La inteligencia es una realidad colectiva
Los momentos más brillantes de la historia de la humanidad nos muestran que las personas a la que llamamos “genios” no suelen ser figuras aisladas que surgen porque sí. Siempre que aparece una de esas mentes privilegiadas, a su alrededor hay muchos hombres y mujeres que también se destacan intelectualmente. Por eso se afirma que la inteligencia es una realidad colectiva.
La historia de la ciencia es un ejemplo de ello. Los avances de unos son imposibles sin los avances de otros. La ciencia ha sido una cadena de hallazgos y descubrimientos, en la que cada eslabón ha aportado lo necesario para continuar. Sin Copérnico no habría habido Newton, y sin este, tampoco habría surgido un Einstein.
“Inteligencia militar son dos términos contradictorios”.
-Groucho Marx-
Lo mismo ocurre en todas las áreas. Por eso surgen las “edades de oro” en uno u otro campo. Son momentos en los que algún hallazgo o alguna propuesta llevan a que muchas inteligencias produzcan simultáneamente grandes avances o desarrollos. Esto también ocurre en núcleos más pequeños como los entornos laborales, las familias o los grupos de amigos.
La inteligencia, un hecho colectivo
Al entrar en contacto con mentes inteligentes, tu inteligencia se potencia más. Nadie logra ser verdaderamente inteligente en total aislamiento. En los razonamientos, la capacidad de ver y encontrar soluciones, siempre tienen mucha influencia quienes nos rodean. De algún modo, ellos estimulan o deprimen nuestro intelecto.
Las ideas tienen unas alas más grandes cuando se comparten. La racionalidad y la sensibilidad de los demás contribuyen a que crezcan y vuelen. La inteligencia de los demás nos hace más inteligentes y viceversa. En este terreno también los entornos son definitivos.
Esta realidad tiene varias consecuencias. La primera y más importante de ellas es hacer conciencia de que los vínculos que establecemos con los demás no solo inciden en nuestra vida emocional, sino también es nuestro nivel de inteligencia. Y viceversa. Nosotros contribuimos a hacer a los demás más o menos inteligentes.
La estupidez también se vuelve colectiva
Somos individuos, pero también somos comunidad. Ambos hechos están grabados en nuestra esencia. La sociedad actual, sin embargo, enfatiza mucho en el individuo y poco en la comunidad. De hecho, uno de los ideales que se promueven es el de la gran hazaña individual. Hacer algo que nos lleve a destacarnos por encima de los demás y que marque con letras de oro nuestro nombre en la historia.
La zona egoísta de nuestro ser, que todos la tenemos, no es precisamente la más inteligente. De hecho, al mundo venimos egoístas. El bebé no puede hacer algo distinto a vivir en función de sí mismo y de todo aquello que satisfaga sus necesidades. Así que al sostener el egoísmo en edades más avanzadas, lo que estamos haciendo es sostener los territorios más primitivos de lo que somos.
Hay intereses que promueven la estupidez colectiva. Buena parte de esa estupidez consiste en creer que nuestra tarea en el mundo está en buscar la exaltación de nuestro yo, a toda costa. Olvidarnos o pasar por alto el poder del grupo. Ver la sociedad como un todo desarticulado, compuesto por individuos que solo compiten entre sí. Creer que la finalidad de todo está en imponernos.
La inteligencia colaborativa
Jean Piaget postuló que uno de los rasgos morales de quienes han desarrollado su inteligencia al mayor nivel es la búsqueda de soluciones cooperativas. Esto implica haber comprendido que somos interdependientes y que cualquier bien individual es intrascendente, si no beneficia también a los demás.
Los logros individuales crean una satisfacción envidiosa y pasajera. Hay una gran dosis de agresividad latente en ese deseo de convertir a los demás en inferiores, para autoexaltarse. Siempre tiene que ver con sentimientos de inferioridad y con inseguridades. Queremos estar por encima de los otros para reafirmar que sí valemos, que sí podemos. Sin embargo, esa convicción se diluye tan rápido como surge.
Los grandes genios de la historia no se negaron, ni se niegan, a aprender de otros. Todo lo contrario. Quienes han logrado hacer grandes avances en el pensamiento siempre han partido de los aportes de los demás para edificar sus propias ideas. Y siempre han estado animados a avanzar por el deseo de resolver problemas universales, no personales. Esa es precisamente una de las señales de su inteligencia.
Aunque la ciencia es el mayor paradigma de la inteligencia colectiva, o colaborativa, la misma lógica puede aplicar para nuestro día a día. ¿Cómo? Entendiendo que todos formamos parte de la misma aventura: comprender y solucionar, para vivir más plenos y felices.