La maternidad no es un concurso de popularidad
La maternidad o paternidad, ambas indistintamente, no son un concurso de popularidad. A veces, la obsesión por mantener la mejor relación con los hijos y el deseo de que se encuentren felices hace que los padres olviden su labor principal: educar.
Por ello, hay que tener muy en cuenta siempre que la tarea de un padre es educar. Esto implica, en muchas ocasiones, tomar decisiones que a nuestros hijos no les van a gustar. Pero eso es la educación: aprender a lidiar entre lo que se quiere y la frustración que puede generar la imposibilidad de hacer lo que se quiere hacer. Además, en ocasiones también consiste en tropezarse en el camino.
“Los hijos no son el juguete de los padres, ni la realización de su necesidad de vivir, ni sucedáneos de sus ambiciones insatisfechas. Los hijos son la obligación de formar seres dichosos”
-Simone de Beauvoir-
Los límites en la maternidad y la paternidad
Los límites en la maternidad y la paternidad tienen que ser claros. Como padres debemos de criar a nuestros hijos en un clima de confianza, pero a la vez, mantenernos identificados como una figura de autoridad. Este aspecto es muy importante, porque a medida que crecen, al igual que experimentan con sus juguetes tirándolos al suelo y retorciéndolos para ver sus límites, también experimentan con nosotros para conocer los nuestros.
Por ello, los niños juegan a retarnos cuando están en torno a los 2 o 3 años, cuando no aceptan un no por respuesta, cuando intentan contradecirnos continuamente aunque no tenga ningún sentido. Pero este reto no es nada comparado con el que puede plantear un adolescente.
En la adolescencia, como se está construyendo la base de su independencia, se rebaten y cuestionan continuamente los límites de toda autoridad, incluyendo los de la maternidad o paternidad. En este momento es cuando más firmes y claros tenemos que ser negociando y fijando límites, aunque esto nos lleve a tener una relación más difícil con nuestros hijos.
No todas las decisiones que tomemos van a gustarles a nuestros hijos, ni tiene por qué ser así. Incluso tendrán que llegar a comprender que puedes meter la pata con ellos, igual que hacen ellos contigo o en otros ámbitos de la vida. No por ello vas a dejar de cumplir tu labor o vas a ser menos firme en las negociaciones. Por otro lado, que mantengamos esta figura de autoridad no está reñido con que la relación con nuestros hijos sea buena.
Como hemos dicho, por muy padres que seamos y años de experiencia que tengamos, también cometemos fallos. Muchas veces, al intentar llevarnos bien con nuestros hijos les tratamos como un adulto más, cuando aún no están preparados para ello. Esto puede llevar a involucrar a los hijos en la vida y los problemas de los adultos. Un ejemplo de ello sería contarles a los niños nuestros problemas matrimoniales igual que hablaríamos de ellos con un amigo.
Por supuesto, un caso común también es el contrario. No son pocos los padres que ven a sus hijos de quince años como pequeños infantes de cuatro y ejercen una labor de sobreprotección que retrasa o atasca el proceso gradual de dependencia. Como padres es importante crecer con los hijos, saber que a los cuatro años van a tener unas necesidades, a los diez otras y a los veinte otras.
“No hay manera de ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre”
-Jill Churchill-
¿En qué consisten los subsistemas familiares?
Desde la Psicología Sistémica, más en concreto desde la Escuela Estructural con Minuchin a la cabeza, se tratan los diferentes tipos de límites. Estos límites se dan en las relaciones de los diferentes miembros de la familia entre sí. Existen otros límites que aluden a cómo se relaciona la familia con su entorno, pero no los trataremos en este artículo.
Cada individuo de la unidad familiar pertenece a diferentes subsistemas en los que posee distintos roles de poder y en los que aprende diferentes habilidades. Por ello, en una familia tipo de 4 miembros, podemos encontrar los siguientes subsistemas:
- Subsistema conyugal: se construye cuando dos adultos, sean del sexo que sean, se unen formando una familia.
- Subsistema parental: se forma cuando nace el primer hijo.
- Subsistema fraterno: se forma cuando se tienen dos o más hijos. Este subsistema es muy importante puesto que es la primera experiencia de socialización que van a tener en el mundo.
Estos subsistemas tienen límites entre ellos para proteger los diferentes roles y formas de funcionamiento. Algo que es muy importante, ya que no son las mismas las responsabilidades de una mujer como pareja que con la maternidad, al igual que las responsabilidades del hombre como pareja que en la función de padre.
Establezcamos límites y relaciones familiares sanas
Existen problemas cuando los límites entre los subsistemas se hacen demasiado difusos. Esto implica que cualquier miembro de otro subsistema puede adquirir o perjudicar su funcionamiento realizando funciones que no le corresponden. Esto es lo que ocurre cuando los hijos u otros subsistemas de la familia política, como los suegros, disponen y mandan en el subsistema conyugal. Este tipo de familia es una familia aglutinada.
Los miembros de subsistemas o familias aglutinadas ven perjudicado el desarrollo de su propia autonomía. Esto hace que creemos hijos dependientes, no hijos sanos. En una familia todos necesitamos nuestro propio espacio de desarrollo personal.
Tampoco es bueno que los límites entre los subsistemas sean demasiado rígidos. Cuando los límites son rígidos, el subsistema se queda aislado del resto de los sistemas de la familia, resultando inaccesible. Así la comunicación se hace más complicada, al igual que el desarrollo de una relación sana entre sus miembros. Este tipo de familia se conoce con el nombre de familia desligada.
Los miembros de las familias desligadas son demasiado independientes y carecen de sentimientos de pertenencia o apego hacia la unidad familiar. Así la búsqueda del equilibrio, es decir una familia con límites claros, permite el desarrollo de una maternidad o paternidad responsable. Esto, a su vez, permite que nuestros hijos crezcan de manera independiente, pero con un adecuado sentido de pertenencia familiar.
Recuerda, la maternidad o paternidad no son un concurso de popularidad. Nuestros hijos no pueden ser nuestros amigos, aunque tengamos una buena relación con ellos en la que exista la confianza. Hay que respetar su independencia y su desarrollo al igual que el nuestro. Ellos no tienen por qué solucionar nuestros problemas matrimoniales ni nosotros aliarnos con ellos para resolver problemas fraternos.