Los aparatos eléctricos afectan a nuestro cerebro, pero... ¿sabes cómo?
Los aparatos electrónicos se han vuelto elementos indispensables en la vida actual. La tecnología en su conjunto tiene tantos beneficios y la hemos integrado de tal manera en nuestra rutina que a muchos ya nos costaría imaginarnos viviendo sin ella. Ahorra tiempo y facilita casi todas las tareas. También evita errores y garantiza mejores resultados.
Muchas de las tecnologías son relativamente recientes. Por eso los efectos de los aparatos sobre los seres humanos apenas han comenzado a estudiarse. Aunque ya hay conclusiones al respecto, lo cierto es que todavía no se ha delimitado exactamente cómo pueden afectar a nuestra salud y si es posible que los aparatos generen modificaciones significativas en el cerebro.
“La vida no es una tecnología, ni una ciencia. La vida es un arte, has de sentirla. Es como el caminar por una cuerda floja”.
-Osho-
Lo que sí se sabe es que las implicaciones pueden ser muy importantes. De hecho la recomendación es evitar una sobreexposición a los aparatos electrónicos. Esto significa no tenerlos muy cerca durante demasiado tiempo. También implica saber desconectarte periódicamente de ellos, además de estar atento a cualquier síntoma, en caso de que comiences a presentar molestias de salud, que no tenga otra causa identificada.
Los aparatos y el campo magnético que generan
Que hay una contaminación electromagnética es un hecho probado. Tanto los aparatos eléctricos como los electrónicos generan un campo de magnético, que, por supuesto, ejerce influencia sobre el cerebro. Tomemos como ejemplo dos aparatos de uso común: la televisión y el ordenador.
En 1987 se llevó a cabo un experimento en el Instituto de Medicina Laboral de Lodz (Polonia). Se expuso un grupo de ratas hembras, embarazadas, y un grupo de ratas machos, a 4 horas diarias frente al televisor a 30 cm de distancia. El resultado en las hembras fue que sus crías tenían menor peso y talla de lo normal. Y en los machos se redujo el peso de los testículos. En ambos disminuyó la cantidad de sodio en la corteza cerebral y el hipotálamo.
Respecto al ordenador también se han hecho diferentes estudios. En uno de ellos se concluyó que las mujeres embarazadas que trabajan frente a un ordenador , son más propensas a tener abortos. En general, quienes trabajan frente a una pantalla, presentan con más frecuencia estos síntomas: sequedad de las mucosas, enrojecimiento de la piel, sequedad en los ojos, granos en la cara y poros abiertos, ojos inflamados, fatiga, migrañas y estrés.
Todo esto se debe a que los ordenadores generan un campo magnético con iones positivos, a parte de que las pantallas disminuyen nuestra frecuencia de parpadeo. Los iones se transmiten a través del aire y es el usuario el que de alguna manera los recibe. Los aparatos pueden hacer que llegue incluso a sufrir vértigos, mareos, nauseas, etc. La solución está en mantenerse al menos a un metro del aparato. Esto se aplica tanto para televisores como para ordenadores. Además, a la hora de adquirirlos, en ambos casos se debe exigir la Certificación TCO.
Los aparatos y el mundo social
La vida social es quizás el aspecto que más ha cambiado en nuestras vidas gracias a los aparatos electrónicos. La forma de encontrarnos, interactuar y gestionar nuestros vínculos con los demás es ahora muy diferente. Y sigue renovándose constantemente. Prácticamente cada año surge una nueva aplicación o una nueva funcionalidad que vuelve a modificar esas comunicaciones cotidianas.
Uno de los aspectos más salientes de estas nuevas formas de comunicación es que irrumpen fácilmente, en cualquier momento y en cualquier lugar. No importa dónde estés o la hora que sea. Siempre existe la posibilidad de recibir un mensaje, una llamada, un correo con independencia de su relevancia.
Por lo tanto, las normas de juego en el mundo moderno nos exigen estar atentos a muchos estímulos a la vez. Es frecuente que una misma tarea se interrumpa varias veces por la comunicación de alguien. Luego, debes reiniciar la actividad. Es entonces cuando se produce un desgaste que se llama “costo/coste de cambio”. Este impuesto lo pagamos a menudo cuando apartamos la atención de una tarea, para dedicársela a otra y luego volver a enfocarnos en lo que estábamos haciendo.
De igual modo, el cerebro debe estar atento a una luz que parpadea o un timbre que suena o una vibración que aparece o una ventana que emerge. Todas esas señales las interpreta en principio como amenaza o emergencia. No es que te mueras de miedo cuando las veas. Significa que tus alertas se activan y hay una pequeña alarma que suena en tu interior. Constantemente y a mediano plazo, esto se traduce en una dosis de estrés adicional.