La importancia del afecto físico para niños y adultos
A menudo subestimamos la importancia de la interacción física con aquellos a los que apreciamos y amamos. Damos por sentado que el contacto físico no es necesario, lo que hace que a diario nuestra conexión con los demás se reduzca a palabras y contacto visual. Y ni siquiera sacamos todo el partido al afecto físico que podríamos sacarle.
Nuestra necesidad de marcar y proteger nuestros límites personales a toda costa hace que vayamos reduciendo poco a poco la cantidad de afecto físico que mostramos en su mínima expresión, a lo socialmente correcto, a una costumbre sin sentido que cada vez nos incomoda más y más o que nos deja vacíos por falta de autenticidad.
Al tratar el contacto físico de esta manera estamos olvidando lo importante que este es para el bienestar de nuestra salud física, emocional y mental. Tocar a otro ser humano nos permite transmitir mensajes importantes que las palabras o los hechos por sí mismos no muestran.
El afecto físico no es solo algo para los niños
En las últimas décadas se ha hablado e investigado mucho sobre la importancia que tiene el afecto físico para el crecimiento físico y emocional de bebés y niños. Diversos estudios y experiencias avalan la teoría de que los niños pequeños necesitan contacto y caricias para crecer y desarrollarse de forma saludable.
Pero la importancia del afecto físico no es solo una necesidad vital para el desarrollo de los niños; también lo es para la adaptación de los seres humanos a lo largo de toda su vida. Los seres humanos practican lo que se conoce como comportamiento social favorable.
El comportamiento social favorables es una acción voluntaria que beneficia a otra persona. Desde un punto de vista evolutivo, al participar en actos de confianza y cooperación los grupos sociales sobreviven, actuando de maneras altruistas mutuamente beneficiosas para todos, sembrando así la confianza entre unos y otros. Por eso el contacto físico es una parte vital de este proceso de conducta social favorable.
Diversos estudios han demostrado que la necesidad de contacto piel con piel y el calor puede mejorar el aumento de peso en los bebés prematuros y el tacto puede transmitir diversas emociones complejas, como la empatía y agradecimiento.
También se ha demostrado que el simple hecho de tocar a alguien mejora el desarrollo cognitivo y emocional, incluyendo la reducción de la susceptibilidad a la depresión o el enlentecimiento del avance de la enfermedad de Alzheimer. Ser tocado con afecto puede incluso contribuir a tener un sistema inmune más fuerte a todas las edades.
El contacto físico con los hijos
Mostrar afecto físico hacia los hijos es algo que suele salir de dentro de forma natural, especialmente cuando los niños son pequeños. La naturaleza indefensa de los niños hace que padres y familiares elicitan el impulso de protegerlos, de abrazarlos.
Es importante ser conscientes de las veces que podemos tener contacto físico con los niños a través de movimientos como cogerles las manos, acariciar su cabello, darles abrazos y besos. Esto no echará a perder a los niños, por muy mayores que nos parezcan, sino todo lo contrario. Esta intimidad beneficia a ambas partes y fortalece la relación con ellos.
Con el paso del tiempo es fácil olvidarse de la importancia y la necesidad de estos gestos, pero los niños siguen necesitando este contacto. Incluso aunque parezcan rehusarlo, sí que lo aprecian. Tal vez lo necesiten de otra forma, menos infantil o menos exaltada, tal vez en privado y no a la vista de todos.
El contacto físico con la pareja y otros adultos
La intimidad física con la pareja y el afecto hacia los miembros de la familia y amigos cercanos también es algo de lo que tenemos que ser más conscientes. No se trata solo de demostrar el nivel de comodidad que sentimos con las personas más cercanas a nosotros, sino también de transmitir las emociones que van más allá de lo que se puede comunicar verbalmente.
Nuestra salud sexual es de suma importancia, pero muchas culturas consideran tabú determinados tipos de contacto en algunas circunstancias. Por desgracia, la idea de que las relaciones sexuales y la conexión física es algo que solo debe llevarse a la práctica con el único propósito de la procreación en realidad puede causar disfunción y daño. Esto impide el desarrollo natural del deseo sexual y la necesidad física de la intimidad.
En este sentido, la investigación muestra que la expresión sexual consentida entre adultos tiene muchos beneficios para la salud. Experimentar placer sexual a través de la conexión liberada y compartir la intimidad física es importante no sólo para nuestro desarrollo emocional, psicológico y físico.
No hay que obligar a los niños a mantener contacto físico
No se debe obligar a los niños a abrazar o besar a nadie, aunque sea un pariente. Así se le enseña a mantener su propiedad física y autonomía, a marcar y hacer respetar sus límites. De este modo podemos educarlo para formar relaciones de confianza, donde el contacto físico evoluciona con el consentimiento mutuo y el afecto, en lugar de ser algo impuesto.
Si obligamos a un niño a besar o recibir besos que no desea le estamos quitando las armas para defenderse de posibles abusos sexuales por parte de un adulto, dándole a entender que tiene que ceder y hacer lo que el otro le pide. Además, le estamos enseñando a mentir acerca de sus sentimientos y le privamos de la forma de expresar su afecto hacia los demás.
Los niños deben aprender sobre su cuerpo tan pronto como tengan la capacidad de entender, que es antes de lo que solemos pensar los adultos. Nosotros tenemos la obligación y la responsabilidad de enseñarles autodeterminación física, facilitar su cuidado físico y ayudarles en su transición a la independencia. Por eso es crucial enseñarles sobre su cuerpo, sobre lo que es apropiado e inapropiado.