La historia del amor
A veces el amor no es lo que creemos, no es un te necesito, sino que es un te prefiero. Es esa fuerza tan personal y propia que solo tiene significado para dos. Por eso, en esas noches en las que lo recordamos, debemos tener muy presente que mantenerlo con vida es una tarea harto difícil que depende en gran medida de lo que le exijamos.
El amor idealizado, el amor que hemos aprendido a admirar es el de películas Disney, el de telenovela, el de Romeo y Julieta, el de muero por ti y tú por mí. Pero la realidad es que no debemos morir por amor, debemos vivir amando, amándonos a nosotros mismos. Amando lo que somos cuando sentimos amor, cuando nos queremos y somos queridos, sin excusas, sin cadenas, sin esposas y, sobre todo, sin prisas…
“En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado será dos medias personas.”
-Wayne E. Dyer-
¿Qué es el amor?
Hemos aprendido a alabar el amor de “érase una vez” sin darnos cuenta de que es desigual y de que no hace justicia a la realidad. Es precisamente vivir en este error lo que nos hace sentirnos frustrados y tirar a la basura a la primera de cambio los sentimientos que tanto nos ha costado forjar.
La historia que hoy os traemos refleja fielmente esto. No, no es un camino de rosas, por el amor también se llora, también se pelea y también se muere. Querer y amar también desilusiona y genera mareas y naufragios en alta mar. Pero, así como amor no es solo una felicidad absoluta, tampoco es todo lo que consideramos amor.
“Te moldearé”, le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados. Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que después de un rato aquella herramienta no pudo más, había quedado completamente obtusa.
“Déjenmelo a mí”, repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno por uno.
“Yo me encargaré de modelarlo”, profirió con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.
“¿Me permiten probar?, inquirió humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrasó hasta volverlo blando y darle la figura que quería. Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar.
El amor lo puede todo
Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del encono y los golpes de orgullo y del rechazo. Pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir las embestidas del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo.
En ocasiones, en nuestro camino nos encontramos con corazones forjados de hierro en el frío ardor de la batalla que necesitan de la suavidad del amor para alcanzar la plenitud. Es en estos momentos en los que nuestros aprendizajes erróneos sobre lo que es el amor pueden llegar a destruirlo.
“En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado será dos medias”.
-Wayne E. Dyer-
Pero he de decir que buscar tu media naranja es una tarea imposible o en buena parte complicada, pues no hay medias naranjas por el mundo. Si emprendes esa búsqueda solo vas a encontrar frustración y dolor. Por el mundo hay naranjas enteras, naranjas que ruedan solas y que de vez en cuando se chocan y se ponen a rodar juntas.
El amor es un arte
El amor es un arte que necesita ser comprendido. Es un arte y como arte no se mide por el tiempo, no es una fecha ni son solo dos cuerpos. Es el oficio universal que presta sus servicios a toda la humanidad, es el niño que todos llevamos dentro y debemos aprender a cuidar y a tratar para no destruir la parte que nos mantiene vivos incluso cuando estamos en llamas.
El amor, como arte, puede ser practicado. O mejor dicho, liberado. Los maestros budistas afirman que nuestro estado natural es el amor, un amor que procura por el bien de los demás. Un amor que desea la felicidad de todos los seres sin distinción. El amor, según el budismo, es de las pocas cosas que crece cuando se reparte. Dar amor genera amor. El amor es infinito.
Desde el budismo, el amor puede ir de una sonrisa a unas palabras de aliento, e incluso a una pequeña regañina para corregir una conducta negativa. Amor es todo aquello que proporcione felicidad a todos los seres pero, sobre todo, que también les dote con las herramientas para que puedan serlo por sí mismos. Así pues, si realmente queremos dar amor, es momento de desear el bien a todos los seres.