Los “amos de casa”: un fenómeno novedoso
Si hay algo que está cambiado a un ritmo vertiginoso son los roles de género, en muchos casos afortundamente. Desde los años cincuenta y sesenta viene presentándose este fenómeno. Comenzó con el movimiento feminista, que desde un comienzo exigió un trato equivalente para hombres y mujeres. Esto incluía la reivindicación de tener acceso a las mismas responsabilidades y a los mismos derechos.
Toda la segunda mitad del siglo XX vio la paulatina expansión de este fenómeno. Las mujeres no dejaron de conquistar nuevos espacios, nuevos privilegios y nuevos roles. Se demostró, en la práctica, que eran tan capaces como los hombres para realizar cualquier tarea. Así hemos asistido a la incorporación de la mujer a la esfera laboral en profesiones que años antes se consideraba que no “eran para ellas”.
“La sensibilidad levanta una barrera que no puede salvar la inteligencia”.
-Azorín-
Las reacciones de los hombres frente a este fenómeno han sido variadas. Hay quienes añoran volver a lo de antes. Culpan a las mujeres del ocaso de las familias tradicionales. Anhelan volver a ver a la mujer como madre y ama de casa.
Otros han guardado una distancia prudente. No se oponen a las conquistas femeninas, pero tampoco las promueven. Algunos más apoyan definitivamente estos nuevos roles. Y también están los que han asimilado plenamente la nueva realidad y también han transformado su rol con el fin de mantener el equilibrio. Dentro de estos se destacan los nuevos “amos de casa”.
Un nuevo fenómeno: la liberación masculina
La distribución de roles y los lugares de poder que han ocupado hombres y mujeres parecen haber tenido en el monoteísmo. Cuando desaparecieron las diosas femeninas de la cultura y se erigió un solo dios masculino en casi todas las religiones, las mujeres quedaron relegadas a un papel secundario en el más allá, pero también en el más acá.
Desde entonces los hombres reservaron para sí el poder político, militar, cultural, económico, etc. Durante mucho tiempo solo ellos tuvieron derecho a recibir educación superior. Durante muchas décadas solo ellos pudieron elegir y ser elegidos. También eran quienes disponían de los bienes, hacían las leyes y definían el destino de las mujeres.
El movimiento de liberación femenina comenzó a cambiar este orden. Sí, las mujeres también tenían cerebro y podían utilizarlo. No necesitaban que nadie decidiera por ellas. Paralelamente comenzó a pasar también algo que no estaba previsto del todo. Muchos hombres descubrieron que no tenían que cargar solos con todo el peso de sostener económicamente el hogar.
Algunos hombres comenzaron a darse cuenta de que ellos también estaban esclavizados en ese régimen estricto de género. No todos querían ser el presidente de la compañía. Tampoco todos se sentían cómodos tomando decisiones trascendentales sobre los demás. Incluso había muchos que, sin ser homosexuales, se sentían atraídos por alguno de los roles “característicos” de la mujer hasta ese momento.
El “amo de casa”, una figura prometedora
Al fenómeno cultural del cambio de roles de género se sumaron también varias crisis económicas. Entonces ocurrió lo impensable: aparecieron casos en donde la mujer tenía trabajo y era el hombre el que estaba desempleado. Una total alteración del esquema del mundo que había primado hasta ese entonces. Las respuestas masculinas frente a esta nueva realidad también fueron heterogéneas.
Algunos hombres se lo tomaron muy mal. Exigieron y siguen exigiendo que la mujer vuelva a su rol más tradicional y deje las vacantes libres. Otros se dejaron seducir por el cinismo: ni trabajaban ni asumían las tareas del hogar. Que la mujer se entendiera con ambos papeles como lo hacía cuando los dos trabajaban. Sin embargo también emergió una nueva especie de hombres que han sabido sacarle partido a estas circunstancias y que no se han sentido incómodos afrontando las tareas que en ese momento podrían cubrir en favor de sus familias.
Descubrieron que podían ser magníficos “amos de casa” y excelentes padres. En ambos papeles lograron encontrar nuevas vías para desarrollar potencialidades que no conocían en sí mismos. Se dieron cuenta de que un ser humano no solo es exitoso cuando triunfa en una compañía, sino también cuando asume las tareas del hogar. Aprendieron a hacer las tareas con sus niños y a tener la comida a tiempo. Hicieron caso omiso a los mensajes obsoletos que condenaban su nueva posición. Saben que ser varones es mucho más que tener poder, ganar mucho dinero o dar muestras de fuerza física.
Esta nueva posición masculina es una forma inteligente de abordar las nueva realidad. Para los niños es ideal que uno de los padres esté con él y se haga cargo de su cuidado. Para la mujer es maravilloso contar con alguien de brazos fuertes que le ayude a levantar un hogar. Para los hombres es también una forma de liberación. Ya no tienen que estar atrapados en un solo rol. Ya no tienen que fingir que no son vulnerables y pueden elegir.