Los 5 tipos de enfado y su impacto psicológico
Hay diferentes tipos de enfado y no todos son, ni mucho menos, negativos o problemáticos. Porque aunque vivamos esta emoción de manera poco placentera, no deja de tener un sentido y una utilidad. Saber movilizar toda esa energía de manera asertiva y adecuada nos permite poner límites, defender lo que es justo y, en muchos casos, lograr acuerdos.
Toda emoción tiene como finalidad garantizar nuestra supervivencia y ayudarnos a adaptarnos al medio con mayor eficacia. Sin embargo, admitámoslo, nada es tan complicado de manejar como los enfados. Llegan como un estallido, una tormenta que todo lo arrasa con esa combinación de ira, de frustración y esa tensión fisiológica que hace temblar la voz y nubla los pensamientos más racionales.
Hay quien, por ejemplo, tiene una sutil y paradójica tendencia a vivir siempre enfadado. También está esa parte de la población que, curiosamente, rara vez se enfada, porque se siente inclinada a interiorizar y callar lo que le indigna; una costumbre que tampoco es saludable. Saber manejar los disgustos, las indignaciones y los pinchazos de cólera con efectividad es un arte en el que todos deberíamos habilitarnos.
Por ello, conocer las tipologías existentes al respeto de esta emoción nos puede ayudar a conocernos mejor. Lo analizamos.
¿Cuántos tipos de enfado existen?
Decía Winston Churchill que la grandeza de una persona se demuestra en aquello que despierta en ella el enfado y la indignación. Pocos razonamientos son tan ciertos; de algún modo, todos conocemos a alguien que tiene una inusitada tendencia a enfadarse por todo y a cada momento.
Los que tienen una piel tan fina y a la mínima quedan secuestrados por la ira y la contradicción, demuestran, sin duda, una mala gestión emocional. El enfado puntual motivado por razones sólidas siempre será comprensible. Por ello, entre los diferentes tipos de estado, el primero es sin duda el justificable. Profundizamos en él y en aquellos que ya no son tan recomendables.
1. El enfado justificable
La vida está llena de injusticias. Sentir indignación y enfado ante esas circunstancias y hechos globales es algo justificable. Como también lo es reaccionar y expresar nuestro malestar cuando algo nos afecta, cuando se vulneran nuestros derechos. Así, en estas circunstancias, lo más recomendable es actuar con asertividad, seguridad e inteligencia.
Vivir relaciones abusivas, experimentar situaciones que nos hacen daño a nosotros o a los demás, reclaman una actuación. Es imprescindible reaccionar, porque la injusticia que se calla o se interioriza se convierte en ira latente. Las consecuencias de callar lo que duele es problemático. Saber actuar es liberador.
2. El enfado secundario (cuando tras la ira hay otra emoción)
Entre todos los tipos de enfado, este es uno de los más comunes. Algo que debemos entender sobre emociones como la ira, la rabia y el enfado es que son como la puerta de una habitación. Al abrirla, descubrimos que detrás de ella se esconde algo más complejo y más grande. Si atravesamos esa entrada, descubriremos que a menudo, lo que hay es decepción, tristeza o emoción.
Esto lo vemos por ejemplo en muchos niños de 4 o 5 años que, incapaces de manejar o entender sus emociones, reaccionan con una rabieta a su frustración, su decepción o su tristeza.
No obstante, esta es una realidad muy frecuente a su vez en los adultos. Son muchos quienes lejos de profundizar en sus tristezas, crean una capa sobre ella para esconderla y hacer del enfado su eterna carta de presentación.
3. Los enfados no saludables (el trastorno latente)
Ya hemos hablado de esas personalidades definidas por un enfado crónico. ¿Qué hay detrás de quien deriva siempre en la agresión verbal, en la explosión de ira, en la frustración constante y en ese torbellino de negatividad? Tras el enfado no saludable está el trastorno psicológico.
Estudios, como los realizados en la Universidad de Leiden, Leiden en los Países Bajos, aportan evidencias de que esas reacciones llenas de ira, así como el enfado persistente, esconden trastornos del estado de ánimo, como la ansiedad y la depresión.
4. El enfado instrumental (lo que espero conseguir a cambio)
Hay personalidades claramente manipuladoras que emplean la indignación como mecanismo de chantaje. Así, entre los diferentes tipos de enfado, este es uno que debemos reconocer. Ejemplo de ello es la pareja que a la mínima se molesta y nos discute algo con el fin de hacernos sentir mal y, así, lograr algo a cambio.
Identificar al enfado como la emoción predominante en el estado de ánimo de otras personas nos desagrada. Podríamos decir aquello de que no nos trasmite buenas vibraciones; no deseamos contagiarnos de su estado emocional. Así, para conseguir que su estado de ánimo cambie, procedemos a realizar lo que nos demanda.
5. Tipos de enfados: el pasivo y silencioso
Hemos hablado de ellos al inicio. En los enfados pasivos, la persona interioriza, calla y disimula su contrariedad, su rabia e indignación. Esta es una dinámica emocional muy común. Responde básicamente a nuestra educación, a esas fórmulas que tanto nos han repetido de «no llores, no te enfades, eso no es nada, contrólate…».
Sin embargo, hay algo que debemos tener claro: control no es represión. Salud emocional es saber aceptar cada estado sentido, entenderlo y entonces, saber manejarlo para lograr el bienestar y la adaptación. Por tanto, si callamos y engullimos esa frustración y esa rabia, lejos de sentirnos bien lo que haremos es cronificar el sufrimiento. Con ello tanto la salud psicológica como la física se ve afectada.
Para concluir, visto que hay diferentes tipos de enfado, seamos capaces de encauzar esta realidad interna hacia ese mecanismo asertivo con el cual, liberar lo que indigna pero sabiendo respetar y siendo capaces a su vez de llegar acuerdos (si es posible).
“Es muy fácil enfadarse, lo difícil es enfadarte con la persona oportuna en el momento oportuno, con la intensidad oportuna y en el contexto adecuado”
-Aristóteles-
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