La depresión no es un juego de niños
La depresión es un problema que afecta a muchas personas. El estilo de vida que llevamos, la imposibilidad para resolver las dificultades de manera eficaz y las circunstancias que nos han podido tocar vivir pueden hacernos más susceptibles de padecerla. Esta enfermedad nos marca, nos imposibilita, nos daña. Pero, ¿solo a los adultos?
“La gama de la experiencia humana incluye sentirse triste, pero la experiencia de la depresión, sensación de extrema tristeza, desesperanza o desamparo, no es un rango saludable de las emociones humanas”
-Deborah Serani-
Creemos que esta enfermedad afecta solo a los adultos, pero lo cierto es que también pueden sufrirla los más pequeños. A esto se le conoce como depresión pediátrica o infantil y sus síntomas son muy diferentes a los que presentan los adultos. Pensemos que a los niños les cuesta mucho más controlar sus emociones, más que nada porque aún son novatos en su experiencia con las mismas y porque las zonas de autocontrol no están aún completamente desarrolladas en sus cerebros.
Los bebés pueden padecer depresión
Si ya resultaba sorprendente que los niños puedan padecer depresión, imagina pensar en la posibilidad de que los bebés puedan también ser víctimas de ella. Pero, ¿cómo un bebé puede experimentar este trastorno? En estos casos, puede haber un claro componente genético, aunque si la madre ha tenido depresión o experimentado la depresión postparto, esto también puede repercutir en el bebé.
Cuando un bebé sufre depresión, algunos de los síntomas que nos pueden llamar la atención son el llanto y los problemas de alimentación. Un bebé, por lo general, no presenta problemas para comer y su llanto tiene un fin específico: necesidades fisiológicas, incomodidad o dolor. Si tiene dificultades aquí y los síntomas se acentúan, podemos estar ante un caso de depresión infantil.
Otra de las señales que pueden preocuparnos es el letargo que manifiesta nuestro bebé. Normalmente, los bebés son activos, lloran, se mueven, balbucean, miran con curiosidad. Cuando no hacen esto, parecen siempre cansados, no son activos, tienen la mirada perdida, es posible que debamos empezar a preocuparnos. Este no es un estado normal.
El bebé con depresión no sonríe, no responde a estímulos, no reacciona si se le deja con extraños. Está en un estado continuo de apatía
¿Es extraño que un bebé sufra esta dolencia? La verdad es que no es una situación que ocurra con mucha frecuencia, aunque tal vez sus síntomas se pasen por alto y, posteriormente, los encontremos más marcados en la niñez. Ahí, las señales son más evidentes, aunque muy diferentes a las de los adultos.
Síntomas de la depresión en niños
Es muy importante que como padres prestemos atención a cualquier posible indicio que pueda revelar que nuestro hijo no se encuentra bien, está más triste de lo habitual y no es un niño feliz. En ocasiones, el trabajo y las preocupaciones “de adultos” provocan que consideremos la tristeza de nuestro hijo un mal menor o, simplemente, cambios de humor o alteraciones emocionales fruto de la edad en la que se encuentran.
Si no ayudamos a los más pequeños, la depresión puede agravarse a medida que van avanzando en edad. Por eso, es muy importante que reconozcamos algunos de los síntomas que afectan a los niños y que indican un problema de depresión pediátrica.
- El desinterés hacia juegos o socializar con otros niños: no es normal que un niño, que está experimentando y adaptándose al mundo, no tenga curiosidad por jugar y hacer amigos. Ni siquiera es normal que haya un desinterés por la escuela, ya que para ellos todo es nuevo y tienen una gran sed por aprender.
- La baja o falta de autoestima: si empiezas a apreciar que tu hijo siente que no es bueno en nada, que todo lo hace mal e incluso dice frases como “no soy capaz de hacerlo”, “no valgo para eso”, “soy malo”, es una clara llamada de atención. Los niños experimentan, se equivocan, pero eso no les hace sentirse inútiles o estúpidos. Si esto es así, nos encontramos con un grave problema.
- Se encierra en su habitación y evita el contacto con la familia: si tu hijo está mucho tiempo en su habitación, aunque sea leyendo o haciendo otras cosas, y evita el contacto con los demás miembros de la familia, esta puede ser una señal de atención.
- Tiene dolores o molestias sin motivo aparente: a los niños les cuesta mucho expresar sus emociones e identificarlas porque aún están aprendiendo cómo gestionarlas. Si empiezan a dormir demasiado, a sentir que les duele la barriga o alguna otra parte del cuerpo y esto no tiene razón alguna, puede que nos encontremos con un cuadro depresivo.
“Uno de cada 33 niños puede padecer depresión”
-Center for Mental Health Services-
Es necesario que todos estos síntomas se prolonguen en el tiempo para estar seguros de que se trata de un problema grave y no de una situación pasajera. Pero, más importante aún es que acudamos a un profesional en caso de duda o de la presencia de alguno de estos síntomas durante un tiempo prolongado. Cuanto antes identifiquemos el problema, antes podremos ponerle punto y final. Porque la depresión no es, para nada, un juego de niños.