La curiosidad morbosa: una conducta habitual en el mundo digital
La curiosidad morbosa forma parte del repertorio instintivo del ser humano. Señalaba Plutarco que el morbo es la desobediencia de la razón y que todos, de algún modo, lo hemos practicado alguna vez. Es poner la mirada en la cerradura de lo prohibido, es abrir la llave de lo socialmente inaceptable para adentrarnos en dimensiones incómodas y por qué no, hasta perversas.
Todos recordamos sin duda el primer y ya polémico capítulo de Black Mirror titulado The National Anthem. En él, se nos presentaba una situación cuanto menos controvertida. Un miembro de la familia real británica había sido secuestrada. Los captores pusieron como condición para entregarla de vuelta que el Primer Ministro debía tener sexo con un cerdo ante todos los televidentes.
No revelamos el desenlace del capítulo para evitar spoilers a quienes no conozcan esta producción. Sin embargo, sí podemos adelantar que la expectación fue máxima y que la audiencia no dudó en presenciar la grotesca escena. Este es un claro ejemplo de un fenómeno en el que se traspasa lo moralmente correcto para derivar en la curiosidad morbosa o mórbida.
La curiosidad morbosa y el universo de Internet
Señalábamos al inicio que todos, en algún momento, hemos experimentado la picazón de la curiosidad morbosa. Así, y por lo que nos señalan estudios de investigación como los realizados en la Universidad de Ámsterdam, el ser humano se siente a menudo secretamente atraído por esas escenas en las que lo morboso está presente. Y que esto suceda forma parte de nuestro repertorio instintivo.
En este trabajo por ejemplo, se demostró que dicha conducta es algo que se evidencia de forma recurrente en Internet. Y no nos referimos únicamente a la pornografía. Porque el curioso mórbido va mucho más allá. Un ejemplo, cuando falleció el actor Paul Walker en un accidente de coche, millones de personas buscaron en la red las imágenes del incidente.
Lo mismo sucedió con la muerte de Lady Di. Decenas de revistas intentaron hacerse con aquellas fotos del desastre porque tenían algo muy claro: las ventas se elevarían como la espuma. ¿Nos hace esto ser personas inmorales o menos dignas? En absoluto, en realidad, estos comportamientos definen un lado más del ser humano. Ese lado un tanto perverso que Internet conoce muy bien.
El clickbait y la curiosidad morbosa
Un surfista es atacado por un tiburón. Un atentado en Oriente Próximo se salda con cientos de fallecidos: las imágenes son dantescas. Se estrena un programa donde poder ver en el momento real, qué hacen en su vida privada determinados famosos. Un niño con una enfermedad rara que sufre tumoraciones semejantes a la del hombre elefante…
Podríamos dar mil ejemplos sobre cómo los medios de comunicación y las redes sociales se valen de la curiosidad morbosa, para ganar audiencias y por supuesto lograr también el ansiado clickbait. Este último recurso, el del clikbait (o cibercebo), consiste básicamente en captar la atención de los usuarios a través de titulares sensacionalistas y lograr que entren a una página concreta.
Son muchos los medios que apelan a ese instinto más oscuro del ser humano. Pero cuidado, porque este fenómeno no es nuevo absoluto. Un ejemplo, el 8 de abril de 1949 en San Marino, California, Kathy Fiscus, de 3 años, se cayó a un pozo de agua abandonado. Los locutores de radio de todo el país retransmitieron durante 28 horas seguidas los intentos fallidos por rescatarla.
La niña no pudo resistir y perdió la vida, pero los índices de audiencia marcaron un récord nunca visto. Las noticias de la época señalaron algo que comentó ya George Gallup en 1923: los medios de comunicación no desean informar, ansían secuestrar nuestra atención y obtener beneficios de ello. El modo de lograrlo es mediante la curiosidad morbosa.
La curiosidad por lo morboso, entre la utilidad biológica, la empatía y el placer oscuro
No todos nos comportamos de igual manera. No todos, por ejemplo, optamos por volver el rostro y mirar ese accidente de tráfico que acaba de ocurrir cerca de nuestra casa. Habrá quien se acerque a mirar y otros, evitarán a toda costa pasar por ahí. Sin embargo, a nivel privado y en la intimidad de nuestros hogares con un móvil o un ordenador, podemos traspasar cerraduras poco usuales y hasta escasamente morales.
Sabemos que es un impulso de nuestro repertorio instintivo, pero la pregunta es… ¿Con qué finalidad? Hay quien señala que puede tener una utilidad biológica. Es mirar para comprender, para aprender de realidades con las que no nos encontramos todos los días (como puede ser, por ejemplo, ver un cadáver). Miramos también para empatizar. Queremos ver al que sufre para comprender su realidad y conectar emocionalmente con él.
Asimismo, tampoco podemos dejar de lado algo evidente: hay quien se deleita al contemplar lo que es “incorrecto”. Porque, en ese caso, también debemos distinguir entre el morbo sano y el morbo insano. Este último es el que se adentra ya en lo perverso y en muchos casos hasta en lo patológico.
Ya lo dijo Carl Jung en su día, todos tenemos una sombra en nuestro interior que oculta ciertas partes de nosotros mismos. La curiosidad morbosa es parte de ese lado más penumbroso…
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- Oosterwijk, S. (2017). Choosing the negative: A behavioral demonstration of morbid curiosity. PLoS ONE, 12(7). https://doi.org/10.1371/journal.pone.0178399
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