Lo importante del amor es que sea eterno mientras dure
El amor tiene que tener futuro, al menos mientras exista. Es decir, tiene que palparse con claridad la existencia de algo que mantenga la esperanza de lo que queda por vivir. O sea, un brillo en la complicidad de dos corazones que se aman.
Si bien somos conscientes de que no hay nada eterno y menos cuando hablamos de sentimientos, lo cierto es que algo tan fuerte como el amor tiene que parecérnoslo. Al menos mientras exista.
Es complicado manejar estos términos en un mundo que nos borra las sonrisas con las prisas. Pero lo cierto es que si las estrellan brillan es solo porque nos paramos a mirarlas, porque si no lo hiciésemos ni siquiera existirían para nosotros. Lo mismo ocurre con el amor, tenemos que observarlo para conocerlo.
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.“Amor eterno” de Gustavo Adolfo Bécquer.
El amor no se encuentra, se construye
A veces sentimos que el amor ya no es lo que era, que se ha distorsionado y que solo existe lo fugaz. Entonces nos decepcionamos porque desconocemos a nuestras parejas, porque no tenemos la certeza de que sean el amor de nuestra vida y porque no conseguimos entender que el amor sea mucho más que la inmediatez de dos cuerpos que se aman.
Quizás, en ocasiones, el amor no es serio porque no le dejamos que lo sea, porque tememos el fraude y porque no creemos en los milagros ni en los cuentos de hadas. Pero es que el verdadero sentimiento no se construye de ideas hiperrománticas sacadas de cuentos Disney.
El amor no surge si lo limitamos; es decir, que si le ponemos fecha de caducidad también le ponemos un precio. Es más, en ocasiones suele ser barato porque nos cuesta poco (en términos de esfuerzo, claro). Un par de miradas con un beso y un verso que rime “te quieros” tan ligeros como una pluma.
Es algo así como que los cuerpos y las necesidades no están haciendo perder el norte. Uno no elige de quien se enamora, ni el momento ni el lugar. Eso no es amor, eso son otras cosas. El amor es más trascendente y más puro.
La ilusión de una vida juntos
Y cuando seamos viejitos te podré decir que eras el amor de mi vida…
Tener la ilusión o la idea de que nuestro amor perdure genera confianza y proyectos en común. Estos dos ingredientes son fundamentales para lograr la felicidad y la estabilidad en nuestra relación de pareja.
Tenemos que ser valientes y comprometernos con los instantes. Porque el amor no sirve de nada si lo encarcelamos desde el principio y no creemos en su poder ni en su fuerza. Precisamente esto marca el abismo entre una pareja y un compañero de vida.
Si hablamos de amor de verdad lo hacemos de algo que no se puede definir ni delimitar. Ni siquiera podemos controlarlo ni atarlo, porque el amor es tan vigoroso que aun estando desnudo no se siente vulnerable.
O sea, un amor se vive como si la vida fuese eterna pero no al revés. Disfrutaremos más del amor si logramos frenar a la impaciencia y a la premura por las etapas. En definitiva, si nos deshacemos del miedo a la impermanencia, al cambio y a los ciclos del amor.
Es ambicioso creer en el amor eterno, pero si le damos tiempo a lo efímero nos llevaremos una grata sorpresa. La idea es dejar de ser partidarios del todo o nada.
No se trata de comprar el cielo e hipotecar nuestra vida, se trata de alquilar una parcela en la que nos sintamos como en el cielo. Eso solo se consigue cuando no imponemos límites absurdos a nuestros sentimientos.