La felicidad impuesta, una trampa para nuestra salud mental
La felicidad impuesta es aquella que nos exige ser felices a cada instante. Si la felicidad impuesta fuera una imagen, sería la del actor Joaquín Phoenix en la película del Joker (2019), una sonrisa tan forzada como macabra. Su mirada es descorazonadora.
Por desgracia, está de moda ser felices siempre, aunque no toque. Empresas que venden frases tan simples como vacías, estilo de vida de manual de autoayuda y, sobre todo, muchos colores pastel. Sin embargo, algo no funciona bajo este ambiente de olor empalagoso. Ese algo tiene que ver con la necesidad de mostrar una sonrisa cuando, en realidad, podemos estar rotos por dentro.
Nuestras emociones son cambiantes y variadas y cada una de ellas tiene una función en cada momento. La necesidad de tapar estas emociones con la máscara de la eterna felicidad nos obliga a ignorarlas y no escuchar su mensaje. Las exigencias, como la felicidad impuesta, exigen desconexión emocional.
La obligación de ser (parecer) felices
Al hablar de felicidad, surgen varias preguntas: ¿qué es? ¿Es lo mismo para todas las personas? ¿Existe una única forma de conseguirla? A pesar de que la industria de la felicidad nos diga lo contrario, parece que no es tan fácil. Si se tratase solo de una frase, de un libro o de un consejo, seguramente no habría tantas personas con sentimientos de vacío y sufrimiento.
Como comentábamos, todas las emociones tienen una función, así lo explica de forma muy divertida la película Inside out. Hay situaciones en la vida en que nos sentimos tristes y esta emoción nos hace ir despacio y, sobre todo, funciona como catalizador de cambios. La tristeza nos conecta con la insatisfacción y el inconformismo, nos obliga a dar el salto. Puede ser desagradable, pero sin esta incomodidad seguramente no habría un cambio y una posterior evolución.
Sentimientos como la ira, sin embargo, nos protegen de posibles amenazas. Si sentimos que algo o alguien nos puede dañar, nos enfadamos y la ira nos exige rapidez y colocarnos en un lugar preferente. Aunque quedarse continuamente estas emociones puede ser dañino, en cierta manera las necesitamos para procesar el mundo.
Neoliberalismo y felicidad impuesta
Y entonces, ¿por qué está de moda esta felicidad impuesta si realmente nos puede llegar a dañar? Algunos autores han indagado en este tema, como el best seller Happycracia. Resumiendo un poco esta visión, la industria de la felicidad es muy rentable. Todo el mundo ansía esta felicidad eterna y, si es tan sencilla como rodearse de frases estimulantes, todo el mundo quiere comprar esas bonitas tazas.
En segundo lugar, la felicidad impuesta en realidad está relacionada con la actitud individualista de la sociedad. Las teorías de la psicología positiva, en gran parte financiada por grandes empresas, nos dicen que la felicidad en su gran mayoría es nuestra responsabilidad y que depende de factores personales.
Esta forma de enfocar las causas de que no seamos felices nos lleva a tomar decisiones individualistas, sin tener en cuenta nuestro fuerte arraigo social y, como consecuencia, también es un paralizador del cambio social. No nos movilizaremos para cambiar nuestras circunstancias socioeconómicas, por ejemplo, si pensamos que las causas de la infelicidad están en nuestro interior.
Consecuencias psicológicas de la felicidad impuesta
La felicidad impuesta y constante no solo no es un remedio para lo que predica, sino que incluso puede acarrearnos algunas consecuencias negativas.
- Sentimientos de culpabilidad. Como hemos comentado, esta corriente pone énfasis en que nosotros somos los principales causantes de nuestra felicidad o infelicidad. No sentirnos a la altura de estas expectativas nos puede hacernos preguntar si hay algo malo en nosotros por sentirnos de esta forma.
- Soledad. La felicidad impuesta que nos lleva a decisiones individualistas que nos mantienen alejados de los otros. Tener vínculos sociales no es condición suficiente, pero sí necesaria para cubrir nuestras necesidades básicas.
- Falta de empatía. Si las personas son las responsables de su estado emocional únicamente, los culparemos de sus sentimientos de desesperanza o tristeza. Si la felicidad está al alcance de todos, podemos pensar que hay personas que simplemente no la quieren coger.
- Desconexión emocional. Forzar siempre estar contentos nos hace desconectar de otras emociones y no saber qué necesitamos realmente en este momento. No existen emociones negativas, todas las emociones son igual de válidas.
- Estrés. Si nos aislamos y reprimimos emociones, como por ejemplo la tristeza, no podremos aliviar ni procesar lo que va pasando en nuestra vida diaria. Llorar, por ejemplo, tiene un papel reparador de la angustia.
Elegir respetar las emociones
La felicidad impuesta nos exige ser felices, incluso cuando tenemos motivos más que suficientes para no estarlo, al estilo Black Mirror en su capítulo Nosedive.
De hecho, en ocasiones, simplemente necesitamos que la tristeza nos lleve un poco más despacio o necesitamos abrir nuevos caminos. Otras veces esas emociones de tristeza, mal llamadas negativas, nos hacen buscar al otro y nos permiten mirar con empatía.
Nuestras emociones, por el contrario, nos llenan de ímpetu para generar grandes cambios sociales y nos hacen defender nuestros derechos y los de los demás cuando éstos han sido vulnerados. En cuanto al miedo, se escribe mucho sobre todas las puertas que cierra y no tanto de las veces que nos ha mantenido a salvo de amenazas desde tiempos ancestrales.
Ante la industria de la felicidad impuesta, existe la opción de elegir respetar nuestras emociones. De observarnos y conocernos, de movilizar cambios y romper con lo que no nos gusta, de lamer nuestras heridas y llorar hasta sentirnos libres… En definitiva, de buscar tu felicidad a tu manera, si es lo que te apetece en este momento.