La libertad emocional
La libertad es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano. La mayoría de nosotros nos rebelamos cuando, desde fuera, intentan imponernos obligaciones o controlar nuestras decisiones. ¿Por qué no reaccionamos de la misma forma cuando la que se está vulnerando es nuestra libertad emocional?.
Ser dueño de tu propio estado anímico es un privilegio que pocas personas alcanzan, cuando en realidad debería ser una práctica habitual a la que todos estuviésemos acostumbrados. Desde pequeños deberían enseñarnos a tomar el control sobre nuestras emociones y a no permitir que nada externo las maneje. Pues en eso consiste la verdadera libertad: en tener la elección de decidir cómo sentirnos.
¿Cómo pierdes tu libertad emocional?
En nuestra vida cotidiana experimentamos muchas situaciones en las que perdemos nuestra libertad emocional y le cedemos el poder a acontecimientos externos. Veamos algunos ejemplos:
- Le mando un mensaje de buenos días a mi pareja y no me responde. Paso todo el día pendiente del teléfono móvil y sintiéndome inquieto, angustiado o enfadado ante la falta de respuesta. He dejado mi estado de ánimo en manos de otro.
- Elijo mi ropa con mucha ilusión y salgo de casa sintiéndome muy a gusto con mi atuendo. Cuando llego a la oficina un compañero hace un comentario sarcástico o negativo sobre mi aspecto. A partir de ese momento comienzo a sentirme avergonzado e incómodo y nunca vuelvo a arriesgar con mi vestimenta debido a esta experiencia.
- Estoy en una reunión con amigos pasando un rato agradable y escuchando las anécdotas de los demás. De pronto uno de ellos me increpa diciendo: “puedes hablar, que no te vamos a comer”. Mi naturaleza es introvertida y prefiero mantenerme en segundo plano que ser el centro de atención. Es algo completamente válido y me siento cómodo relacionándome así. Pero, debido a este comentario, me siento humillado y en, lugar de disfrutar de la amena velada, sólo deseo poder irme a casa cuanto antes.
Todas estas situaciones reflejan nuestra incapacidad de ser nuestro propio centro emocional. Quedamos a expensas de los actos y las palabras de otros: algo que no podemos controlar. Por tanto cedemos el poder sobre nuestro bienestar a terceros.
Construye un lugar seguro dentro de ti
La clave para recuperar el dominio de nuestro propio ser es establecer dentro de nosotros un lugar seguro e infranqueable. Construyamos el bienestar desde dentro en lugar de buscarlo fuera. No podemos manejar lo que otros hacen pero si podemos elegir qué hacemos nosotros. Si decidimos forjar nuestra autoestima y desarrollar un hábito de pensamiento positivo y motivador, nos habremos blindado ante los vaivenes exteriores.
Comienza por amigarte contigo mismo. Conócete en profundidad y acéptate con tus virtudes y tus defectos. De esta forma ningún comentario ajeno podrá herirte porque tendrás plena conciencia de quién eres y te amarás así. Convéncete de que la única opinión importante es la tuya propia. La única validación, aprobación y apoyo que necesitas son los tuyos.
De esta forma cuando alguien exprese desagrado por tu atuendo, seguirás sintiéndote tranquilo y confiado porque no necesitarás agradar a nadie. Del mismo modo si alguien trata de ridiculizarte por un aspecto de tu personalidad, no te sentirás afectado por su opinión, puesto que tú ya has establecido que para ti ese rasgo es completamente válido.
Eres válido por ti mismo
Adicionalmente, deja de medir tu valía por el trato que te ofrecen los otros y recuérdate cada día que eres valioso e importante por ti mismo. Cuídate, respétate y provéete tú del cariño y la atención que necesitas. Así, no te encontrarás mendigándolo ante ningún otro. Cuando tú te conviertes en tu propio centro emocional, no esperas ansioso la respuesta de nadie, continúas con tu vida sabiéndote merecedor de lo mejor.
Respetas los tiempos y espacios de los demás porque has aprendido a disfrutar de los tuyos propios. Y, de forma adicional, sabes poner límites cuando alguien trata de manipularte. Te encuentras tan en contacto y en poder de tus emociones que detectas fácilmente cuando alguien trata de robarte el mando.
Por último, recuerda que los actos de los demás hablan de ellos y no de ti. Si alguien te trata mal, está retratando su mala educación y falta de empatía, pero no está hablando de tu valor como persona. Cuando comprendes esto, resulta mucho más sencillo distanciarse de la conducta ajena y dirigir tus emociones desde el interior.
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