¿Libertad es hacer lo que uno quiere?
Antes de sumergirnos en el debate, es necesario apuntar dos ideas. La primera sería que nadie goza de una libertad absoluta en el sentido de poder abstraerse por completo de normas y valores para actuar. La segunda idea tiene que ver con que la libertad no solo comprende a la elección de una u otra acción, sino que también se extiende a los pensamientos y a las emociones: gozamos de un cierto margen para elegir qué pensar o qué sentir.
Por otro lado, adherido al concepto de disposición y capacidad para elegir, va la responsabilidad que emana de ese privilegio. Así, de alguna manera, toda elección va asociada a una previsión de consecuencias, a una estimación de daño y beneficios. Es aquí donde entra en juego la moral y la ética, propia de cada persona, de cada grupo, de cada sociedad o de la humanidad entera.
Si miramos a nuestra sociedad, nos daremos cuenta de que consideramos a la mayoría de las personas libres para elegir. De otra manera, ¿qué sentido tendría la democracia o las propias normas y leyes que castigan precisamente la falta de responsabilidad que va asociada a la libertad?
“La libertad es la capacidad de elegir dentro de lo posible. Es la posibilidad y el derecho que tiene cada uno de elegir una de las alternativas que se presentan en un determinado momento”.
-Jorge Bucay-
Declararse libres es declararse autónomos
Cuando somos libres somos responsables de nuestras decisiones, ya que somos nosotros quienes las tomamos y por ello asumimos la autonomía, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Asumir el coste de lo que decidimos implica la valentía de ser libre para tomar un camino.
Un coste que trataremos de anticipar, reducir y, en última instancia, asumir, sabiendo que después lo tendremos que pagar. Asumimos que a nuestra decisión va asociado un riesgo que puede decantar las consecuencias para uno u otro lado. Este riesgo existe porque la mayoría de las veces no somos los únicos escultores de la realidad, sino que hay otros factores de influencia que entran en juego. Las demás personas, por ejemplo.
Ser libre y pensar por uno mismo requiere también de una concesión: el permiso de equivocarnos. Más allá: de fallar y de volver a intentarlo. Aquí vuelven a aparecer los conceptos de responsabilidad y coste. Por ejemplo, muchos padres y madres no realizan muchos de los planes que les gustarían en el momento en el que les gustaría porque saben que tienen una responsabilidad sobre sus hijos y que seguir a sus deseos tendría un coste para la familia.
Ser libres implica correr riesgos, la libertad exige llevar el peso de nuestras decisiones. La libertad no es solo hacer lo que queremos en este momento, es dibujar y construir nuestro camino decidiendo cómo, por dónde y con quién lo recorremos. Ser libres es ser autónomos para decidir por nosotros mismos.
“La libertad está en ser dueños de nuestra propia vida”.
-Platón-
Mi libertad acaba cuando empieza la tuya
Aquí está el límite más importante de la libertad: la convivencia con otras libertades, la moral y la ética. Soy libre dentro de un espacio limitado, el que marcan mis propios valores, el que me dejan las leyes. En algunos campos estas leyes serán más restrictivas que mis valores personales, en otros no y aparecerá el conflicto. La libertad y la autonomía nos dan un margen de movimientos menor que el que nuestra imaginación nos permite.
Uno de los valores compartido por la mayoría de las personas es el de no hacer daño. De ahí, esa famosa frase de que mi libertad comienza donde termina la del otro. Seguir esta regla ya es en sí una lección, ya que si se viola las leyes, existe un castigo para quién lo cometa. Una restauración que intentará ir precisamente en la restauración de ese daño causado.
“La libertad no es la ausencia de compromisos, sino la capacidad de escoger lo que es mejor para uno”.
-Paulo Coelho-
Finalmente, queremos reseñar un fenómeno curioso. Existe un número de opciones a partir del cual los seres humanos podemos sentirnos abrumados. Todos lo hemos experimentado. Por ejemplo, vamos a comprar un bolígrafo y hay un montón de tipos distintos. En principio, es una lección al que conscientemente no le dedicaríamos tiempo, pero no es raro ver que nos pasamos 10 minutos para elegir, cuando en la realidad preferiríamos dedicar ese tiempo a otros menesteres.
Es así como esa libertad de alguna manera secuestra nuestra voluntad, como si ese número de opciones tan grande en realidad nos molestara.
Con sus paradojas y sus bondades, la libertad es uno de nuestros grandes privilegios. Sin duda la mayoría de nosotros contamos con un buen margen para hacer y deshacer a nuestro antojo, para decidir y crecer de una manera, en el fondo tan dependiente (debido a nuestra naturaleza social), como autónoma.
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