¿Qué les pasa a los hombres del siglo XXI?
Durante los últimos 30 años se ha abierto paso un intenso debate sobre lo que significa ser hombres en la actualidad. Tal y como el feminismo ha tenido un desarrollo propio, el tema de la masculinidad comienza a verse como algo que debe encontrar sus propios cauces. Tan es así, que el prestigioso sociólogo Michael Kimmel ha anunciado la creación de un máster sobre “estudios de la masculinidad” en la Universidad de Nueva York.
Los hombres tuvieron una posición hegemónica dentro de algunas culturas, durante miles de años. Todo parece indicar que con la consolidación de las religiones monoteístas se instauró también la preeminencia de los hombres en la sociedad. Hay evidencias de que antes de esto la mayoría de las deidades eran femeninas y, por extensión, la mujer tenía un papel mucho más relevante en las diferentes culturas.
“La masculinidad obsesiva es siempre fuente de conflictos y de tensiones. Obliga a ponerse una máscara que simule una superpotencia y una independencia matadoras. Y cuando cae la máscara se descubre un bebé que tiembla”.
-David Gilmore-
El feminismo abrió una grieta en esa forma de estructurar el mundo. Particularmente, dio lugar a que la mujer comenzara a asumir roles que hasta ese momento habían sido reservados para los hombres. La marca de género empezó a desvanecerse tanto en el mundo laboral, como en el mundo familiar y de las relaciones interpersonales. Así las cosas, muchos hombres han sentido que su identidad ha sufrido una mengua y ha aparecido la necesidad de redefinir su papel.
El malestar de los hombres en el siglo XXI
Lo más problemático para los hombres del siglo XXI es que se encuentran inmersos en una especie de collage cultural de géneros. El machismo no ha sido erradicado y sigue presente en el modelo de muchas familias y sociedades. Sin embargo, al mismo tiempo, cada vez hay mayores resistencias frente a ese modelo.
Por otro lado, el siglo XXI parece que va a ser el siglo de las emociones. La razón está muy bien, con ella hacemos ciencia, pero con nuestras emociones tomamos muchas de nuestras decisiones más importantes. Emociones de las que los hombres han renegado, por esteriotipo, hasta hace pocos años. Ahora están intentado encontrar su propia manera de hablar de ellas, al igual que las mujeres encontraron la suya y la llevan practicando durante mucho tiempo.
En el marco de estas ambigüedades, finalmente muchos hombres no saben si deben seguirse apoyando en los valores masculinos tradicionales o “feminizarse” en alguna medida para responder a las expectativas de una nueva cultura.
En este contexto lo que viene pululando son una serie de subculturas, cada una de ellas con una manera diferente de entender la masculinidad, muchas veces de forma epidérmica. Estas son algunas de ellas:
- Los hipsters. Se asocia a un estilo de vida alternativo, que finalmente se expresa casi exclusivamente en una estética de la apariencia. Los hombres hipster usan barba como señal de identidad.
- Los fofisanos. Rechazan el culto al gimnasio y piensan que deben darse gustos en el comer y el beber.
- Lumbersexuales. Quieren lucir como el “típico macho”, con barbas frondosas y vestidos tipo vaquero.
- Normcore. Inspirados en Mark Zuckerberg, quieren vestir de forma casual, ojalá igual todos los días, con prendas que no llamen la atención.
- Muppies. Están hiperconectados, se preocupan por mantener una buena apariencia y quieren estar a la última moda.
Los hombres y su destino
Como se ve, lo que se llama “nuevas masculinidades” en muchos casos no pasa de ser un asunto que se relaciona más con la moda, que con la verdadera búsqueda de una identidad. Hay quien dice que los hombres se han “histerizado”: ahora compiten con la mujer en términos de apariencia. Quieren ser seductores, al estilo femenino. Utilizan maquillaje, cremas y se depilan y en sus escalas de prioridades la apariencia ha subido muchos puestos.
Muchos hombres se muestran también cada vez más reacios a desempeñar sus roles clásicos: proveer, proteger y procrear. Ante la complejidad presente en el mundo actual, se han replegado. El paro, la crisis económica y las dificultades para emprender le han robado a muchos hombres la posibilidad de ser un proveedor para su familia. Para algunos, esto tiene una fuerte incidencia en su autoestima. Otros han inaugurado un nuevo machismo y dejan que su mujer sea quien provea, sin dejar sus actividades domésticas.
Frente a la paternidad, sigue existiendo un importante porcentaje de hombres que consideran que su aporte en la crianza debe ser mínimo, durante los primeros años de vida del niño. De hecho, en Latinoamérica el promedio indica que de cada 5 niños, 2 no cuentan con un padre que les atienda. En otros lugares del mundo lo que se observa es una creciente reticencia a tener hijos.
Los hombre actuales se alejan cada vez más del estereotipo, pero a la vez muchos los que sienten que tienen dificultad para encontrar una forma alentadora de ejercer su masculinidad. Así como muchas mujeres ocupan lugares que antiguamente eran dominio de los hombres, también hay hombres que quieren asumir roles de mujer sin ser homosexuales. Se trata de un tema que amerita nuevas reflexiones y un seguimiento constante.