Los efectos de crecer rodeados de conflictos
Antes que cualquier otra cosa, la fa m ilia es la célula desde la que todo individuo se inserta en la sociedad y en la cultura. Gracias a esa función socializadora, el niño adquiere una conciencia personal (se reconoce responsable de sus actos y de sus emociones), aprende a participar en su comunidad y logra internalizar las normas y valores de una sociedad.
Su primer gran reto es asumir los desafíos que le impone la escuela. Allí tendrá que relacionarse con otros niños, con los profesores y, además, iniciar un proceso de aprendizaje intelectual que debe dar unos resultados específicos. Será evaluado y el espacio académico lo aprobará o reprobará en función de lo que logre ser y hacer.
¿Qué sucede cuando la familia, en lugar de dar un soporte sólido para la socialización, limita o impide la conciencia, la participación y la definición de valores?
Efectos de una familia conflictiva
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Buenos Aires, con 1.892 alumnos de primaria y secundaria, concluyó que los conflictos entre los padres afectan a sus hijos en todos los órdenes de la vida. Identificaron que ese impacto se verifica en cuatro dimensiones:
El bienestar emocional. Esto se ve reflejado en conductas externas como agresividad, depresión, ansiedad, retraimiento y consumo de drogas.
El bienestar físico. Los hijos de padres conflictivos son más propensos a sufrir de problemas digestivos frecuentes, dolores de cabeza, asma, eczemas, alergias y problemas de alimentación.
El bienestar social. Los miembros de familias conflictivas tienen mayores dificultades para relacionarse con los demás. Les cuesta trabajo establecer lazos cercanos y cuando los desarrollan se vuelven altamente dependientes de ellos.
El rendimiento académico. Generalmente, este tipo de niños tienen grandes dificultades académicas, o, en otros casos, se comportan como “cerebritos”: obsesivos con sus calificaciones y ansiosos frente a sus deberes escolares.
El conflicto matrimonial: un punto clave
La misma investigación determinó cuál era el factor de mayor incidencia en el bajo rendimiento escolar de los niños y adolescentes. Indagó con base en cuatro temas: conflicto matrimonial de los padres, relaciones del padre con el pequeño, relaciones de la madre con el niño y satisfacción con los hermanos y la vida familiar.
Con base en esto, encontró que el gran disparador del bajo rendimiento académico era, sin duda alguna, el conflicto matrimonial entre los padres. A su vez, el factor más decisivo en el buen desempeño escolar era la satisfacción con los hermanos y la vida familiar.
Los expertos indicaron que los niños que crecen en hogares donde los padres pelean frecuentemente, emplean una gran dosis de su energía emocional en tratar de sobrellevar el estrés, la depresión y las enfermedades físicas que esta situación les origina. De ahí que no tenían a disposición toda su capacidad intelectual para el aprendizaje en la escuela.
También descubrieron que entre mayor conflicto hay entre la pareja de padres, mayor tendencia había de los niños a desarrollar comportamientos para llamar la atención: desobediencia, indisciplina, comportamientos erráticos y constantes incidentes en la escuela.
Algunos niños se perciben menos capaces de afrontar el conflicto entre sus padres y desarrollan un sentimiento de amenaza constante. En ellos es más visible la relación entre el conflicto y el rendimiento académico.
Si los niños se sienten involucrados en las peleas de sus padres, y esos mismos padres, de uno u otro modo, los responsabilizan de sus propios problemas, hay graves efectos. Se manifiestan como agresividad constante y tendencia a romper las normas. Estos niños desarrollan fuertes conflictos de lealtad con los padres y a veces les resulta imposible prestar atención a una clase.
De ahí que, en todos los casos, cuando se presente una situación de bajo rendimiento escolar, lo primero es evaluar la calidad de las relaciones familiares. Muy seguramente allí está la explicación de todo.
Imagen cortesía de SoulSense