La incapacidad de pedir lo que queremos o necesitamos

No todo el mundo es capaz de pedir lo que quiere o necesita, incluso algunos piensan que no es necesario. ¿Qué hay detrás de este tipo de comportamientos?
La incapacidad de pedir lo que queremos o necesitamos
Gema Sánchez Cuevas

Escrito y verificado por la psicóloga Gema Sánchez Cuevas.

Última actualización: 17 diciembre, 2019

Pedir lo que queremos no siempre es fácil, de hecho no todo el mundo es capaz de hacerlo. Hay quien dice que no pide por miedo, otros por modestia o porque no quieren molestar a los demás y están esos otros que no lo hacen porque consideran que si piden algo, ya no vale porque los demás deberían saber lo que querían. Sí, así es, piensan que los demás tienen ciertas habilidades adivinatorias…

Existen tanto motivos por los que justificamos no pedir que, a veces, incluso suenan bastante convincentes, pero ¿realmente lo son? ¿es cierto que no queremos pedir o es que no somos capaces? ¿hay algún aspecto subyacente que dejamos pasar por alto?

“Si quiere obtener algo, tiene que pedirlo”.

-John Gray-

Mujer acostada pensando en controlar sus sueños

Pedir no es debilidad ni invalidez

Hay algunas creencias muy comunes que mantienen las personas que son incapaces de pedir algo a los demás y es que consideran el acto de pedir como un signo de debilidad, de que no se es suficiente o válido, ya sea de forma consciente o inconsciente.

Para algunas de ellas es mucho más fácil ofrecer. Así, antes de pedir lo que quieren o necesitan, intentan satisfacer a los demás. De esta forma se sienten mejor, aunque bien es cierto que cuando no lo consiguen puede que lleguen a sentirse culpables.

Son incapaces de pedir que las escuchen, optan por escuchar. Tampoco saben decir que necesitan tiempo para ellas mismas, por lo que nunca dicen que no a los favores o solicitudes de los demás, aunque esto suponga sentirse mal con ellas mismas. Es tan excesiva la responsabilidad que experimentan y tanto el miedo al rechazo que son incapaces de expresarse. 

Existen otro tipo de personas que esperan que los demás adivinen lo que les pasa, quieren o necesitan. De hecho, esto suele ocurrirnos a casi todos. Creemos que como ya nos conocen, no es necesario explicitar nada o si lo hacemos es de forma muy sutil, encubierta o imprecisa, mientras esperamos que los demás respondan de forma adecuada.

Lo cierto es que no suele salir bien. ¿De verdad pensamos que es existe el superpoder de leer la mente? No nos dejemos engañar por las expectativas…

Sin embargo, también están esas otras que ni piden ni ofrecen. Están encerradas en una especie de hermetismo y no permiten un acercamiento por parte de los demás. Suelen estar impregnadas de orgullo y egocentrismo y por ello creen que son capaces de todo, aunque no sea cierto, temen ser considerados y sentirse inferiores. De ahí que experimenten mucho sufrimiento, el cual la mayoría de las veces enmascaran. Para ellas, pedir es una cuestión de personas débiles.

Lo difícil de pedir ayuda

Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto pedir ayuda? Puede ser por baja autoestima, orgullo, un cúmulo de experiencias pasadas negativas o bien porque hemos crecido pensando que no es necesario debido a la educación recibida. Sea como sea, el núcleo común de la incapacidad de pedir ayuda se encuentra en nuestras creencias. 

“La perturbación emocional no es creada por las situaciones sino por las interpretaciones que le damos a esa situaciones”.

-Albert Ellis-

Por un lado, la sociedad nos envía el mensaje de que a mayor edad, tenemos más independencia y autonomía. Lo que implica que debemos resolver las cosas por nosotros mismos porque tenemos más capacidad. Así, el hecho de pedir ayuda se vuelve una ofensa o un motivo por el que nos avergonzamos porque indica que somos incapaces de enfrentarnos a lo que nos ocurre y, por lo tanto, no somos lo suficientemente buenos, listos y competentes.

Ahora bien, ¿de verdad crecer implica no necesitar a los demás y creernos casi omnipotentes? Lo cierto es que no. Somos seres sociales, crecemos y aprendemos en interacción, con el paso de los años quizás no necesitemos que otro nos enseñe a caminar, pero sí necesitamos su apoyo emocional en determinados momentos al igual que compartir para seguir aprendiendo. De hecho, el aislamiento social suele ser uno de los síntomas más comunes en personas con dificultades o trastornos mentales.

Otro motivo subyacente a la incapacidad de pedir ayuda se encuentra en que hacerlo expresa una vulnerabilidad y nos aterra aceptarlo. Nos da vértigo saber que pueden hacernos daño y que como Aquiles también tenemos nuestras zonas vulnerables y somos frágiles. De ahí que muchos se encuentren sumergidos en el autoengaño.

De algún modo, pedir ayuda es expresar que no podemos hacer algo solos y esta afirmación no siempre es bien recibida, no si el orgullo también forma parte de nosotros. Un aspecto que no todo el mundo está dispuesto a aceptar y que suele enmascararse, a veces bajo una falsa modestia y amabilidad y otras bajo actitudes frías y distantes.

Mujer pensando

Pedir también es humildad

Olvidamos que desde que vinimos a este mundo existe un intercambio entre pedir, ofrecer y acordar en todas nuestras relaciones.

Cuando teníamos tan solo unos meses necesitábamos ayuda para comer, beber o aprender. Con el paso de los años, a pesar de que mostramos cierta tendencia a hacer las cosas por nosotros mismos para sentirnos capaces y válidos, en muchas ocasiones la ayuda de los demás ha sido necesaria, ya sea para resolver problemas como para sobrellevar cualquier tipo de circunstancia o enriquecernos. Al igual que reconocer que nos equivocamos o que no somos capaces de hacer algo por nosotros mismos.

Sentir vergüenza, miedo u orgullo por pedir lo que queremos o necesitamos es negarse el derecho a existir, a reconocerse como una persona con necesidades y en ciertos aspectos vulnerables.

No somos superhéroes tampoco dioses ni seres mágicos, somos seres humanos, crecemos en relación y tenemos necesidades.

Ahora bien, no se trata de que pidamos desde el victimismo, sino desde el respeto tanto a los demás como a nosotros mismos, es decir, teniendo en cuenta cómo hacemos esa petición.

Se trata de darnos voz y expresar con claridad qué sentimos, qué necesitamos y cómo nos afecta lo que ocurre a nuestro alrededor. Además de ser conscientes de que no siempre responderán a lo que hemos pedido, pues también existe cierto riesgo a una negación y ser honestos con nosotros mismos.

Así, pedir desde el respeto es un acto de humildad y de valentía porque nos reconocemos frágiles, pero no nos sentimos más débiles por ello. No nos sentimos mal, simplemente sabemos dónde están nuestros límites y hasta dónde podemos llegar.


Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.