Los Otros: claroscuros y suspense
Existen infinidad de películas de fantasmas y, a veces, tengo la sensación de que todas son bastante parecidas. Sin embargo, hay un título que suele venir a mi cabeza con cierta frecuencia: Los Otros (Amenábar, 2001).
Quizás, Los Otros despierta en mí cierta nostalgia, pues vi la película a una edad temprana y bebe de influencias bastante clásicas del cine de suspense y terror. En este artículo, me propongo analizar cómo ha envejecido la película -habiendo transcurrido 20 años después de su estreno- y por qué logró conectar de tal manera con el público y la crítica.
Hartos de casas encantadas, Los Otros nos brinda una historia que ya hemos visto anteriormente, pero desde una perspectiva distinta y jugando con nuestra propia percepción de la realidad.
Dicho esto, a estas alturas, dudo que hablar de Los Otros sea un spoiler, pero si no habéis visto la película o no os acordáis del final, será mejor que no sigáis con el artículo.
Una producción afortunada
En la actualidad, Alejandro Amenábar es uno de los cineastas más reconocidos del panorama español, pero 20 años atrás, el director de Tesis (1996) y Abre los ojos (1997) era un gran desconocido para buena parte del público, sobre todo, en el panorama internacional.
Los Otros supuso un antes y un después en su trayectoria y se convirtió en la película española más taquillera por aquel entonces.
Aun así, no estuvo exenta de críticas y las comparaciones con El Sexto Sentido (Shyamalan, 1999) eran más que recurrentes. Sin embargo, pese a las similitudes con el film de Shyamalan (en realidad, la única similitud es la revelación final), Los Otros logró despertar una sensación que el gran público hacía tiempo que no veía en las grandes salas de cine.
En realidad, el argumento es sencillo y, probablemente, podría haber sido contado sin demasiado presupuesto. La historia la hemos visto en infinidad de ocasiones: una casa en la que los vivos y los muertos se entremezclan y, sorprendentemente, los personajes más jóvenes son aquellos más susceptibles de detectar las “presencias”. Sin embargo, en Los Otros se toma la decisión de narrar la historia desde el punto de vista opuesto: desde el lado de los muertos.
Para contar esta historia, no se necesitan demasiados actores ni infinidad de escenarios. De hecho, no sería difícil, desde un punto de vista de viabilidad, contar esta misma historia con un presupuesto mucho más reducido. Sin embargo, el filme de Amenábar contó con una gran suerte que le permitió al director rodar el largometraje tal y como lo había soñado, sin tener que escatimar en gastos y permitiéndose todo tipo de lujos a la hora de dotar a su película de la atmósfera que la catapultó a la fama.
Tom Cruise mostró un enorme interés en el cine de Amenábar tras ver la película Abre los ojos. Esta admiración por el cineasta hispano chileno desembocó en la adaptación titulada Vanilla Sky (2001) que Amenábar se negó a dirigir. Pero la historia no terminaría ahí y, finalmente, Cruise se convirtió en uno de los productores de Los Otros.Las únicas condiciones de Amenábar fueron rodar en España y con su propio equipo; el resto es historia.
La luz, un personaje más en Los Otros
Aunque el presupuesto puede ser de gran ayuda a la hora de rodar un largometraje como Los Otros, lo cierto es que una historia bien narrada va mucho más allá. Podemos escuchar la misma historia contada por distintas personas y nunca será igual, de hecho, puede causarnos risa, llanto o indiferencia dependiendo del punto de vista y de la voz del narrador.
En cine, no tenemos a un narrador que verbalmente utiliza recursos para evocar sensaciones en nosotros, sino que todo aquello que no puede ser dicho con palabras, se dice a través de las imágenes.
Cuando pensamos en cine de género fantástico o de terror, hay ciertos elementos que se nos vienen a la mente y uno de ellos, seguramente, sea la presencia de oscuridad. Lo fantástico y lo aterrador suele tener lugar durante la noche, el momento en el que nos sentimos más vulnerables, más desprotegidos y en el que todos nuestros miedos pueden aflorar. El miedo a la oscuridad suele estar vinculado con lo desconocido y forma parte de nuestro imaginario colectivo.
En el caso que hoy nos ocupa, destacan enormemente los claroscuros, la luz artificial que evoca sensaciones y lo místico. La fotografía viene de la mano de Javier Aguirresarobe, uno de los grandes referentes que ha sido comparado con cineastas como Stanley Kubrick. La presencia y ausencia de luz en la película ayuda a crear una atmósfera única que mantiene al espectador en vilo.
La luz, con frecuencia, es vista como lo seguro, el lugar en el que estamos protegidos y a salvo; sin embargo, en Los Otros, ocurre lo contrario. Debido a la enfermedad de los hijos de Grace, la casa debe permanecer a oscuras y esa oscuridad les brinda seguridad. Esta oposición a lo establecido se refleja también en la revelación final: la historia no está contada desde el punto de vista de los vivos.
Sin embargo, la luz no deja de ser portadora de la verdad y, por ello, no es casualidad que siempre veamos a la señora Mills cerca de una lámpara o cargando las lámparas. La señora Mills no es otra cosa que la portadora de la verdad, la encargada de despertar de su sueño a Grace y a sus hijos, de mostrarles la realidad por dura que pueda ser.
De alguna manera, pese a encontrarnos en un tiempo y un lugar reales, la fotografía dota a la mansión de cierto halo de irrealidad que la torna claustrofóbica. Las rejas y el cementerio parecen delimitar con un mundo exterior envuelto en niebla y del que apenas tenemos noticias.
No es de extrañar, por tanto, que las mayores revelaciones tengan que ver con la luz: alguien retira las cortinas y, sorprendentemente, aunque Anne y Nicholas están atemorizados, su piel sigue intacta; llegamos al desenlace y los niños contemplan la luz sin que sea perjudicial y celebran su “curación”. Igualmente, la niebla desaparece cuando conocemos el final.
La luz de Los Otros no es natural, es absolutamente impresionista y nos envuelve en esa atmósfera aterradora. Sin efectos especiales, pero a través de movimientos de cámara y claroscuros, nos están diciendo que algo extraño ocurre en la mansión, que lo cotidiano se ha visto destruido por alguna especie de intruso.
Las claves del suspense
Los Otros deja muy clara su intención ya en los títulos de crédito: lo que vamos a ver a continuación es cuento macabro y fantástico. A continuación, la película comienza con una mujer gritando al despertar. ¿Habrá tenido una pesadilla? ¿Ha ocurrido algo anteriormente y no lo sabemos?
A lo largo del filme, la pequeña Anne nos dice en varias ocasiones que “algo pasó” y ese algo es previo al grito de Grace. Un grito que, en un primer visionado, puede pasar desapercibido, pero que el director ha colocado al principio a conciencia para advertirnos que algo terrible acaba de ocurrir.
El suspense se palpa ya desde el comienzo y bebe de influencias pasadas como Otra vuelta de tuerca (Henry James, 1898) o el gran maestro del suspense Alfred Hitchcock. La propia mansión evoca de alguna manera a Rebecca (Hitchcock, 1949) y Grace es un homenaje a Grace Kelly y a todas las rubias atemorizadas que el británico retrató en el cine.
La sensación de aislamiento de la que hablábamos antes se percibe a través de las imágenes, pero también a través de Grace, que parece querer vivir en una situación fantástica, ideada por ella misma con el fin de evadir la realidad. A lo largo del filme, nos dicen que Grace padece jaquecas, adora el silencio y apenas sale de la casa; está atrapada en la propia mentira que ella misma ha creado como mecanismo de defensa para no enfrentar la horrible realidad.
El personaje, además, está dotado de un componente religioso que todavía evoca más lo fantástico. Firme a sus creencias y capaz de responder a cualquier pregunta aferrándose a La Biblia; Grace no cuestiona absolutamente nada y lo paradójico es que al conocer la verdad, es ahora incapaz de responder a el porqué de su propia existencia.
Anne, a diferencia de Grace, cuestiona lo que se dice en La Biblia, aunque cree saberlo todo acerca de los fantasmas. Anne es uno de los personajes que más pistas nos da, pues es la única que recuerda “lo que pasó”. Igualmente, posee ciertas connotaciones mitológicas vinculadas con Edipo: vemos la rivalidad con la madre y hasta luce un traje similar al de una novia.
En definitiva, el miedo a enfrentar la realidad, a la muerte y a la falta de respuestas ante nuestra propia existencia se materializan en Los Otros. Un filme que, pese al paso del tiempo, no envejece y sigue funcionando a la perfección. Lejos de personajes estereotipados o de efectos especiales exagerados, evoca el suspense de la forma más clásica y efectiva posible.