La mente elástica: la habilidad que todos deberíamos entrenar
Decía Albert Einstein que el auténtico potencial de nuestra inteligencia está en la capacidad de cambiar. Ser capaces de asumir nuevas perspectivas e ideas, desterrando los conceptos que ya no nos sirven es una de nuestras mejores virtudes. Así, no es de extrañar que dentro del campo la psicología, y también del arte, haya emergido con fuerza un nuevo concepto, la «mente elástica»
Hace unos años, en el museo de arte moderno de Nueva York, el MoMA, se celebró una exposición que representaba esta misma idea. Nuestra sociedad y el ser humano vive un momento donde todo está en constante cambio. La ciencia y la tecnología tienen cada vez un peso mayor en nuestra forma de procesar la realidad, de trabajar, de relacionarnos e incluso de entender el mundo.
Así, en libros tan interesantes como Design and the elastic mind, de la arquitecta Paula Antonelli, directora de investigación en el MoMA nos habla precisamente de la necesidad de desarrollar un pensamiento más elástico. Solo así lograremos sobrevivir y dar lo mejor de nosotros mismos en un entorno en constante cambio, en el cual estamos casi obligados a improvisar, a reaccionar rápido para resolver más de un desafío.
Lograrlo no es precisamente fácil, el cerebro suele ser muy resistente al cambio y vive muy aferrado a sus zonas de confort. Sin embargo, enseñar a nuestra mente conservadora a ser algo más innovadora y flexible puede ayudarnos a generar cambios muy positivos.
“Los que no pueden cambiar de opinión no pueden cambiar nada”.
-George Bernard Shaw-
Las características de la mente elástica
Si tuviéramos que hablar de una cualidad mental que todos deberíamos entrenar, desarrollar y aplicar en nuestro día a día sería sin duda la flexibilidad cognitiva.
En su lado opuesto, tendríamos esa mentalidad fija que se golpea y se frustra casi continuamente al comprobar que las cosas no son siempre como uno quiere y espera. Son personas que no admiten las críticas, que no manejan bien los fracasos o los errores y que además, suelen evitar los desafíos por temor a fallar.
Sabiendo esto deberíamos reformular el concepto de talento. Así, si bien es cierto que hay quien presenta una disposición natural hacia determinadas competencias (música, arte, ingeniería), esa ventaja no les permitirá alcanzar el éxito o el bienestar si no disponen además de una mente elástica. Ser capaces de abrirnos a nuevos paradigmas y de aplicar una serie de procesos muy concretos son los que realmente marcan la ventaja. Veamos de qué se trata.
Acostumbrarnos a la ambigüedad
Las cosas nunca son blancas o negras. Nuestra realidad se desenvuelve en una gama de grises poco atractivos a los que debemos acostumbrarnos. De este modo, la mentalidad elástica se habitúa a la incertidumbre que define muchas de las cosas que nos envuelven: el trabajo que hoy das por seguro puedes perderlo mañana, esa persona que hoy apuesta por nosotros puede retirarnos su apoyo, etc.
La mente elástica va más allá de lo convencional
Lo convencional es ese espacio seguro al que tan fácil es habituarse. Nos da sensación de permanencia, de quietud y arraigo. Sin embargo, si hay algo que debemos entender es que la vida no es estática, fluye, varía, cambia y a menudo, se mueve con trepidante rapidez. Un modo de sobrevivir a esos cambios es siendo capaces de innovar, de ir más allá de lo convencional.
De este modo, para desarrollar un pensamiento innovador, debemos empezar a confiar en nuestra creatividad e intuición. Algo así solo se logra observando, pero siendo capaces de ver más allá, percibiendo necesidades, nuevas perspectivas y aplicando una conducta proactiva.
Tolerancia al fracaso: un error es un aprendizaje
La tolerancia a los errores y cómo los enfrentamos dice mucho de nosotros. Mientras la mentalidad fija se queda bloqueada y tiende a evitar esas situaciones donde no se sienta competente, la mente elástica aplica otra visión. Entiende, por ejemplo, que un fracaso no es motivo para claudicar ante determinadas cosas, es una oportunidad de aprendizaje y un obligado paso atrás es a menudo un modo de coger mayor impulso.
Un cerebro que nunca deja de cuestionarse y que se alimenta de la curiosidad
Si tuviéramos que dar un ejemplo sobre una figura que supo aplicar durante toda su vida la mentalidad elástica, destacaríamos a Leonardo da Vinci. El hombre del Renacimiento por excelencia indagó como nadie en el conocimiento a través de la observación, la experimentación y el atrevimiento.
Fue como bien sabemos un adelantado a su tiempo en muchas materias y, algo así lo logró, gracias a ese don que todos poseemos y que suele tener su mayor luminosidad en la infancia: hablamos de la curiosidad. La mente elástica no solo no teme el cambio, sino que lo busca porque está motivada por una constante necesidad de saber.
Para concluir, tal y como señala el psiquiatra Robert Cloninger, si somos receptivos a las novedades y los cambios en nuestro día a día, y los aceptamos sin miedo y de manera creativa, nuestra personalidad se verá fortalecida. La mente elástica que se atreve a extenderse más allá de su zona de confort, nunca vuelve a ser la misma.