El hombre elefante, una reflexión sobre la dignidad humana

El hombre elefante, una reflexión sobre la dignidad humana
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 22 abril, 2020

El hombre elefante es un retrato en blanco y negro sobre la dignidad y la sensibilidad humana escondida bajo un cuerpo deforme. En esta mítica película de David Lynch descubrimos la historia real de Joseph Merrick, un joven aquejado por el síndrome de Proteus que tras pasar parte de su vida en el mundo del circo, encontró la calma en sus últimos años en el London Hospital.

Cuenta la historia que Merrick tenía alma de artista y corazón de poeta. Disponía de una sola mano útil, y aunque esta era pequeña como la de un niño de 10 años, mostró siempre una gran habilidad para las manualidades. Tanto es así que era capaz de crear fascinantes construcciones con papel, cartón y palillos. Estas pequeñas obras las solía regalar a todas aquellas persona que eran amables con él.

“Es cierto que mi forma es muy extraña,
pero culparme por ello es culpar a Dios;
si yo pudiese crearme a mí mismo de nuevo
procuraría no fallar en complaceros.

Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
o abarcar el océano con mis brazos,
pediría que se me midiese por mi alma,
La mente es la medida del hombre”.

-J. Merrick-

Cuando Mel Brooks le confió a David Lynch el guión de esta historia, sabía muy bien lo que buscaba. La historia de Joseph Merrick merecía ser llevada a la gran pantalla de un modo especial, diferente. Aún más, debía ser un homenaje. Su delicadeza, su virtuosismo y su inteligencia debía trascender por encima de esa piel habitada por las protuberancias y deformidades. Su humanidad debía superar a la propia sociedad, a instantes despreciable y grotesca, ávida siempre por poner su mirada en lo diferente y lo extraño.

El resultado superó todas las expectativas. La película resultó ser un cálido lienzo en claroscuros sobre la dignidad humana, una producción inolvidable donde la bondad emerge sobre la perversión y lo monstruoso. El hombre elefante recibió 8 nominaciones a los Oscars en 1981 y aunque no se llevó ninguno, la historia la ha convertido ya en una obra de culto, en una joya cinematográfica inolvidable.

cartel del hombre elefante

El hombre elefante: no soy un animal, soy un ser humano

David Lynch tenía muy claro que la historia de El hombre Elefante debía llevarse a la pantalla en blanco y negro. Solo así podía mostrarse la estela de ese submundo victoriano que acompañó la vida de Joseph Merrick. Solo así se lograba también envolver la mirada del público de ese cúmulo de sensaciones, angustias y emociones que marcaron la existencia de este joven británico aquejado de graves malformaciones desde el año de vida.

Esa fotografía monocroma resultó muy útil para iluminar, por ejemplo, ese submundo circense donde fue exhibido el hombre elefante. El espectáculo del freakshow era el único recurso del que disponían las personas con deformidades, y Joseph Merrick adquirió notable éxito por Europa en la década de 1880. Padecía el que se considera, aún a día de hoy, el caso más grave del síndrome de Proteus. Él mismo se describió de la siguiente manera:

Mi cráneo tiene una circunferencia de 91,44 cm, con una gran protuberancia carnosa en la parte posterior del tamaño de una taza de desayuno. La otra parte es, por describirla de alguna manera, una colección de colinas y valles, como si la hubiesen amasado, mientras que mi rostro es una visión que ninguna persona podría imaginar. La mano derecha tiene casi el tamaño y la forma de la pata delantera de un elefante, midiendo más de 30 cm de circunferencia en la muñeca y 12 en uno de los dedos. El otro brazo con su mano no son más grandes que los de una niña de diez años de edad, aunque bien proporcionados. Mis piernas y pies, al igual que mi cuerpo, están cubiertos por una piel gruesa y con aspecto de masilla, muy parecida a la de un elefante y casi del mismo color. De hecho, nadie que no me haya visto creería que una cosa así pueda existir.

hombre elefante exhibido ante los médicos

Así, y en medio de escenario brutal y humillante contenido en el mundo del circo, se nos presenta de pronto una mirada emocionada y llena de piedad que cambia la vida de Joseph Merrick. Es el doctor Frederick Treves, papel que interpreta de forma magistral Anthony Hopkins. Alguien capaz de ver al ser humano bajo la piel del monstruo, alguien conmovido ante los gritos de un joven que demandaba ser visto como una persona, no como un animal.

La doble exhibición pública de El hombre Elefante

A pesar de que el doctor Treves experimenta una gran cercanía por el joven Merrick, el espectador no deja de intuir que en él habita además un profundo interés científico. Lo exhibe ante eminentes patólogos, médicos y cirujanos, lo expone ante sus colegas y hace todo lo posible para que el Hombre elefante, se quede de por vida en el London Hospital.

Una vez instalado en una habitación, el joven Merrick logra por fin demostrarles qué hay bajo todas esas protuberancias y esa piel gruesa. Al principio, la comunidad científica estipula que semejante cuerpo se acompañaría sin duda de una deficiencia intelectual profunda. Sin embargo, al poco descubren algo que a día de hoy está perfectamente documentado. Joseph Merrick contaba con una elevada inteligencia.

Leía y escribía con poderosa soltura, componía poemas, era un gran lector y tenía una visión del mundo tan inocente como esperanzadora. La sombra de su infancia, aquejada por las burlas, el maltrato o sus años oscuros en el mundo de la farándula y el circo no habían hecho mella en su corazón, endureciéndolo. Según él mismo explicaba, su esperanza y optimismo procedían del amor. El amor que le había profesado su madre, una joven hermosa que le inculcó la afición por los libros y que falleció de forma temprana.

Anthony Hopkins en el hombre elefante

Curiosamente, y a pesar de que el London Hospital recaudó fondos para facilitarle a Merrick una vida de comodidades en la institución y evitar con ello la exhibición pública a la que había sido sometido, acabó cometiendo un acto para muchos imperdonable. El hombre elefante falleció la mañana del 11 de abril de 1890, a los 27 años de edad mientras dormía.

Se sabe que el joven era creyente, y que uno de sus deseos era ser sepultado cerca de su madre. Sin embargo, el interés científico pudo más que el respeto, más que la defensa de su dignidad. El el museo patológico del London Medical College exhibió su esqueleto durante décadas. A día de hoy, se han retirado sus restos (pero se siguen estudiando) y se han sustituido por sus pertenencias: su sillón, sus cartas manuscritas, el gorro con el trapo cosido que le cubrían la cara y la cabeza…

Si hay algo consiguió esta película es darnos un retrato fidedigno de la humanidad contenida en el cuerpo maltrecho de Joseph Merrick. La música, la fotografía, la estudiada dirección… Todo conformó un lienzo más que perfecto cargado de humanidad, ahí donde descubrir una mente que permaneció intacta a pesar de las humillaciones, a pesar del maltrato.

El hombre elefante jamás perdió su delicadeza, sus modales exquisitos, su confianza en el resto de personas. Irónicamente, tras su muerte fue víctima de otro espectáculo: el del mundo científico.


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