La regla del 90/10: el cambio comienza en ti
En Psicología existe una regla a la que llamamos “la regla del 90/10” que nos dice que es mucho más influyente la reacción que manifestamos ante los acontecimientos que los propios acontecimientos en sí. De hecho, tan solo el 10% de nuestra vida está determinado por lo que nos pasa: cometer un error, el retraso del avión o los atascos de tráfico que nos hacen llegar tarde al trabajo, por ejemplo.
Por otro lado, el 90% está directamente relacionado con la manera en la que reaccionamos ante estas situaciones que suponen el 10%. Está demostrado que en una misma situación las personas reaccionan de maneras muy dispares. En función de la reacción primaria que tengan ante el hecho disparador que acaba de acaecer, podrán beneficiarse o no de un día más o menos agradable.
La importancia de la regla 90/10
Todo lo anterior viene a decir que nuestra reacción ante una adversidad puede mejorar o empeorar el resto de nuestro día, de nuestra semana o incluso del año. Por tanto, una gran parte de ello depende de nosotros.
La regla del 90/10 fue descrita por primera vez por Stephen Covey, conocido por el libro Los siete hábitos de las personas altamente efectivas.
Tener esta regla presente es importante, ya que nos hace ser conscientes de que controlamos la mayor parte de nuestra vida: el 90%. También nos libera de sentir emociones inútiles, al hacernos ver que existe un 10% sobre el que no tenemos ningún control.
Si somos capaces de poner fuerza de voluntad en el asunto, algo que podría ser muy negativo puede convertirse en un simple hecho puntual o incluso hacer que extraigamos la parte positiva. ¿Quieres ver cómo podemos lograrlo? Sigue leyendo.
Un ejemplo del 10 y del 90
Para que quede más claro cómo podemos poner en práctica esta maravillosa regla, vamos a poner un ejemplo con el que podemos sentirnos identificados. Imagina que has estado todo el día trabajando en un proyecto que te ha mandado tu jefe. Tienes que entregarlo pronto, pero por fin lo estás acabando. Justamente, cuando te dispones a guardarlo, se va la luz y tu ordenador se apaga bruscamente.
Resulta que tu compañero de piso ha encendido la estufa que siempre hace que salten los plomos. Entras en cólera, te pones ansioso y piensas casi que se ha acabado el mundo. Te diriges a tu mujer y acabas discutiendo con ella severamente.
Como estás nervioso, vas a la cocina y terminas por tirar al suelo las tazas que hay sobre la encimera. Inesperadamente, se rompe tu taza favorita, la que usas por las mañanas para tomar tu café. Aumenta tu enfado y le echas la culpa a tu hijo por haberla utilizado esa tarde y dejarla por medio.
Pasados unos minutos, intentas por todos los medios recuperar tu trabajo pero no puedes. Se ha perdido todo. Te enfureces, maldices a todos los dioses y te vas a la calle a que te dé el aire dando un portazo. Cuando llegas, estás enfadado con tu hijo, con tu compañero, has perdido tu taza y no tienes el proyecto hecho: tienes lo que viene siendo un mal día.
Podría haber sido de otra forma
¿Qué ha ocurrido? Como podemos ver, hay un disparador, que supondría ese 10%: encender la estufa y que salten los plomos. Este es un hecho que no depende de nosotros, algo incontrolable que ha hecho otra persona sin malas intenciones, un simple error.
Lo que sí dependía de nosotros es todo lo que ha ocurrido después. Es el 90%, lo que ha convertido un día normal en un día horrible. De un problema, nuestro protagonista ha extraído varios problemas más.
En lugar de invertir sus energías en rehacer el proyecto, pedirle ayuda a su compañero o contarle el imprevisto al jefe y que este le dé un plazo superior, ha decidido desatar una reacción muy poco funcional. Toda la casa acaba discutiendo debido a un hecho puntual incontrolable. ¿Merece la pena?
¿Cuándo puedo poner en práctica la regla del 90/10?
Existe numerosas situaciones que pueden ser potenciales disparadores de reacciones disfuncionales. Es en ellas donde es preciso acordarse de esta regla y poner nuestra voluntad para no dejarnos llevar por la emoción. En realidad la clave reside en aceptar las frustraciones como parte del juego que es vivir.
Cuando eres juzgado
No puedes controlar los juicios y críticas de los demás porque ellos tienen derecho a pensar lo que les plazca. En cambio, sí puedes controlar el valor que otorgues a esos juicios, la importancia que les des. Si no puedo controlar lo que piensen sobre mí, ¿por qué gastar energías en ello?
Si cometes un error
No puedes controlar tus errores. Sí aprender de ellos, pero aun así, seguirás cometiéndolos porque es tu naturaleza. Solo controlas tu reacción frente a esos errores, si te aceptas o no aun con ellos, si te fustigas demasiado o si eres capaz de tolerarlos.
Cuando los demás no actúan como quisieras
Las reacciones de los demás son incontrolables por nuestra parte. Exigir a alguien que sea de una forma diferente a la que es, es poco realista y lo único que conseguiremos es frustrarnos mucho y perder calidad en la relación que mantenemos con esas personas.
Si experimentas alguna adversidad
Vivir trae aparejadas numerosas adversidades. Los estudios dicen que cada ser humano va a experimentar 20.000 infortunios a lo largo de toda su vida: desde leves como pisar las heces de un perro, hasta más graves como perder a un ser querido. Es algo que tenemos que meter en el presupuesto general de la vida y que es imposible controlar. Solo somos responsables de la manera en que estas adversidades nos afectan.
Por lo tanto, cuando te encuentres ante un hecho que sabes que es incontrolable, pon en práctica la regla del 90/10. Sabes que el 90% depende solo de ti y que si eres capaz de no dejarte manejar por ese 10%, lo que te ocurra, se quedará en un grano de arena y te librarás de haberlo convertido en una montaña.
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- Salinas, I. L. (2005). Two-way Immersion Program Designs: The 90/10 Model versus the 50/50 Model (Doctoral dissertation).
- Covey, S. R. (2015). Los 7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva: Edición de Imágenes. Mango Media Inc..