La vulnerabilidad es también una valía psicológica
La vulnerabilidad, más allá de lo que nos han hecho creer, es una valor psicológico, una cara más de nuestra realidad como seres humanos que, como tal, merece ser aceptada. Con ella, no solo asumimos una parte más de nuestro universo emocional, sino que además, facilitamos una conexión más íntima a la vez que auténtica con todo aquello que nos rodea.
Se requiere de una gran fortaleza para permitirnos ser vulnerables. Un mundo donde se valora tanto la seguridad, la eficacia o la fuerza, aquel que se atreve en un momento dado a dejar ir su coraza de aparente perfección evidencia sin duda una notable valentía. Y que lo haga, no demuestra ni mucho menos una derrota o un acto de debilidad.
La vulnerabilidad, y esto merece la pena recordarlo, no es una indisposición, no es falta de fuerza ni de arrojo personal. Estamos ante un lado más del carácter humano. Es en esencia, una parte más de nuestra naturaleza, ahí donde lograr ser más sensibles a nuestras necesidades y a su vez, poder empatizar mejor con el dolor y las realidades emocionales ajenas.
“Estoy muy agradecida por sentirme vulnerable, porque implica que estoy viva”.
-René Brown-
No somos superhéroes, somos personas (el poder de la vulnerabilidad)
Decía Mario Benedetti que la perfección no es más que una pulida colección de errores. Sin embargo, admitámoslo, a las personas nos cuesta enormemente aceptar los errores, los fracasos y esos cambios de sentido que, en ocasiones, nos trae el destino. De algún modo, la sociedad nos ha acostumbrado a navegar por el pulcro universo de las apariencias, de esas máscaras donde fingir resolución y buen humor cuando por dentro, palpitan los miedos, las tristezas y las ansiedades.
Así, y desde un punto de vista cultural, la vulnerabilidad emocional e incluso la física, tiene siempre una impronta despectiva e incluso vergonzosa. Quien en un momento dado se aleja de ese molde caracterizado por la perfección, fortaleza y resolución -que admite a la duda y al error como partes del juego-, llega a sentirse mal consigo mismo porque no se ajusta a lo que la sociedad espera y refuerza.
Por otro lado, resulta curioso que dentro del mundo de la literatura, la poesía o la filosofía existencial de autores como Martin Heidegger se entendiera la vulnerabilidad de una manera más necesaria y constructiva. Libros como el del doctor Robert D. Stolorow, Mundo, afectividad, trauma, nos recuerda que esta dimensión es un área más de nuestra existencia. Al fin y al cabo, todos somos finitos, sensibles, mortales y erráticos.
El equilibrio entre la vulnerabilidad y la fortaleza
Es estupendo, por ejemplo, demostrar nuestras competencias y habilidades para ciertas actividades o retos, es maravilloso evidenciar lo buenos que somos en un área. Sin embargo, admitir que a veces no podemos con todo también es aceptable; de hecho tiene que serlo, porque es una realidad.
Asumir errores, demostrar dolor, frustración o tristeza ante ciertas circunstancias que nos superan o incluso decir en voz alta que estamos pasando una mala época y que necesitamos tiempo también admirable y recomendable. No hay nada malo en ello, ni somos menos valiosos por dejar claro que nuestra fuerza convive con nuestra fragilidad.
La dureza no es una valía psicológica, la vulnerabilidad sí
La dureza de carácter, la personalidad que hace uso de una actitud dura y aparentemente infalible, no logra ninguna cumbre en la vida. No al menos en lo que de verdad importa: en felicidad, bienestar, respeto, convivencia. Es más, ni siquiera en los escenarios laborales se recomiendan ya esas habilidades basadas en la dureza, la resolución y la implacabilidad.
En la actualidad, queda en evidencia que aspectos como la sensibilidad, la empatía y la vulnerabilidad acerca posiciones y crea mejores entornos de trabajo; se llegan a mejores acuerdos y se humanizan los escenarios.
Eres perfecto cuando en un momento dado, te permites ser vulnerable
Señala Brené Brown, profesora e investigadora en la Universidad de Houston, que la vulnerabilidad es el lugar de nacimiento del amor, la pertenencia, la alegría, el coraje, la empatía y la creatividad. ¿Por qué asumir entonces que cuando en un momento dado nos permitimos ser vulnerables somos imperfectos?
Triste es por ejemplo quien nunca se ha permitido serlo. Quien jamás se ha atrevido a abrirse a alguien para comunicar emociones, para sentir el dolor o la felicidad del otro. Lamentable es quien se obsesiona en mostrar siempre a los demás una competencia absoluta, dureza de carácter, inflexibilidad e incapacidad para asumir errores. Estas dinámicas sí evidencian imperfección, ahí donde además se contiene la infelicidad.
Valiente es quien es capaz de mostrarse con sus luces y sombras, con sus fortalezas y debilidades. Coraje es quien tiene el valor de caer cuando ya no puede más y levantarse cuando es el momento. El poder de la vulnerabilidad nos hace humanos, nos dota de perfección porque somos capaces de aceptarnos a nosotros mismos y a los demás con toda su riqueza interior. Nada puede ser tan reconfortante.
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- Brown, Brene (2012). Daring Greatly: How the Courage to be Vulnerable Transforms the Way We Live, Love, Parent, and Lead. Gotham Books.
- Stolorow, RD (2011). Mundo, afectividad, trauma: Heidegger y psicoanálisis post-cartesiano . Nueva York: Routledge