando el enfoque y mejorando nuestra autoestima, en ocasiones, es necesario solicitar ayuda experta. No podemos dejar de lado que la culpa puede volverse crónica y sumirnos en estados de gran desgaste psicológico.
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- Turan, N., y Cohen, TR (2015). Vergüenza y culpa. En Encyclopedia of Mental Health: Segunda edición (pp. 144–146). Elsevier Inc. https://doi.org/10.1016/B978-0-12-397045-9.00067-7
- Tangney, JP, Stuewig, J., & Mashek, DJ (2007). Emociones morales y comportamiento moral. Revisión anual de psicología , 58 (1), 345–372. https://doi.org/10.1146/annurev.psych.56.091103.070145