Empatía compasiva, cuando el sentimiento se traduce en acción

Que alguien entienda nuestra realidad emocional está muy bien. Sin embargo, es aún mejor no quedarse solo en el sentimiento y la mera intención, porque lo que más agradecemos es una empatía compasiva capaz de actuar, de prestar apoyo activo, de ayudar...
Empatía compasiva, cuando el sentimiento se traduce en acción
Valeria Sabater

Escrito y verificado por la psicóloga Valeria Sabater.

Última actualización: 06 junio, 2020

Si hay algo que el mundo necesita es más empatía compasiva. Hablamos de esa dimensión donde no quedarnos solo con el sentimiento que comprende, la emoción que conecta y el corazón capaz de conmoverse. Nos referimos a la acción de quien se compromete y decide ayudar, de quien se atreve a cambiar la realidad del otro para conferirle apoyo, afecto y un bienestar auténtico.

Decía Lewis Carroll que uno de los secretos de esta vida es comprender que estamos en este mundo para algo más que existir. El ser humano está aquí también para ayudar, para que cada uno desde su parcela y disposición particular haga de esta realidad un lugar un poco más noble, un poco más hermoso. Sin embargo, admitámoslo, a veces cuesta.

Y cuesta, porque muchos de nosotros nos quedamos solo en la intención y el sentimiento, pero no en el acto. A través de nuestras redes sociales, por ejemplo, nos llegan un sinfín de iniciativas que apoyamos con un solo click, compartiendo o registrando nuestros datos en determinadas campañas sociales. Somos muy sensibles a infinitos problemas de nuestra sociedad. Sin embargo, en ocasiones, no vemos lo que tenemos más cerca.

La empatía compasiva significa ser capaces de dar una ayuda útil a quien tenemos al lado. No obstante, no siempre logramos ver a ese amigo, a ese familiar o compañero de trabajo que en un momento dado necesitaría de un apoyo activo. Aún más, podemos verlo, es cierto, pero en ocasiones, no sabemos muy bien cómo actuar.

“Lo que hacemos por nosotros mismos muere con nosotros, lo que hacemos por los demás y por el mundo permanece y es inmortal”.

-Albert Pike-

Mano con árbol

El tercer tipo de empatía, la más útil

La empatía compasiva fue definida por el psicólogo y experto en emociones Paul Ekman. Esta idea le sirvió también a Daniel Goleman para perfilar el conocido coeficiente emocional, es decir esa dimensión que nos ayudaría a clarificar nuestro nivel de inteligencia emocional.

Es importante, por tanto, tener en cuenta que la empatía no es una dimensión unitaria, no es un concepto plano donde limitarnos a entender que la persona empática es aquella capaz de entender la realidad emocional de quien tiene delante.

Se trata más bien de un factor más amplio y más rico, uno donde no todos puntuaríamos alto sin nos pasaran una prueba para medir nuestra competencia emocional. Veamos en primer lugar cómo se desgrana la empatía y qué tipologías la definen.

Tipos de empatía

  • En primer lugar, está la empatía emocional. En palabras del propio Daniel Goleman, se trata de una dimensión a menudo contagiosa y hasta peligrosa cuando no sabemos poner límites y quedamos ‘impregnados’ del sufrimiento ajeno. Hace referencia a nuestra capacidad para conectar con la realidad emocional del otro. Es sentir lo que el otro siente y calzar su realidad personal. En este proceso entran en acción las neuronas espejo, nuestros sentimientos e incluso nuestra respuesta fisiológica.
  • La empatía cognitiva, por su parte, implica hacer uso del intelecto, de los procesos cognitivos tales como la atención, reflexión, comunicación, las inferencias, etc. Significa básicamente, saber cómo se siente la otra persona, por qué se siente de ese modo y deducir incluso qué ideas y pensamientos pueden estar en la mente del otro.
  • Por último, tenemos a esa gran desconocida, a esa dimensión a menudo descuidada que es la empatía compasiva. En palabras de Daniel Goleman: con este tipo de empatía no solo comprendemos qué siente y cuál es el problema de una persona; además, nos movilizamos para ayudar si así lo creemos necesario.
Amigas dándose un abrazo

¿Cómo es la persona con empatía compasiva?

La persona con empatía compasiva da un paso más allá dentro de su crecimiento personal. Es alguien que maneja a la perfección el campo de las relaciones humanas. La razón de que esto sea así, parte de las siguientes características:

Personas centradas que saben responder ante cada situación

Entrenar y habilitar nuestra empatía nos permitirá ante todo, actuar siempre a medio camino entre la razón y la emoción. Esta dimensión nos ayuda a calibrar cada situación desde una óptica muy centrada, ahí donde no dejarnos llevar por el contagio emocional ni tampoco por esa lógica objetiva que entiende las cosas pero que nunca llega a actuar.

De este modo, la persona ’empático-compasiva’ sabe cómo ayudar en cada momento, facilitando el soporte más adecuado en cada circunstancia.

Hábiles en reciprocidad

Las relaciones exitosas y los vínculos más significativos se basan siempre en el principio de la reciprocidad. Es un tú me das yo te doy contante, es saber atender y responder sintiéndonos a su vez, merecedores de lo mismo que ofrecemos. Por ello, la empatía compasiva es un principio básico de bienestar personal, porque no se basa solo en saber ayudar a los demás. También nosotros podemos y debemos recibir apoyo.

Manos sujetando un corazón para representar la importancia de los cuidados

Conocen las claves de la conexión humana

La conexión humana es parte de la esencia de la empatía compasiva. Es saber llegar a la persona con autenticidad, comprendiendo su realidad singular, aceptándola tal y como es sin prejuicios, sin sesgos, sin dobles intenciones. La conexión iniciada desde el respeto y la apreciación al otro nos permite también entender necesidades y clarificar qué podemos hacer.

Asimismo, y no menos importante, quien es hábil en empatía compasiva no se limita a ayudar como si fuera un salvador. En realidad, saber prestar apoyo es todo un arte. Hay que saber qué ofrecer y cómo, porque en ocasiones lo que una persona necesita no es siempre lo que nos pide, y eso, es importante tenerlo en cuenta.

Para concluir, señalaba el maestro zen Thich Nhat Hanh que cuando regalamos nuestra presencia y atención plena a los demás, estos florecen como flores. Es cierto, sin embargo, a veces es necesario algo más: que nos movilicemos, que sepamos actuar con acierto.

 


Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.



Este texto se ofrece únicamente con propósitos informativos y no reemplaza la consulta con un profesional. Ante dudas, consulta a tu especialista.