La depresión y el sufrimiento silenciado
Las personas que hayan sufrido depresión o que en estos momentos estén en camino de superarla, sabrán sin duda a qué nos referimos con el término, “sufrimiento silenciado”. Para entenderlo mejor pondremos un sencillo ejemplo. Alguien nos pregunta, el por qué de nuestra baja laboral, o tal vez, tenga curiosidad por saber cómo es que ahora parecemos un poco más alicaídos, más delgados, más apáticos…
Cuando pronunciamos la palabra “depresión” muchos, no saben cómo reaccionar, aquí no vale un “ya pasará”, o un “ya verás cómo esas pastillas te van bien”. El proceso es más complejo, más profundo, más meticuloso. En ocasiones resulta más fácil decir que tenemos gripe, algo sin duda mucho más fácil de asumir y de comprender, pero sin embargo, una depresión, no.
Como tampoco es fácil, compartirlo con los hijos, o con la pareja. De ahí, que en ocasiones, acabemos silenciando el dolor para engullirlo un poco más hacia dentro en vista de que el mundo, sigue sin entender o aceptar este tipo de procesos. Hay quien dice que la depresión, es una forma moderna de la “lepra”, tal vez parezca algo exagerado, pero en vista de que queda silenciada en muchos de nuestros ámbitos (incluso el familiar) empezaremos a creer, que tal vez, sea así.
La depresión, ese mal moderno
Resulta curiosa la capacidad que tiene el ser humano de destruirse a sí mismo sin oprimir si quiera ningún botón. Suelen decir que la depresión, es el mal moderno por excelencia. Que las personas de hoy en día somos incapaces de gestionar adecuadamente nuestras emociones, nuestro estrés, nuestros fracasos, tristezas o pérdidas.
A pesar de los millones de libros de autoayuda que se publican cada año, nada de esto parece dar una respuesta adecuada a todas nuestras necesidades. Las industrias farmacéuticas mientras, se enriquecen ante el aumento de antodepresivos o ansiolíticos, que cada vez se prescriben en mayor número en las consultas de atención primaria o de psiquiatría. Es una especie de círculo kármico donde una cosa lleva a la otra y donde no parece haber salida.
Y en efecto, la depresión es ese mal moderno tan conocido, pero a su vez, tan poco respetado. Y en ocasiones, hasta silenciado. No es fácil de asumir en la unidad familiar, tampoco en nuestros centros de trabajo. ¿Por cuánto tiempo hemos de cogernos la baja? ¿Podemos calcular quizá el tiempo que nos va a costar superar la depresión?
En ocasiones, lo más fácil es, efectivamente, silenciar el sufrimiento y obligarnos a llevar una vida “normal”. No dejar el trabajo, decir en casa que estamos bien, que las cosas van mejor, y tomarnos la medicación con la cual, hacer más ligero el problema y engañar a nuestro cerebro si nos es posible.
La depresión no es un delito, no hay que esconderla
No se trata de expresar nuestra rabia o desconsuelo a todo aquel que tengamos en frente. Se trata solo, de no esconder el sufrimiento como si fuera un delito, algo de lo que avergonzarnos ante los demás. Una depresión no se cura de un día para otro, tampoco hay estrategias infalibles que nos sirvan a todos por igual.
Cada persona somos un universo único y particular, ninguna depresión es semejante a otra y debemos ser siempre nosotros, quienes con la voluntad suficiente, logremos salir de ella. Ahora bien, en ocasiones es necesario el tratamiento farmacológico, también el terapéutico, e indispensable también, el apoyo social. Y es ahí, donde a veces nos encontramos el “gran” problema.
El sufrimiento silenciado será el peor enemigo en estos casos. No hay que evitarlo, no hay escapar de él y aún menos enterrarlo como si no existiera. El sufrimiento existe como existe esa herida cuando nos damos un golpe, es reflejo de que estamos lastimados y como tal, debemos sanarnos. Ahora bien ¿de qué manera?
No hay respuesta mágica, no hay un tratamiento eficaz para todo el mundo. Tú debes ser tu propio maestro en ese sendero de recuperación, ahí donde ver, donde reconocer, donde aceptarte por lo que eres y como eres. Pero eso sí, con sufrimiento incluido, porque la vida, no siempre es perfecta.
A la depresión, como a muchas otras enfermedades, se la afronta con corazón, cabeza, fortaleza… y con apoyo social. Sin silenciarla.